lunes, 31 de enero de 2011

¿Han cesado los milagros?

En la antigüedad los hombres adoraban falsos dioses, como lo siguen haciendo en la actua­lidad en el paganismo. El ateísmo es un efecto del rechazo del cristianismo. Pero no se debe confundir la incredulidad de personas sinceras dispuestas a creer con el ateísmo apasionado y acerbo de los apóstatas.

Tampoco valdrá apelar a los milagros con los cua­les el cristianismo fue acreditado al principio como prueba todavía viva de su veracidad. Esto no responde a la cuestión que aquí tenemos planteada, que no trata de la veracidad del cristianismo, sino del fenómeno de un cielo callado. Que en presencia de un océano insondable de sufrimiento humano en el gran mundo que nos rodea, y que a pesar del clamor articu­lado tan constantemente por los labios de Su pueblo fiel, Dios se mantenga en un silencio absoluto y aplastante: este es un misterio que el cristianismo parece solamente hacer más inescrutable.

No obstante, aquí estamos dando por supuesto qué los milagros son posibles, y por ello incurriremos en el menosprecio de personas de superiores luces. Peropodemos soportar su desdén. Y no nos inducirán a la insensatez de desviarnos de nuestro tema para llevarnos a entrar en la gran controversia acerca de los milagros, salvo hasta allí donde el tema que estamos tratando lo haga imprescindible. La incredulidad manifiesta no ha conseguido avanzar más allá de los argumentos de Hume. Lo cierto es que los fenomenales triunfos de la ciencia moderna solamente han servido para debilitar la posición de los incrédulos, porque han desacreditado la teoría de que nuevos descubrimientos acerca de la natura­leza pudieran dar explicación de los milagros de la Biblia. El único rasgo distintivo de la incredulidad de nues­tra época es que se ha revestido con la vestimenta y el len­guaje de la religión. Entre sus propagadores encontramos «doctores de teología» y profesores de universida­des y facultades cristianas. Y como los discípulos y admiradores de estos hombres demandan que se les reconozca una inteligencia superior y una especial virtud de su percepción mental, puede que no sea inoportuno realizar un examen atento de tales pretensiones. Pero sería cosa demasiado problemática realizar una vivisección, y las meras afirmacio­nes abstractas tienen poco peso. Entonces, ¿cómo vamos a proceder? Un profesor de Oxford de la pasada generación servirá más bien para una autopsia.

Examinemos el tratado acerca de «Las Pruebas del Cristianismo» en los infames Essays and Reviews(Ensayos y Reseñas). La tesis de dicho ensayo puede enunciarse en una sola frase: Que el dominio de la ley natural es absoluto y universal. De ello sigue naturalmente que: (1) los milagros son imposibles, y (2) que las Sagradas Escrituras son totalmente indignas de confianza. Por ello, la inspiración queda fuera de toda con­sideración, excepto en el sentido de toda bondad y genio son inspirados.

Pudiera parecer algo flojo concentrarse ahora en los Essays and Reviews, pero durante los últimos cua­renta años no se ha observado cambio alguno en el racionalismo alemán que llamó la atención del inglés medio con aquel libro que fue el inicio de una nueva era. Estos puntos de vista se están enseñando en muchas de nuestras escuelas de teología. Los futuros ocupantes de los pulpitos cristianos están recibiendo la enseñanza de que se tiene que rechazar lo mila­groso en las Escrituras, y que se tiene que leer la Biblia como cualquier otro libro.

Lo que de momento nos interesa tratar no es si esta enseñanza es verdadera; supongamos de momento que lo es. Tampoco vamos a cuestionar si los maestros son sinceros; supongamos su integridad. Pero, ¿qué se puede decir de su inteligencia? Cualquier hijo de vecino puede trabajar sobre los esfuerzos de otros. El más mediocre de los hom­bres puede comprender y adoptar los principios de los racionalistas. Donde se manifiesta la capacidad mental es en la capacidad de revisar ideas preconcebidas a la luz de los nuevos principios. Apliquemos esta prueba a los racionalistas cristianos.

La encarnación, la resu­rrección, la ascensión de Cristo: estos son, de forma incomparable, los mayores de todos los milagros. Si los aceptamos, la credibilidad de los demás mila­gros se reduce enteramente en una cuestión de prueba. Si los rechazamos, todo el sistema cristia­no se desmorona como un castillo de naipes. Por decirlo con otras palabras: Cuando el cristianismo queda expuesto a la clara luz y al aire del «pensamiento moderno», aquello que parecía ser un cuerpo vivo se con­vierte en polvo. Y a pesar de todo, estos hombres profesan una fe inalterable en el cristianismo. Pero, aunque su fe hable bien de sus corazones, esto demuestra la flojedad de sus cabezas. Estos que creen en la divinidad de Cristo a la vez que rechazan la inspiración y los milagros pueden pretender que son personas de superiores luces, pero de hecho son seres crédulos que se creerían cualquier cosa.

Esta clase de fe es la más simple superstición. Aquí se podría apelar a innumerables testigos entre los eruditos y pensadores de nuestra época que, enfrentados con este dilema, se han visto obligados a escoger «entre una fe más profunda y una incredulidad más audaz».

Si Cristo era realmente Dios, ninguna persona de inteligencia ordinaria pondría en tela de juicio que Él fuera capaz de abrir los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos, los labios de los mudos. Si tenía poder de perdonar pecados, es asunto menor creer que tenía el poder de curar enferme­dades. Si podía darvida eterna no hay por qué asom­brarse de que pudiera restaurar la vida natural. Y si El está ahora en el trono de Dios, y le pertenece toda potestad en los cielos y en la tierra, toda persona de sentido común echará a un lado todos los sofismas y los bizantinismos sobre causación y leyes natu­rales, y reconocerá que nuestro Divino Señor podría hacer por los hombres de hoy todo lo que hizo por ellos en los días de Su ministerio sobre la tierra.

¿Pero cómo es que no lo hace? Yo sé que si en los días de Su humillación este pobre niño paralí­tico hubiera sido llevado ante Su presencia, Él lo habría sanado. Y tengo la certeza de que Su poder es mayor ahora que cuando peregrinaba sobre la tierra, y de que está todavía tan cerca de nosotros como lo estaba entonces. Pero cuando le aplicó la prueba práctica a esto, hay algo que falla. Por la razón que sea, no parece verdad. Este pobre niño paralítico tiene que permanecer así. No me atreveré a decir que Él no pueda curar a mi hijo, pero está claro que no va a hacerlo. ¿Y por qué no? ¿Cómo podemos explicar este misterio? La realidad lisa y llana es que para todos los que creen la Biblia la gran dificultad con res­pecto a los milagros no es que sucedan, sino que no se dan.

En su libro Foundations of Belief (Fundamentos de la Fe), A. J. Balfour reproduce la sugerencia de que si se repitieran las circunstancias especiales en que se realizó un milagro, el milagro también se repetiría. Pero incluso si se pudiese determinar la veracidad de esta propuesta, no tendría relevancia alguna para el problema que nos ocupa. Los milagros, asegura el señor Balfour, son «maravillas debidas a la acción especial del poder divino». Entonces, como no tenemos que ver con ni una mera máquina ni con un monstruo, sino con un Dios personal que es infinito en sabi­duría, poder y amor, ¿por qué en este mundo que —según el filósofo— clama en voz alta pidiendo esta «acción especial», la buscamos en vano?

En sus Studies Subsidiary to the Works of Bishop Butler (Estudios Complementarios a las Obras del Obispo Butler), W. E. Gladstone habla en el mismo sentido, pero de forma aún más concluyente. En su análisis del aserto de Hume, de que los milagros son imposibles porque implican una violación de la ley natural, dice él: «Ahora bien, a no ser que conozca­mos todas las leyes de la naturaleza, la afirmación de Hume no tiene valor alguno; porque el pretendido milagro puede producirse bajo alguna ley que toda­vía no nos es conocida». Pero lo cierto es que esta admisión es fatal. El valor probatorio de los milagros, en contra de los cual Hume está argumentando, depende de la suposición de que son debidos, como dice el señor Balfour, a «la acción especial del poder divino», y que, si no fuera por tal acción no hubieran tenido lugar. Es decir: es esencial que el acto o suceso descrito como milagroso deba ser sobrenatural. Por tanto, si el «pretendido» milagro pudiese quedar enmarcado dentro de la esfera de lo natural, quedaría por ello descartado como verdadero milagro. En otras palabras, no sería en absoluto un milagro.

