lunes, 26 de marzo de 2012

Las Mutaciones

Escrito por Dr. Ernesto Contreras

Los avances en la Genómica (ciencia que estudia los genes), la Biología molecular (ciencia que estudia la estructura y comportamiento de las biomoléculas) y la tecnología, principalmente el microscopio electrónico, han permitido que en los últimos 20 años, se haya logrado provocar múltiples mutaciones en organismos como bacterias, plantas (cereales transgénicos), e insectos, como la mosca de la fruta; así como la clonación de mamíferos: ratones, chimpancés y ovejas, como la famosa Dolly.

Con todos estos conocimientos y el descubrimiento de los virus, bacteriófagos, viroides, virusoides y priones, que sin estar vivos parasitan células y controlan su funcionamiento forzándolas a replicarlos (hacer copias de ellos), ya se tienen más que suficientes conocimientos para saber queninguno de ellos, a pesar de múltiples manipulaciones genéticas, pueden evolucionar a otra especie.

En nuestros tiempos, la teoría de la evolución sigue enseñándose oficialmente a pesar de que miles de descubrimientos científicos han confirmado, incontrovertiblemente, que por ser todos los seres vivos tan extremadamente complicados y tener rasgos como simetría, función, utilidad y belleza entre otras cosas, necesariamente se debe aceptar que fueron diseñados y creados, y que no son un producto de la casualidad, ni de la evolución.

Se llama Lamarckismo, de Jean Baptiste Pierre Amtoine De Monet, caballero de Lamarck (1744 a 1829), a la enseñanza de cómo el medio ambiente puede provocar las mutaciones. Por ejemplo, que la jirafa para sobrevivir, desarrolló el cuello largo a través de muchas generaciones, porque necesitaba comer de las hojas solo disponibles en los árboles más altos.

Por otro lado, Darwin aseguró que:

“El mundo está y ha estado en constante cambio desde su origen, por lo que el proceso de evolución es permanente y gradual y todos los organismos con semejanzas entre sí, seguramente descienden de un antepasado común. La evolución se da porque en cualquier región natural, los individuos de una especie enfrentan condiciones adversas a su supervivencia, como escasez de alimento y de morada, enfermedades, accidentes, depredadores y cambios climáticos violentos, y que los organismos que se logran adaptar, transmiten nuevas capacidades a su descendencia, creando nuevas especies.

Cuando según él, aparecen nuevas y diferentes especies en una misma región, se le llama especiación simpátrica, y cuando aparecen en regiones separadas, se le llama especiación alopátrica.

Sin embargo, actualmente se sabe que los cambios adquiridos por la adaptación manifestada en circunstancias especiales, o por la rarísima adición de información genética favorable, aunque se transmita a la descendencia expresándose en características nuevas y permanentes, nunca propicia el cambio de una especie a otra. La verdadera sobrevivencia del más fuerte es la que permite la preservación de la especie a base de mutaciones “horizontales” (dentro de la misma especie).

Esto y no la evolución, ocasiona la llamada descendencia modificada o fortalecida que permite desarrollar mejores variedades de cereales, ganado, aves y otros animales.

Sin embargo, el 99.99% de las veces las mutaciones genéticas en las células (como las provocadas la radiactividad), ocasionan daños severos, incapacidad, transformación cancerosa y hasta la muerte de la célula o su descendencia inmediata, cuando estos daños rebasan la capacidad del ADN de repararse, pero prácticamente nunca se integran al genoma como cambios permanentes y heredables.

Hablando sobre las mutaciones favorables, uno de los pilares fundamentales en los que se sustenta la teoría de la evolución, el científico Luigi Cavalli-Sforza, el famoso genetista de la Universidad Stanford (quien encabezó el proyecto del genoma humano) dice:

“La evolución resulta por la acumulación de nueva información. Las mutaciones genéticas son espontáneas y por azar, rara vez son benéficas y más frecuentemente son inconsecuentes o perjudiciales.”