Si un milagro fuese verdaderamente una violación de las leyes de la naturaleza, no pocos de nosotros que creemos en los milagros renunciaríamos a nuestra fe. Porque entonces la palabra «imposible»resultaría transferida a la esfera en la que se predica correc­tamente sobre hechos atribuibles al Omnipotente. «Es», declaramos, «imposible que Dios mienta»: igualmente le es imposible violar Sus propias leyes; El «no puede negarse a Sí mismo». Pero este dicho tan cacareado debe su aparente fuerza solamente a la confusión de lo que está por encima de la natu­raleza con lo que va contra lanaturaleza. Más allá de esto, no es más que un disfraz para la ignorancia.

Observemos una piedra en medio del camino. Obe­diente a unas leyes inmutables, yace allí, inerte, y tiende a hundirse en la tierra. Si se levantase de la tierra y volara hacia el cielo se trataría, se dice, de un mila­gro. Pero esto se sabe que es absolutamente impo­sible. ¿Imposible? Un rudo mocetón llega allí, la toma y la lanza en el aire. ¡Este pícaro trotamundos acaba así de conseguir lo que se había declarado imposible! «Pero», se exclamará, «está frivolizando el asunto: ¡hemos visto al joven que la lanzaba!» Entonces, ¿son nuestros sentidos los que imponen los límites a lo que es posible? ¡Esto es un materialismo descarado! Supongamos que aquel mismo joven fuera a caer por un precipicio, y que alguien lo sujetara y lo volviera a subir a un sitio segu­ro: ¿Sería esto una violación de la ley de la grave­dad? ¿Por qué, entonces, lo sería si el rescate lo efectuara una mano invisible? Desde luego que se trataría de un milagro, pero no de «una violación de las leyes de la naturaleza». Como dice el Deán Mansel, un milagro es solamente «la introducción de un nuevo agente, que posee nuevos poderes, y por ello no está incluido en las reglas generalizadas en base de una experiencia previa».

Pero alguna persona irreflexiva podrá todavía objetar que la materia solamente puede ser puesta en movimiento por la materia, y que por ello es absurdo hablar de una piedra levantada por una mano invisible. ¿De verdad? ¿Nos dirá el contradictor cómo pone él en movimiento su propio cuerpo? El poder de algo que no es materia sobre la materia es uno de los hechos más comunes de la vida. El apóstol Pedro anduvo sobre el mar. «¡Absurdo!», exclama el incrédulo, meneando la cabeza. «¡Esto sería una violación de las leyes naturales!» ¡Y, a pesar de ello, el fenómeno puede haber sido tan sen­cillo como el producido al menear la cabeza! Además, es posible que las leyes bajo las que se hicieron los milagros puedan aun recibir explicación.[1] No dejarían de ser milagros por el hecho de que se conocieran estas leyes; porque la prue­ba de un milagro no es que tenga que ser inexpli­cable, sino que su ejecución esté más allá del poder humano. Que el poder en acción sea divino o no es asunto de prueba, o de inferencia; pero una vez se ha determinado la presencia del poder divino, el milagro, considerado como un hecho, recibe explicación.

Si un cirujano restaura la vista a un ciego, o si un médico rescata a un paciente enfebrecido y a punto de morir, el hecho no despierta otra emoción en nosotros que nuestra gratitud. Pero cuando se nos dice que tales curaciones han sido realizadas por el poder divino sin ayuda de la medicina ni del bisturí, se nos exige que rehusemos incluso examinar las pruebas. El hecho llano es que muchos no creen en el «poder divino» ni en la «mano invisible». Disfrácese como se quiera, este es el verdadero pun­to de la controversia. En el caso de cada ser humano, la «acción especial» constituye un deber si con la misma puede aliviar el sufrimiento o impedir una calamidad; ¡pero, en el caso del Ser Divino no debe ni esperarse ni, desde luego tolerarse! ¡Se acepta como un axioma que el Dios Omnipotente tiene que ser un cero a la izquierda en Su propio mundo!

El incrédulo dogmático rechaza el cristianismo basado en que la única prueba de su veracidad son los milagros por los que fue acreditado al prin­cipio, y de que los milagros son imposibles: proposicio­nes ambas insostenibles. Por otra parte, el incrédulo ordinario, aplicando su inteligencia práctica y su sentido común a esta cuestión, rechaza el cristianismo por­que, según argumenta él, si el Dios de los cristianos no fuese un mito no permanecería pasivo en presencia de todo el sufrimiento y de todas las injusticias que prevalecen en el mundo. Es decir, descartando el argumento del incrédulo dogmático de que los milagros son imposibles, este último mantiene que, si en rea­lidad existiera un Ser Supremo de infinita bondad y poder, los milagros abundarían. Y la inmensa ma­yoría de incrédulos pertenecen a esta última cate­goría. Pero, aunque los filósofos son escasos, y sus sofismas no han llegado a convencer a las mentes del común de la gente, casi han monopolizado por completo la atención de los apologistas cristianos. Además. el común de la gente, a diferencia de los filósofos, suelen ser a la vez razonables y sinceros, y dispuestos a considerar toda explicación razonable a sus difi­cultades. Pero por lo general la respuesta que se les ofrece es o bien irrelevante o bien inadecuada. Por ejemplo, el señor Gladstone se apoya en el razonamiento de que «si la experiencia de los milagros fuese universal, dejarían de ser milagros». Pero, ¿qué posible base hay para esto? Sin duda dejarían de suscitar pasmo; pero este no es el criterio de lo milagroso. Al principio del ministerio de nuestro Señor, y antes que la antipatía de los guías religiosos de los judíos adquiriese entidad en conspiraciones para destruirle, Sus mila­gros de curaciones eran tan numerosos y tan abundantes para todo el mundo, que tuvieron que llegar a ser considerados con naturalidad. «Y recorrió», leemos, «Jesús toda Galilea ... sanando todaenfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y se difundió su fama por toda Siria, y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó».[2] En presencia de una exhibición tan ilimitada de poder milagroso, pronto debió desvanecerse toda sensación de maravilla. Sin embargo, cada nueva curación era un nuevo milagro, y como tal se hubiera reconocido.

Y lo mismo sucedería en nuestros días, por ejem­plo, si cada vez que un hombre malvado cometiese un atropello contra su prójimo, interviniera el poder divino para destruir al ofensor y proteger a su víctima. El suceso dejaría de provocar la más mínima sorpresa; pero no por ello dejarían todos de advertir la mano de Dios, y reconocer Su justicia y bon­dad. Y no quedarían incrédulos, ¡excepción hecha, naturalmente, de los filósofos!

Por ello, la dificultad permanece sin resolver aún. Su verdadera explicación se considerara en lo que sigue más adelante; pero en esta etapa su discusión es una mera digresión. Por lo que se refiere al argumento presente, esta cuestión se puede resumir con palabras que tomo prestadas: «Los milagros de las Escrituras se mantienen sobre unas sólidas bases que ningúnrazonamientopuede tras­tornar. La posibilidad de los mismos no puede negarse sin negar la misma naturaleza de Dios como Ser Topoderoso; la probabilidad de los mismos no se puede poner en tela de juicio sin dudar, asimismo, de Sus perfecciones morales; y la certidumbreacerca de los mismos como hechos reales solamente pue­de ser invalidada con la destrucción de los mismosfundamentos de todo el testimonio humano».[3]


[1] Es posible que sea esto lo que el señor Gladstone quiera decir en su afirmación que se critica en la página 37***. Pero, si es así, no acabo de comprender ni su manera de hablar ni su argumento. Parece sugerir que los «pretendidos» milagros puedan aún llegar a sernos explicados de igual modo en que el predicho eclipse de luna que aterrorizó a los indígenas de las Islas de los Mares del Sur les podría ser explicado a ellos. En cuanto a lo que quiero decir, una ilustración lo clarificará: Que caiga fuego del cielo y que prenda en un montón de leña es un fenómeno usual. Pudiera tener lugar durante una tormenta eléctrica. Pero que yo prepare un montón de leña en cierto lugar, y que a mi mandato caiga un rayo sobre él y lo consuma, esto es un milagro; y el elemento milagroso aquí es el hecho de que he puesto en movimiento un poder que se halla por encima de la naturaleza, y que es competente para controlarla.

[2] Mateo 4:23-24

[3] «Conferencias Boyle» del obispo Van Mildert, sermón 21. De la veracidad de estas últimas palabras, el famoso tratado de Hume da la prueba más notable. Hume pone en tela de juicio la prueba de los milagros cristianos; pero cuando pasa a hablar de ciertos milagros que se pretende que ocurrieron en Francia sobre la tumba del abad París, el famoso jansenista, admite que la prueba que los respaldaba era clara, completa e intachable. ¡Y luego, a pesar de ello, la rechaza, y ello solamente por «la absoluta imposibilidad, o naturaleza milagrosa de los sucesos»! Es preciso considerar tales pruebas con precaución: pero aceptar la prueba y, rechazar sin embargo los hechos así probados constituye verdaderamente «la destrucción de los mismos fundamentos de todo el testimonio humano».


Historia:

Fecha de primera publicación en inglés: 1897

Traducción del inglés: Santiago Escuain

Primera traducción publicada por Editorial Portavoz en castellano en 1983

OCR 2010 por Andreu Escuain

Nueva traducción © 2010 cotejando la antigua traducción y con constante referencia al original inglés, Santiago Escuain

Quedan reservados todos los derechos. Se permite su difusión para usos no comerciales condicionado a que se mantenga la integridad de la obra, sin cambios ni enmiendas de ninguna clase. Usado con permiso para: www.culturacristiana.org

Sobre el actual debate entre una Tierra Antigua y una Tierra Reciente

Sobre el actual debate entre
una Tierra Antigua
y una Tierra Reciente

- Una reseña de diversas posiciones a la luz de las Escrituras y de sus implicaciones


Prefacio

Esto viene de la pluma de uno que en el pasado había mantenido de manera consecuente una posición de un universo reciente como un necesario corolario de las Escrituras. Esta posición ha cambiado, debido a las Escrituras. Sigue la explicación en el contexto de un examen de los actuales modelos generalmente propuestos y defendidos por los cristianos acerca del origen del universo. En tanto que mantengo que la biosfera fue desde luego creada recientemente junto con sus habitantes, con el Hombre como el gran propósito de Dios, he llegado a constatar que la Escritura guarda silencio acerca de la edad del Universo y de la Tierra como cuerpo físico, situando el primero y la segunda en un pasado sin fecha, no necesariamente remoto, pero tampoco dogmáticamente reciente. Esto ha seguido a mi lectura de obras escritas por los eminentes hebraístas G. V. Wigram, W. Kelly y el doctor Bernard Northrup, de la obra de Gorman Gray, y de comunicaciones con otros cristianos. A todos ellos va mi agradecimiento por ayudarme a darme cuenta de unos puntos débiles de un modelo que requiere ser ajustado a la Escritura de Verdad. Que todos aprendamos a apegarnos a la Escritura y a no ir más allá de la misma. …

Índice

  • Breve introducción
  • Cuatro puntos de vista comunes y lo que significan
  • Méritos y deméritos de los cuatro puntos de vista comunes
  • Génesis 1 - Estructura y contenido
  • Éxodo 20:11
  • El quinto punto de vista
  • Examen de las objeciones:
    ¿Creación de las estrellas, el sol y la luna el día 4? - Examen del texto hebreo
  • Geología e Historia Bíblica
  • Consideraciones a tener presentes respecto a la edad del universo
  • Conclusión

Breve introducción

Este trabajo quiere ser una reseña de las diversas evidencias, bíblicas y del mundo natural, tocantes al debate que se mantiene entre las diferentes posturas de los cristianos acerca de la cuestión Tierra Antigua/Tierra Reciente.

La cuestión debatida tiene más matices de los que generalmente se admiten. Por ello, es mi deseo primero intentar presentar algunas distintas opciones comúnmente sostenidas entre los cristianos:

Cuatro puntos de vista comunes y lo que significan

A. Tierra Antigua / Evolución Teísta. Muchos cristianos sostienen la perspectiva de una tierra antigua con evolución teísta (un universo y Tierra muy antiguos que han pasado por vastas eras de evolución geológica y biológica en un proceso que Dios condujo de alguna manera. Hay distintas versiones y perspectivas dentro de este modelo. No hay diferencia por lo que respecta al modelo estándar de la Megaevolución naturalista excepto por la aserción de que Dios estuvo detrás de todo ello). En este punto de vista, los Días de Creación de Génesis son interpretados por parte de algunos como seis vastas e indefinidas eras de creación (teoría día-era).

B. Tierra Antigua / Creación Progresiva. Otros cristianos mantienen una tierra antigua junto con una Creación Progresiva (un universo y Tierra sumamente antiguos que han pasado por vastas eras de evolución geológica, con la creación progresiva por parte de Dios de formas de vida, y su extinción, a lo largo de las Eras Geológicas). Este punto de vista es también acomodado por muchos con Génesis por medio de la teoría día-era.

C. Tierra Antigua / Ruina-Reconstrucción (Teoría del Intervalo). Hay muchos otros cristianos que mantienen la perspectiva de la Teoría del Intervalo, propuesta por vez primera por Chalmers en 1814, y que enseña un universo y tierra sumamente antiguos que pasó por una previa creación por Dios; esto es lo que se mencionaría en Génesis 1:1. Después de un largo tiempo, la tierra pasó a ser sin forma y vacía, como se menciona en Génesis 1:2 --algunos ponen aquí la caída y ruina de Satanás y un Diluvio Luciferiano, que habría causado parte o la totalidad de los estratos fosilíferos de la tierra, y, después de ello, la recreación del mundo en seis días desde Génesis 1:3 a 1:31. También se conoce como la teoría ruina-reconstrucción, y lee los seis días de (re)creación de una manera natural. Intenta apoyar su posición con un pasaje de la Escritura que afirma que la tierra fue hecha "no en vano", Isaías 45:18:

Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy Jehová, y no hay otro. …
El argumento es que cuando Dios creó la tierra (en Gn. 1:1), ello no fue "en vano" (Is. 45:18) (no en vano, esto es, no tohu, el término usado en Gn. 1:2, "sin forma"), de modo que vino a ser "tohu", sin forma, con posterioridad, debido a alguna causa, quizá la caída de Lucifer; luego, Dios (re)creó la tierra en seis días como morada del hombre.

D. Perspectiva de Universo Reciente / Tierra Reciente. La interpretación de Universo Reciente enseña que "En el principio" tenemos el comienzo del Día Primero, y que debería quedar cronológicamente ligado con la creación del hombre y con la posterior historia de la humanidad, de modo que "el principio" habría tenido lugar hace unos seis mil años. Esta interpretación se apoya fuertemente en la traducción de Éxodo 20:11 que dice:

Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.

El argumento aquí es que la creación de los cielos, de la tierra, del mar, Y DE TODAS LAS COSAS QUE EN ELLOS HAY, tuvo lugar en seis días, y que no hay nada que se escape de esta declaración universal. De modo que, según este razonamiento, todo fue hecho en los seis días de actividad creadora, y la creación de los cielos y de la tierra "en el principio" queda ligada cronológicamente a todo el resto.

Méritos y deméritos de las cuatro perspectivas comunes

Pasemos a analizar estas posibilidades. Las opciones A) y B) transmutan los días en eras, o al menos descuentan cualquier lectura normal y natural del texto, y por ello no hacen justicia a lo que el texto está realmente diciendo. Luego, la posición A) presupone el mecanismo evolucionista de la Selección Natural y Extinción, y la supremacía de los Aptos sobre los No aptos como la manera en que Dios opera. Esto choca con el marco bíblico según el cual el pecado entra en el kosmosmediante el hombre, y la muerte por el pecado. De modo que en el orden creado de cosas, puesto por Dios bajo la autoridad del hombre, el pecado entró por el hombre, y la muerte entró en consecuencia del pecado. Como Tertuliano lo observó de manera tan correcta hace muchos siglos, confrontando el pensamiento filosófico griego:

Nosotros, que conocemos el origen del hombre, sabemos de cierto que la muerte no procede de la naturaleza, sino del pecado.