El conocido evolucionista Pierre Paul Grassé (libro: La Evolución De Lo Viviente. 1977) hablando de las mutaciones como una fuerza inefectiva para la evolución, agrega:

“independientemente de lo numerosas que sean, las mutaciones no producen ningún tipo de evolución. Que las mutaciones que le permiten a los animales y a las plantas satisfacer sus necesidades, aparezcan tan oportunamente (por casualidad), parece difícil de creer.”

Ernst Mayr, quien indudablemente es considerado el más eminente taxonomista evolucionista en el mundo, dice:

Las mutaciones benéficas realmente son raras.”

Y Crow y Cartwright concluyen:

“Las mutaciones que afectan el fenotipo (aspecto exterior del organismo) casi siempre son perjudiciales.”

Thomas H. Morgan ganó un premio Nobel en 1933 por sus estudios durante más de 25 años, en la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster). A ésta, durante años, se le ha sometido a radiaciones, sustancias químicas y agentes biológicos (virus) con el fin de causarle mutaciones, pero sólo se han logrado cambios dentro de la misma especie o monstruosidades en la descendencia, pero nunca han logrado transformarla en una nueva especie no perjudicial.

Nunca se ha visto en la naturaleza que aparezca una nueva especie, y nunca se han descubierto en los fósiles, formas intermedias o “eslabones perdidos” que sugieran que alguna vez, un especie evolucionó a partir de otra. Para terminar, mencionemos que en una conferencia, el Paleontólogo de Harvard Stephen Jay Gould (1985), habló del tema así:

“Una mutación no produce en gran cantidad, nueva materia prima. No se hacen nuevas especies a base de mutar las existentes. Es una idea popular que la evolución es producto de mutaciones al azar, pero las mutaciones no son la causa de los cambios evolutivos.”

Georges Wald (1906 A 1997), investigador de la Universidad de Harvard, ganador en 1967 del premio Nóbel de medicina y fisiología por sus trabajos en la bioquímica de la visión, declaró:

“En cuanto al origen de la vida en esta tierra, sólo hay dos posibilidades: Creación o generación espontánea. No hay una tercera forma. La generación espontánea fue refutada hace 100 años, con los trabajos de Redi (1688), Spallanzani (1780) y Pasteur (1860); pero eso nos lleva únicamente a otra conclusión: La creación sobrenatural. Esta no podemos aceptarla por razones filosóficas y personales; por tanto, escogemos creer lo imposible: Que la vida surgió espontáneamente, por causalidad.”

Wernher Von Braun (1912 a 1977), exdirector de la NASA, dijo:

“Mientras más estudiamos el espacio, más convencido estoy del ordenado control de Dios sobre un universo aparentemente infinito. Es tan difícil entender a un científico que no reconoce la presencia de Dios, como lo es comprender a un teólogo que niegue los avances de la ciencia.”

jueves, 22 de marzo de 2012

Ética darwinista... Cuidado!!!


Evolution News & Views   22 de febrero de 2012 | Permalink

Los directores de Nature opinan que la ética médica ha evolucionado, y quenecesita evolucionar con los tiempos. Señalan a abusos del pasado, que se consideraban aceptables en el pasado y que hoy se consideran odiosos, inconsiderados y abominables. En la actualidad somos más cuidadosos, dicen, para tranquilizar a los lectores. Pero cuando la ética evoluciona ... ¡cuidado!

Los directores se manifestaban llenos de una justa indignación en su editorial del 9 de febrero.1 En 1944, el gobierno de los EUA permitió a John Cutler, un médico del Servicio de Salud Pública de los EUA, infectar a guatemaltecos con sífilis y gonorrea sin su consentimiento con el fin de ensayar un profiláctico. Claro, claro, todo era para bien; ¿quién no querría usar la ciencia, con sus métodos experimentales controlados, para encontrar un remedio para unas destructoras enfermedades que afligen a millones?