Tertuliano (160-230 d.C.)
De anima, 52

Esta dificultad es también aplicable a la opción B) (Creacionismo Progresivo), donde la muerte interviene en el curso de largas eras antes de la entrada del pecado, y en principio también a la posición C) (la Teoría del Intervalo), y por la misma razón. La Teoría del Intervalo, por otra parte, está abierta a otras objeciones, como sigue:

El problema de esta teoría es que introduce en un intervalo entre los versículos 1-2 de Génesis algo que no dice. Contempla la repentina creación de un universo y de una tierra repletos instantáneamente de una vida que es posteriormente destruida.

Y cuando se examina con detenimiento, no puede reclamar el apoyo de Isaías 45:18. No es suficiente citar esta Escritura:

Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy Jehová, y no hay otro. …

¿Por qué decir que se refiere al principio de la creación, Génesis 1:1, y que culmina en un cataclismo no mencionado? ¿Por qué no aplicarla a Génesis 2:1-3, al final de la obra de Dios? Entonces Él culminó Su creación. Y ciertamente "no la creó en vano".

Así, las palabras tohu y bohu no demandan un significado de asolamiento y vacío en el sentido de una destrucción, aunque éste puede ser el sentido en un contexto de juicio. Pero en un contexto de una creación por pasos, su significado, desordenada yvacía, no se debería comprender como vaciada de forma y asolada, sino más bien en el sentido de no formada y no llenada. Si uno tiene una botella a medias, ¿está medio llena, o medio vacía? Algunos dicen que el optimista dice que está medio llena, y que el pesimista dice que está medio vacía. Bien, como realista, yo comprobaría primero si está siendo llenada o vaciada. En el primer caso estaría medio llena. En el segundo, medio vacía. Lo mismo sucede con tohu y bohu. En un contexto de creación, no se deberían comprender de la misma manera que en contexto de destrucción.

Un buen tratamiento a fondo de esta cuestión lo da el libro Unformed and Unfilled[No formada y no llenada], de Weston W. Fields (Presbyterian and Reformed, 1976, 245 pp.).

Respecto a la posición D), un Universo y Tierra Recientes, sus proponentes mantienen correctamente que la Muerte entró en el mundo después de la entrada del pecado por la desobediencia del hombre (Romanos 5:12), de modo que no pudo haber largas eras de lucha y muerte en un contexto de evolución, lo que habría sucedido incluso si Dios hubiera guiado el proceso; pero luego su declaración distintiva es que el registro del Génesis exige un origen reciente de los cielos y la tierra "en el principio", por cuanto los seis días están atados con la Creación de Adán y con la historia humana a partir de este instante (véase Génesis 5, etc.). Los argumentos más poderosos en este punto de vista son: El Día Primero comienza con Génesis 1:1, y Éxodo 20:11 afirma que Dios hizo los cielos, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos en seis días. Aparentemente, estos son unos argumentos poderosos. Ahora bien, ¿cuál es la realidad?

Génesis 1 - Estructura y contenido

Lo primero que se debe observar es que en realidad la Escritura deja sin precisar la fecha de la creación de los cielos y la tierra primordiales. Manteniendo el paralelismo con los otros días, el Día Primero comienza con "Y dijo Dios" en Génesis 1:3, no con "En el principio" en Génesis 1:1.

Citando a G. V. Wigram acerca de este pasaje:

El párrafo 1 contiene una narración, en la que el origen de este globo (cielos y tierra) es atribuido a Dios; se describe su condición sin forma yvacía, y que las tinieblas están sobre el abismo; pero el Espíritu de Dios también estaba moviéndose sobre la superficie de las aguas.

Así, lo que primero vino a ser, Dios xcreó; y la tiniebla xestaba, etc.; estos dos verbos están en el tiempo pasado perfecto. La mente es llevada de vuelta al "principio" y a aquello que fue originado entonces, y al estado en que se hallaba. "Dios creó," y "lo que creó estaba," etc. Aquí el propósito parece ser observar que el originador era Dios como Creador.

En el párrafo 2 (que comienza con el versículo 3), al contrario, tenemos una serie de acciones conectadas en una, cada una de ellas actuando como un paso hacia el todo. Seis días, y sus marcas características puestas sobre ellos por Dios; y luego un séptimo, un día de reposo.

Entre estos dos párrafos, cuando se comparan, existe un contraste. No pueden ser considerados como en una y la misma serie. Pero puede haber habido un intervalo entre ellos, indefinido en cuanto a extensión y a lo que hubiera en el mismo. Nada podría marcar más, para mí, el tiempo pretérito perfecto que se expresa, como hemos visto, por x"creó"y x"estaba" y su aislamiento como en el párrafo 1. Son los primeros usos de la forma pretérita, y por ello están tanto más calculados para hacer impresión en la mente; y el tiempo pretérito perfecto está marcado en ellos por el contexto, y no sólo por el nombre que los gramáticos les puedan asignar; de modo que usaré p a partir de ahora, en lugar de x.

Párrafo 2. Versículos 3-5: "Y zdijo Dios: zSea la luz; y zfue la luz. Y zvio Dios que la luz era buena; y zseparó Dios la luz de las tinieblas. Y zllamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas pllamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día". (Heb., "Y la tarde zfue y la mañana zfue, un primer día".)

Aquí tenemos seis casos de z (llamado futuro por los antiguos gramáticos, y presente por los modernos), luego una p, y después en hebreo dos más usos de z, todos ellos traducidos de manera semejante, por un pretérito (pero que aquí, sin embargo, sería a veces más como un imperfecto que un pretérito propiamente perfecto).

Se podría traducir de manera diferente, así: "Y zdice Dios, Luz zes, y zes luz. Y Dios zve la luz, que es buena; y Dios zsepara la luz de las tinieblas. Y Dios zllama a la luz Día, y a las tinieblas pllamó Noche. Y tarde zes y mañana zes, un primer día".

Veo, por lo que me parece, lo que hizo errar a veces a rabinos hebreos, y lo que también despistó a traductores gentiles, llevándolos a violentar la traducción de los tiempos, y también de los modos, aquí y en otros lugares. Los rabinos, por una parte, hicieron sus observaciones acerca del texto, y los traductores pronto se volvieron a gramáticas de factura humana, y mantuvieron poco sus mentes en un examen viviente del texto sagrado. Por otra parte, aunque admito que los giros de las lenguas a las que los traductores (griegos, latinos o ingleses) trataron de traducir aquello que estaba en hebreo no admitían fácilmente las formas mismas del hebreo, esto es todo lo que por ahora puedo admitir. Y esto, naturalmente, suscita un interrogante acerca de la competencia de los traductores para su tarea, y es una demostración de la necesidad y del valor de cada uno de los artículos provisionales como éste. Pero si la mente de los respectivos traductores gobierna en la LXX. en la Vulgata, y en las versiones inglesas, antes de osar hundir totalmente el modismo hebreo, etc., y salir al mar sin brújula respecto a los modos y a los tiempos, yo diría, contemplemos con sumo cuidado el hebreo, y veamos cuáles son las realidades.

Observo entonces, en primer lugar, que en castellano se da el párrafo 2 como un registro histórico: "Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz", etc. Ahora bien, esto da toda la apariencia de que no hay interrupción después del versículo 2, y que el relato dado en los versículos 1 y 2 (párrafo 1), que ha sido dado de manera correcta, continúa todo a través del párrafo 2.

Bien al contrario, el texto hebreo, más parecido de lejos a los evangelios, parece dar una viveza a lo que comienza en el versículo 3, porque nos introduce en la escena misma donde Dios es presentada como una Persona viviente en una acción presente, y las acciones y palabras de esta Persona viviente caracterizan todo el párrafo en adelante.

Sé, por su omisión de la Peh al comienzo del versículo 3, que los rabinos no vieron que comenzaba un nuevo párrafo con el versículo 3, pero cualquiera que pondere la cuestión verá que tenemos el comienzo de un párrafo totalmente nuevo. Tiene un vacío antes que tenga lugar, suficientemente grande para todos los geólogos, pero no tiene trasfondo; el vacío es de un espacio y ocupación totalmente indefinidos; al otro lado de lo que es el origen del globo y de su estado en caos, sin embargo bajo el Espíritu de Dios. Si las diversas exhibiciones de creación a las que se refieren los geólogos ocuparon este intervalo, todo ello había cesado y pasado, cuando vemos al Dios viviente como presente personalmente, y Él dice, habla, ve, separa, llama, crea, hace, etc., y la misma diversidad de Sus caminos y acciones es prueba de esto mismo. (Wigram, G. V.: "Examination of the Hebrew Bible as to the Structure and Idiom of the Language" - fecha: 26-10-1877 - Fuente: Memorials of the Ministry of G. V. Wigram - Vol. II - Quinta edición, pp. 159-163.)

Wigram ni sueña en traducir el comienzo del versículo 2 como "Y la tierra vino a serdesordenada y vacía". Sí que ve una discontinuidad en el texto entre la primera sección, vv. 1 y 2, y el resto del capítulo 1, a partir del versículo 3, donde con razón ve el comienzo del Día Primero, en estrecho paralelismo con los otros días, que comienzan también con "Y dijo Dios". Pero no existe ninguna discontinuidad entre los versículos 1 y 2 del capítulo Uno, por cuanto "y la tierra estaba desordenada y vacía" es sencillamente una declaración del estado en que la tierra había sido creada en su condición prístina; hay un elemento de tiempo involucrado, pero lo encontramos en la acción del Espíritu de Dios que se movía (o "incubaba") sobre la faz del abismo.

Naturalmente, Wigram hace una mención de pasada acerca de las posibles eras geológicas como quizá habiendo tenido lugar en el lapso desconocido de tiempo después de la creación original de los Cielos y de la Tierra, pero sólo como una posibilidad. En lo que realmente está interesado es en llamar la atención a la estructura del Capítulo Uno, con el hecho de una creación original de los cielos y de la tierra en un pasado indefinido, con el Espíritu de Dios cuidándose de una manera especial de la tierra durante un tiempo, hasta que el Día Primero comienza con estas palabras: "Y dijo Dios: Sea la luz".

Éxodo 20:11

Respecto a Éxodo 20:11, se debe señalar que ha sido históricamente mal traducido como si dijese: "Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día".

Aquí hay diversas consideraciones que se deben hacer. En primer lugar, la preposición "en" no aparece en el texto hebreo. Ha sido añadida en la traducción. En segundo lugar, el verbo asah tiene el significado distintivo de "trabajar", "labrar", "conformar". Una traducción más ajustada es: "Porque seis días Jehová trabajó los cielos y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay, y reposó en el séptimo día" [Cp. la traducción literal de Young]. Los cielos [estelares] y la tierra fueron creados en el comienzo indefinido (Gn. 1, v. 1), y luego el Espíritu de Dios tomó un especial cuidado de esta tierra (v. 2). Luego comenzó el Día Primero en el v. 3, cuando Dios manda que la luz resplandezca sobre la faz de esta Tierra. De modo que, durante seis días, el Señor trabajó los cielos [atmosféricos] (y quizá hizo algún trabajo de conformación o de ajuste de los cielos estelares), la tierra y el mar, y todo lo que en ellos hay (Éx. 20:11).

El quinto punto de vista

El quinto punto de vista, y el que aquí se propone, es el de una creación primordial de los cielos [estelares] y la tierra [prístina] en un pasado de fecha no definida, seguida por la creación de una biosfera reciente como morada del hombre. Se mantiene que la Escritura no nos da información acerca de lo remoto o reciente de la creación de los cielos estelares ni de la tierra como un planeta básico, pero que la formación de la biosfera y la creación de sus contenidos es reciente, ligada cronológicamente con el resto de la Historia Bíblica. La formación de los estratos sedimentarios no fosilíferos subyacentes (proterozoico, etc.) es asignada a las actividades de la separación de la tierra seca y de las aguas del Día Tres (con una posible actividad anterior, durante el tiempo no especificado en el versículo 2, mientras el Espíritu de Dios incubaba sobre la faz del Océano Universal), mientras que los estratos fosilíferos son asignados a la acción del diluvio de los tiempos de Noé y a actividades cataclísmicas posteriores (como una División Continental en los días de Peleg, Génesis 10:25, y otros posibles grandes cataclismos en tiempos del Éxodo y en época de Isaías y Amós). Esto ofrece una perspectiva SIN ruina/reconstrucción de la Creación de los Cielos y de la Tierra, esto es, la creación de los prístinos cielos [estelares] y de la tierra también prístina en un pasado sin fecha definida, y la reciente creación de los seis días de la biosfera y el llenado de la biosfera hasta aquí vacía y desierta con vida para todos sus ámbitos (vegetación, día 3; vida en las aguas y en el aire, día 5; animales terrestres y el hombre, día 6). La Muerte es introducida en el orden creado de cosas como consecuencia del pecado del hombre (Génesis 3; Romanos 5:12).

Examen de las objeciones:
¿Creación de las estrellas, el sol y la luna el día 4?
Examen del texto hebreo

Una dificultad que ha sido presentada como objeción es los hechos del Día Cuarto. El texto de Génesis 1, vv. 14-19, dice, en la traducción de Reina-Valera:

14 Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años,
15 y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así.
16 E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas.
17 Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra,
18 y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno.
19 Y fue la tarde y la mañana el día cuarto.

Citando al hebraísta W. Kelly acerca de este pasaje, dice lo siguiente:

Entonces se nos dice que "hizo Dios", no creó, "las dos grandes lumbreras". El lenguaje nunca se varía sin un propósito. Rosenmüller el joven era un admirable hebraísta, y desde luego bien libre en su manejo de las Escrituras; pero no vacila en su discusión de esta cuestión en lo formal, sino que insiste en que el sentido genuino de la estructura no es "fiant luminaria" (esto es: "sean lumbreras hechas"), sino "inserviant in expanso cœlorum", esto es, sirvan en la expansión de los cielos). Él compara el singular con el plural del verbo hebreo para ser, e infiere que el lenguaje sólo puede expresar la designación de las lumbreras para algunos usos determinados para el mundo, y no su producción. (Kelly, William: In The Beginning - And the Adamic Earth, 1981, reimpresión 1970, Bible Truth Publishers, pp. 62-63.)

Gray lo expresa de esta manera:

Quizá el sentido sería más claro si pensásemos en "hizo" en el sentido de hacer la cama. Los componentes de la cama existen, pero puede que no estén adecuadamente arreglados u ordenados apropiadamente para su uso. Hablamos acerca de "hacer el pelo", en la peluquería, o de "hacer la comida". Estos ejemplos de "formar" y "hacer" clarifican el término hebreo tal como se emplea aquí y en Éxodo 20. Dios "hizo" las estrellas para nosotros, Él "hizo" las estrellas, el sol y la luna para su exhibición el día cuatro (como nosotros nos "hacemos" el cabello), dispuestos para una hermosa exhibición. Por ello, asah se puede traducir "hizo" siempre y cuando el concepto de creación ex nihilo quede reservado para el versículo 1. Evidentemente, Dios proveyó el registro de la creación para capacitarnos para visualizar cosas que sucedieron cuando no había ningún hombre para observarlas.

Asah se traduce como "producir" en referencia al crecimiento de las plantas o al florecimiento de los árboles [cp. Gn. 41:47]. La noche del día cuarto fue testigo del "florecimiento" de las estrellas y de la Vía Láctea al traspasar aquellas glorias la nube que no se había aclarado durante el día primero. ¡Él quiere que visualicemos un glorioso y magnífico espectáculo! "Producir" traduce de manera muy apropiada el concepto, lo que nos capacita para apreciar la gloria de aquel desvelamiento de los cielos. De manera similar, cuando llegó la luz del día, Dios "produjo" un sol claramente visible. Esto describe lo que habría visto un observador desde una perspectiva terrenal, si hubiera habido un testigo humano. Un excesivo uso del término castellano hizo ha distorsionado el sentido hebreo de asah y la conducido a un error interpretativo. (Gray, Gorman, The Age of the Universe: What are the Biblical Limits? Morning Star Publications, Washougal, WA, USA 1999, pp. 47-48.)

De una comunicación personal de un amigo y hebraísta erudito, el doctor Bernard Northrup, cito lo que sigue:

Pero tú me has preguntado acerca de los primeros versículos de Génesis Uno. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Incluso yo me he atrevido a referirme a un interludio creacional, no refiriéndome a la teoría del intervalo, sino más bien reconociendo que después de la creación del universo y de la tierra, el Creador cubrió luego la tierra totalmente de agua (Salmo 104:5-6) mediante las fuentes del abismo (Job 38). De pasada, bíblicamente sólo es posible identificar Génesis 1:1 como el lugar en el primer capítulo de Génesis donde el universo viene a la existencia. Los que intentan interpretar la "expansión" en Génesis 1:14-19 ignoran la definición contextual de la palabra hebrea raquia. Se trata del espacio fijado por el Creador "arriba sobre la parte superior de" el mar universal de aquel tiempo, y "abajo por debajo" de la capa de agua que Él había elevado sobre la atmósfera. He hecho lo mejor posible por traducir los seis pronombres (tres en cada caso) que se encuentran en las dos citas anteriores. Estas enfatizan de manera dramática el emplazamiento de la "expansión", esto es, "la expansión atmosférica" en la que vuelan las aves (v. 20).

Pero digo que Génesis 1:1 es el único lugar en Génesis donde se trata de la creación del universo. Si así no fuera, el intérprete contradice a las Escrituras en otros lugares. En el Salmo 104:1-6 el Salmista medita acerca de Génesis Uno y exulta en la grandeza del Creador. Primero se refiere al extendimiento de los cielos en el v. 2. Luego se refiere a la creación de los ángeles en el v. 4. Finalmente habla de la fundación de la tierra en el versículo 5 (y del primer diluvio universal pero preparatorio en el versículo 6). Job 38 confirma el hecho de que los ángeles estaban presentes cuando el Señor puso los fundamentos de la tierra, y que se regocijaron al ver lo que el Creador había hecho.

Por ello, la evidencia en Job y Salmo 104 demanda de manera absoluta al intérprete de Génesis 1:1 que reconozca que este sólo este versículo hace referencia a la creación de los cielos y de la tierra. Después de todo, observarás que la tierra existe en Génesis 1:2 después que haya sido cubierta con el profundo océano. Yo traduzco el versículo así: "Pero la tierra estaba en estado de estar devastada y desolada, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios estaba cerniéndose sobre la faz de las aguas". Traduzco la primera cláusula de esta manera porque el autor ha identificado el segundo de los dos objetos enfáticamente directos (con el indicador del objeto directo en ambos casos) y ha creado un intenso contraste desde el primer versículo identificando sólo uno de los dos objetos directos y mediante el uso de la conjunción y del verbo de estado "estaba en un estado de ser". Por cuanto no hay ningún otro versículo en Génesis Uno que describa la creación de la tierra, el creacionista se ve obligado a reconocer que la tierra, el segundo de los dos objetos directos en el versículo uno, fue evidentemente creada en el versículo uno. Esto y el Salmo 104 llevan a que sea un contrasentido el intento de hacer de los versículos 14-19 se refieran a la creación de los cuerpos celestes.
Además, es la luz del sol lo que ha hecho que el Observador Divino en la superficie reconozca la distinción entre tarde y mañana al girar la tierra sobre su eje ante (e indudablemente con un movimiento de traslación alrededor de) la distante fuente de luz, el sol. Además, si la energía radiante del sol no hubiese penetrado a través de la capa superior de aguas, la tierra habría estado envuelta de una masa sólida de hielo. La germinación no habría sido posible en la última parte del tercer día tal como se describe en Génesis 1:9-13.

[Para esta sección, véase Gorman Gray: The Age of the Universe: What are the Biblical Limits? (Washougal, WA 98671-1209: Morningstar Publications, 1999); Bernard Northrup: In the Beginning - Old Testament 211 (Notas inéditas de clase, Central Baptist Theological Seminary - Minneapolis, Minnesota 55411, 1978); G. V. Wigram: "Examination of the Hebrew Bible as to the Structure and Idiom of the Language;" G. V. Wigram: Translation of Genesis i-ii. 3; ii. 4-25; iii; iv, in Ministry of G. V. Wigram, vol. II/III; publicación original: 26.10.1877; Quinta edición (Addison, ILL.,: Bible Truth Publishers, n/d.]

Geología e Historia Bíblica

La base fundamental para una exégesis apropiada es una lectura natural de la Escritura, que da un marco divinamente revelado de la Historia, de una creación sin fecha definida de los Cielos y Tierra primigenios, una Creación Reciente de la Biosfera, y una Caída y Diluvio asimismo recientes. Y en este marco, todos los datos que nos rodean puede recibir su interpretación. Podemos tener toda la confianza de que todas las observaciones, en último análisis, se amoldarán a la Verdad Revelada, incluso frente a aparentes contradicciones y dificultades, de la misma manera en que las aparentes contradicciones y dificultades de las Escrituras señaladas por los incrédulos desde los tiempos de Porfirio, y otras que observaron los creyentes mismos, se desvanecen con un estudio más cuidadoso. No se debería tener confianza alguna en que la mente caída del hombre pueda, de una manera autónoma, estudiar lo que le rodea y llegar a conclusiones históricas sanas acerca del pasado y de los orígenes, sino que se debería admitir la necesidad de guía, conformando la Palabra de Dios una mente renovada, e impartiéndole el conocimiento que procede de Dios.

Se debería recordar que la respuesta dada por Charles Darwin a las profundas dificultades planteadas a su teoría de la Evolución por estructuras irreduciblemente complejas como el ojo y otras, que incluso para él significaban una evidencia prácticamente irrefutable de Designio, fue el siguiente argumento: "¿Pero cómo podremos confiar en las conclusiones de un cerebro que ha evolucionado del de monos?" Él podía confiar que su cerebro desarrollaría un intento de explicación materialista que excluyera a Dios, ¡pero no estaba dispuesto a confiar en su cerebro cuando toda su capacidad de razonamiento le llevaba muy a su pesar a la realidad del Designio y del Diseñador detrás de tal designio! Realmente, hay una mente corrompida en el hombre caído.

El hombre tiene un mandato de parte de Dios de llegar a conocer el sistema del mundo que Dios ha creado, sus mecanismos de causa y efecto, y que ejerza su dominio sobre el mismo. Esto es, el sistema del mundo tal como lo puede investigar mediante sus observaciones presentes, para un uso funcional (y responsable) del mismo. Pero al hombre no le ha sido dada la tarea de investigar el por qué y el cómo del origen de dicho sistema del mundo. Dios se lo ha revelado, y el hombre debe mantenerse en la revelación recibida de Dios.

A este respecto, el marco conceptual de la historia de la tierra de los Evolucionistas Teístas y de los Creacionistas Progresivos, su paradigma, es fundamentalmente el marco geológico y cosmológico desarrollado desde la perspectiva del Uniformismo Sustantivo, que sigue el lema básico de que el presente es la clave del pasado y el seguimiento de la razón humana autónoma para estudiar hechos y llegar a conclusiones rigurosas, incluso acerca del pasado, sin referencia a ninguna Revelación. Básicamente, esta es la postura de la moderna Academia, siguiendo el racionalismo griego clásico. Fundamentalmente, entonces, los proponentes de la Tierra Antigua [entendiéndose por "proponentes de la Tierra Antigua" aquellos que aceptan largas eras para el desarrollo del registro estratigráfico de la tierra] aceptan en todo lo fundamental el actual cuerpo de Hechos-Interpretaciones-Inferencias-Conjeturas llamado "Ciencia Moderna" como constituyendo un gran e innegable HECHO. Luego acuden al registro de las Escrituras del Libro de los Principios, y lo leen con estas reservas y con esta perspectiva mental.


Nota: Hay dos conceptos diferentes designados como Uniformismo:

Uniformismo Conceptual: Las mismas causas producen idénticos efectos. Esto lo asumimos y aceptamos como intuitivo y evidente por sí mismo.

Uniformismo Sustantivo: La postura que afirma que el Presente es la Clave del Pasado. Esto no puede ser aceptado. A duras penas podríamos decir que el Presente es la Clave del Presente. Sería mucho más apropiado decir que el Pasado es la Clave del Presente.


Se debe decir que en las últimas tres décadas muchos profesionales en el campo de la Geología están modificando el dicho de el Presente es la Clave del Pasado,empujados por la evidencia interna de catastrofismo en las capas geológicas, aunque manteniéndose en una interpretación de largas eras. Un ejemplo es Derek V. Ager, que fue catedrático de Geología en el University College de Swansea. Escribió él un libro, The Nature of the Stratigraphical Record, publicado por Macmillan en 1973. Otro ejemplo es S. J. Gould, que ha admitido rotundamente que los catastrofistas tuvieron siempre la razón (no en el sentido de que apruebe la Geología Diluvial, naturalmente que no la aprueba). Volviendo a Ager, después de examinar las omnipresentes evidencias de catastrofismo en el registro estratigráfico de la tierra, concluye su libro con estas palabras: "En otras palabras, la historia de cualquier región de la tierra, como la vida de un soldado, se compone de largos períodos de aburrimiento y breves períodos de terror". Allí donde Lyell había interpretado las capas geológicas como evidencia de largas eras, Derek Ager atribuye las capas mismas a breves períodos de terror, y las vastas eras de la geología las sitúa entre las capas, en las "discontinuidades estratigráficas", que élinterpreta como muy dilatados períodos de tiempo. Esto muestra lo que significa lainterpretación, en este caso para mantener el paradigma de largas eras. Si las largas eras no se encuentran en la formación de las capas mismas, se colocan entre las capas, pero se mantiene el paradigma.

Ahora bien, un paradigma puede acomodar hechos, reinterpretarlos o arrinconarlos como fenómenos extraños que es de esperar que algún día encuentren su explicación dentro del paradigma. Pero sólo hasta cierto punto. Se llega al punto en que un paradigma debe disolverse, si los hechos, no las interpretaciones, son realmente contradictorios y no pueden acomodarse.

La diferencia entre un paradigma que adopta su marco histórico procedente de la revelación de Dios leída de una manera natural (comprendiendo por "manera natural" lo que es llana y normalmente comprendido por el uso normal del lenguaje) y un paradigma que adopta su marco histórico procedente del principio del Uniformismo Sustantivo es que el primero está basado en la Palabra de Dios, y el segundo se fundamenta en las capacidades del hombre. Se basa en la autosuficiencia del hombre. Éste es el principio de la "Ciencia Moderna", que es un cuerpo de interpretaciones e inferencias y conjeturas, basado en este principio y operado por la razón humano sin consideración a ninguna Revelación.

De modo que consideremos diferentes áreas, y observemos cómo los Paradigmas pueden aceptar los hechos y asimilarlos, o cómo son contradichos por los hechos, como se desvirtúan los hechos, o se reservan por razones adecuadas o inadecuadas para futuras explicaciones.

CONSIDERACIONES A TENER PRESENTES RESPECTO A LA EDAD DEL UNIVERSO

Todo lo anterior significa que la edad del universo es, hablando desde una perspectiva bíblica, una cuestión abierta. Podría tratarse de un universo antiguo, o pudiera ser relativamente reciente. Lo mismo sucede con la edad de la Tierra como cuerpo físico. Su creación pertenece a "el principio". Lo que es de cierto una obra reciente, según la Escritura, es la biosfera y la vida, todo ello obra de los Seis Días. Respecto a la edad del universo y de la tierra misma, se tienen que ponderar diversos criterios, procedentes de los datos que recibimos del universo. Hay muchas y desconcertantes observaciones, y no se trata de una cuestión sencilla. Todos los fenómenos que siguen están documentados en los libros de la Colección Creación y Ciencia o en artículos aparecidos en la revista Génesis, que se encuentran en este mismo centro de la Red:

A. Una diversidad de factores cosmológicos y geofísicos parecen indicar un universo no tan antiguo: Decrementos medidos de la velocidad de la luz.- Una aparente disminución del tamaño del sol.- El influjo de los neutrinos.- La debilitación del campo magnético de la tierra.

B. Los radiohalos de polonio "sin progenitores" implicarían la creación repentina del basamento rocoso de la Tierra prístina, pero ello no da necesariamente una indicación de su edad.

C. Las rocas sedimentarias que pertenecen a las actividades del Tercer Día, del Diluvio y posteriores al diluvio son de origen reciente. Las rocas fosilíferas son necesariamente posteriores a la Semana Creacional, y deben pertenecer al cataclísmico Diluvio universal de los tiempos de Noé y a actividades cataclísmicas posteriores a gran escala (pero en estos casos no universales: p.e., una División Continental en los tiempos de Peleg, con enormes consecuencias). (Para un útil bosquejo, véase Bernard Northrup, Genesis of Geology.)

D. Halos en madera carbonificada - evidencia de una edad limitada y reciente de las rocas diluviales y postdiluviales.

E. Es necesario efectuar comprobaciones acerca de las edades radiométricas de rocas volcánicas intrusivas en o depositadas sobre depósitos sedimentarios diluviales o postdiluviales. ¿Se mide su edad desde el momento de la solidificación del magma? La edad de deposición de estas rocas ha de ser reciente en el escenario diluvial. Básicamente, son de aplicación los mismos argumentos que en el modelo de Catastrofismo Reciente. Las edades radiométricas de las rocas hacen frente a unas verdaderas objeciones y pueden y deberían ser tratadas de una manera crítica, como lo han hecho Slusher y otros [U-Th.Pb, Rb-Sr, K-Ar, etc.] Véase Las Dataciones Radiométricas—Crítica(Colección Creación y Ciencia nº 3 - CLIE, Terrassa, España 1980, 152 pp.).

F. La acumulación de helio en la atmósfera manifiesta unos niveles congruentes con una creación reciente de la atmósfera como tal durante la reciente Semana Creacional.

G. La edad remota dada al universo se basa en la hipótesis del Big Bang y de la evolución estelar. Si las estrellas y las galaxias fueron creadas como entidades funcionales, ¿qué edad tendría el universo?

H. La inmensidad del espacio y las distancias interestelares: ¿qué es lo que realmente ha quedado firmemente establecido?

I. El comportamiento de la luz. Descontando ilusiones, ¿cuánto tiempo ha necesitado la luz desde los más lejanos confines del universo para llegar a nosotros? ¿Qué es lo que se sabe de cierto?

Consideración nº 1. Tenemos el HECHO de las formaciones sedimentarias fosilíferas.

Consideración nº 2. Los estudios de campo muestran que la formación de estas capas no sólo soportan una interpretación cataclísmica, sino que la exigen,incluyendo formaciones tradicionalmente consideradas por los proponentes de la Tierra Antigua y presentadas por ellos como exigiendo largas eras para su formación, como:

(a) los depósitos de las supuestas evaporitas [Véase V. I. Sozansky, "Origin of Salt Deposits in Deep-Water Basins of Atlantic Ocean", Bulletin American Ass. of Petroleum Geologists, vol. 57 (marzo 1973). Citado enGeología—¿Actualismo o Diluvialismo?, Colección Creación y Ciencia nº 2 - CLIE, Terrassa, España, 1980, pp. 50-51.]

(b) los supuestos arrecifes fósiles [Véase "¿Es la limolita Capitán un arrecife fósil?", Anegado en Agua I, Colección Creación y Ciencia nº 13 - CLIE, Terrassa, España, 1988, pp. 181-251. Tiene también un examen de las "evaporitas" o anhidritas.]

(c) la formación de carbón y petróleo, que se ha supuesto que precisaba de largas eras, y que mediante experimentos se ha evidenciado que se forman en condiciones apropiadas en cuestión de días. Además, parece que la formación de carbón y petróleo puede no deberse sólo a un origen orgánico, sino más bien a una combinación de carbonificación orgánica (carbón) y de descomposición (petróleo), ello combinado con una degasificación desde el interior del planeta, en una especie de acontecimiento catalítico. Véase "The Carbon Problem", de Glenn R. Morton, en Creation Research Society Quarterly, Vol. 20(4):212-219, marzo 1984. Véase también Geología—¿Actualismo o Diluvialismo?,Colección Creación y Ciencia nº 2 - CLIE, Terrassa, España, 1980, pp. 52-56.

Consideración nº 3. Tenemos el HECHO de una cantidad muy pequeña de helio en la atmósfera. Ahora bien, en las cadenas de desintegración de elementos radiactivos se producen partículas alfa, que se corresponden con átomos de helio. La naturaleza del helio hace que su escape de la atmósfera no sea factible debido a la gravedad de la tierra. De modo que la interpretación más normal es que esto indica una biosfera reciente, en tanto que los proponentes de la Tierra Antigua desechan este fenómeno suponiendo que debe poderse explicar de alguna manera suponiendo algún mecanismo desconocido de escape. Véase "Up, Up and Away! The Helium Escape Problem", de Larry Vardiman, Acts and Facts, mayo de 1985, Institute for Creation Research, San Diego, CA. Véase también Geophysical & Astronomical Clocks, de Theodore W. Rybka, Huntington Beach, CA. s/f.

Consideración nº 4. Los ratios de Uranio/Plomo, Potasio/Argón y otros métodos son interpretados por los proponentes de una Tierra Antigua como edades. Los catastrofistas recientes contienden, entre otras consideraciones de peso, que en todos los casos conocidos de rocas de edades históricas conocidas de, por ejemplo, 200 años de antigüedad desde su formación (Sicilia, Hawai y otros lugares), han dado SIEMPRE edades muy dilatadas, en el rango de centenares de millones hasta miles de millones de años. Si esto sucede con todas las rocas de edad conocida reciente que han sido medidas, ¿qué sucede con las rocas que han sido medidas y dan TAMBIÉN largas eras, pero de las que no tenemos un testimonio histórico que permita contrastarlas? ¿Cómo sabemos que no son también RECIENTES, pero dando también relaciones isotópicas interpretadas como LARGAS ERAS? EL hecho es que estos ratios isotópicos admiten (por hablar con comedimiento) otra interpretación, que explica estas y otras anomalías: el MODELO DE MIXTURA. Esta cuestión y otras están tratadas en el artículo de Russell Arndts, William Overn y Mike Cramer, "Pseudoconcordancia en la datación radiactiva mediante U-Pb y otros sistemas", en Cronometría—Consideraciones Críticas, Colección Creación y Ciencianº 15, pp. 289-329 (CLIE, Terrassa, España, 1987). También, "A Demonstration of the Mixing Model to Account for Rb-Sr Isochrons", por Larry S. Helmick y Donald P. Baumann, en Creation Research Society Quarterly, Vol. 26(1):20-23, junio 1989.

Consideración nº 5. La inmensidad del universo y el tiempo que la luz tarda en llegar a nosotros. Los proponentes de la Tierra Antigua mantienen que es un hecho que la luz ha necesitado miles de millones de años en llegar a nosotros desde las galaxias más distantes, apelando a la constancia de la velocidad de la luz (c = 300.000 km/s), y que por ello el universo ES antiguo. Los proponentes de la posición clásica del universo reciente mantienen que la constancia de la velocidad de la luz es una SUPOSICIÓN, aparte del hecho de que hay posibles explicaciones incluso en tal caso. Sin embargo, PARECE haber habido un decremento en la velocidad de la luz, y el razonamiento de que los sistemas más antiguos de medición de la velocidad de la luz tenían un gran error no es demasiado válido, por cuanto el margen de error de aquellos métodos es conocido, y menor que la magnitud de la diferencia. Véase el cuidadoso informe acerca de esta cuestión, The Atomic Constants, Light and Time, Informe de Investigación invitado, por Trevor Norman y Barry Setterfield, preparado por Lambert T. Dolphin, Investigador Físico Jefe, Stanford Research Institute International. Hay debate acerca de esto, como acerca de tantas cosas. En este campo estamos tratando acerca de conjeturas y presuposiciones, pero que dan unos nuevos y provocativos atisbos. Una cosa debe mantenerse en mente, que el argumento para el decremento de C (el decremento de la velocidad de la luz) no es en absoluto débil, y que el debate acerca de ello mismo ha evidenciado más calor que luz. Hay además otras posibles explicaciones, como la propuesta por D. Russell Humphreys en su libro de 1994, Starlight and Time: Solving the Puzzle of Distant Starlight in a Young Universe.

Cosa interesante, las imágenes transmitidas por el telescopio Hubble de las galaxias más distantes recientemente descubiertas muestran estrellas y galaxias maduras, en tanto que si la evolución estelar fuese cierta y la edad del universo fuese muy antigua, deberíamos estar recibiendo imágenes del pasado distante y por tanto deberíamos estar viendo estrellas y galaxias muy jóvenes. Desde luego HAY fenómenos sumamente perturbadores para una perspectiva de un Universo Antiguo, y que señalan a un universo reciente.

Consideración nº 6. La enseñanza escrituraria de que la Muerte entró en el Kosmospor el pecado del hombre [Romanos 5:12 - "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron"] implica que la Biosfera y todo su contenido han de tener una edad que se corresponda con la lectura natural de Génesis Uno. Esto es diluido por Hugh Ross, de Reasons to Believe, con la pretensión de que la mortalidad física era consustancial con la Creación, y que la muerte que se menciona en Génesis 2:16-17 [Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás"] se refiere sólo a la muerte espiritual. Naturalmente, esto suena a bastante plausible, excepto cuando uno lee la Escritura sin ninguna preconcepción. En primer lugar y de manera especial, en la afirmación de Ross no tenemos una exegesis, sino una eisegesis, esto es, la manera en que Hugh Ross enseña este pasaje no es lo que el pasaje dice, sino lo que él le fuerza a decir. Este pasaje habla de MUERTE. Y de MUERTE para un ser espiritual y físico significa la muerte para la totalidad de su ser. Significa muerte espiritual y muerte física, y así es como siempre ha sido comprendido. Y más aún, este es también el sentido que le da el Espíritu Santo en 1 Corintios 15 mediante el Apóstol Pablo, con estas palabras:

20 Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.
21 Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.
22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.
23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.
24 Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia.
25 Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.
26 Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.

"Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos." Si la resurrección a la que aquí se hace referencia es FÍSICA, queda claro que la muerte a que se hace referencia, y que entró POR UN HOMBRE, es también física.

Una cuidadosa consideración del pasaje con todo su contexto dejará claro que se refiere al aspecto físico de la muerte que queda desecho por la resurrección de Cristo. Los que son de Cristo ya NO ESTÁN muertos espiritualmente. Pero mueren físicamente (esto es, hasta la venida del Señor). "Porque así como en Adán todos mueren [POR CUANTO LA MUERTE ENTRÓ POR UN HOMBRE], también en Cristo todos serán vivificados". La enseñanza consistente de la Escritura es que en la Creación original no había muerte ni depredación. El alimento de todos los seres animados era las plantas, que son simplemente fábricas de alimentos, de modo que su consumo no implica muerte. La llegada de la muerte NO se debió a cómo Dios hizo el universo, sino más bien al pecado de la criatura.

CONCLUSIÓN

Citemos aquí de nuevo lo que dice Tertuliano en De anima, 52, contradiciendo la filosofía naturalista griega:

Nosotros, que conocemos el origen del hombre, sabemos de cierto que la muerte no procede de la naturaleza, sino del pecado.

Cuando el Señor venga a reinar, entonces habrá un retorno a condiciones idílicas, cuando

Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará (Isaías 11:6).

El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová. (Isaías 65:25).

Estos serán ciertamente "los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo" (Acts 3:21).

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