En total se infectó a 1.308 presos. Algunos de ellos todavía viven, habiendo sufrido las consecuencias desde entonces. En el mismo número de Nature,2Matthew Walter describía otros ejemplos de una ética torcida («Experimentos con humanos: Primero, hacer daño»). Pero antes de condenar a los culpables del pasado por sus «Juramentos Hipócritas», advertían los directores, tenemos que evaluar de manera franca cómo evoluciona la ética. Aquellos «bárbaros experimentos» en la Guatemala de la posguerra suscitan graves cuestiones acerca de cómo los historiadores juzgarán las prácticas actualmente «aceptables».

Lo más turbador es que Guatemala no fue un caso aislado. Los directores y Walter exhumaron toda una retahíla de inquietantes incidentes dentro del pasado reciente:

  • En 1941, «el médico de EUA William Black infectó a niños, incluyendo un bebé de 12 meses, con el virus herpes». Su trabajo fue en su tiempo publicado en la revista Journal of Pediatrics.
  • A los residentes de un hospital psiquiátrico se les infectó con gripe. Es dudoso que ninguno de ellos pudieran haber prestado consentimiento. «Sería tentador explicar estos abusos de la investigación como la tarea de unos aislados científicos peligrosos», dicen los directores, «pero el estudio en Michigan fue llevado a cabo por un investigador destacado de aquel tiempo, Thomas Francis Jr., y por su joven colega, Jonas Salk, que posteriormente desarrollaría la vacuna contra el polio 
  • En 1963, «un equipo dirigido por Chester Southam inyectó células tumorales en pacientes gravemente enfermos en el Hospital Judío para Enfermedades Crónicas en Nueva York sin informarles de que las inyecciones contenían cáncer», prosigue la lista. «Southam fue posteriormente puesto a prueba por el colegio médico de Nueva York, pero muchos investigadores defendieron el trabajo realizado y, posteriormente, fue elegido presidente de la Asociación Americana de Investigación sobre el Cáncer.»
Por lo que se refiere a Cutler, sus abusos no quedaron en Guatemala. Regresó a los EUA y siguió sometiendo a presos americanos, pacientes psiquiátricos y soldados a infecciones con enfermedades de transmisión sexual. Algunos de sus métodos, descritos por Walter, son indignantes. Mentía para conseguir la cooperación de los pacientes para los ensayos:

La comisión dice que no hay pruebas de que Cutler buscase u obtuviese el consentimiento de los participantes, aunque en algunos casos recibió permiso de oficiales militares, de funcionarios de prisiones y de médicos que supervisaban a los pacientes en el hospital psiquiátrico. En una carta a su supervisor, John Mahoney, director del VDRL, Cutler admite abiertamente que engañaba a los pacientes en el hospital psiquiátrico, a los que inyectaba sífilis y luego trataba. «Este disimulo me mantiene en marcha», escribió Cutler.

Para colmo, Cutler no pudo presentar ningún éxito. Nunca publicó su trabajo sobre métodos profilácticos. «Los experimentos fueron no sólo una violación de la ética contra toda conciencia, según acusa la comisión de bioética, sino que fueron además mal concebidos y mal realizados.» Sería de esperar que la justicia se encargara de este monstruo. Al contrario — su carrera prosperó:

A pesar de estos fracasos, el trabajo pulió las credenciales de Cutler. Pocos meses después de volver a su país, la Organización Mundial de la Salud envió a Cutler a la India para dirigir un equipo para enseñar cómo diagnosticar y tratar las enfermedades venéreas. En la década de 1960 pasó a ser investigador jefe en el infame experimento de Tuskegee en Alabama, en el que cientos de hombres de raza negra con sífilis fueron estudiados durante décadas sin administrárseles tratamiento. Avanzó profesionalmente en el Sistema Público de Salud y posteriormente llegó a ser profesor de salud internacional en la Universidad de Pittsburgh en Pennsylvania. Murió en 2003, mucho antes que se denunciasen los detalles de los experimentos realizados en Guatemala.

Médico inoculando un placebo a sujetos del infame estudio de Tuskagee, Alabama, sobre sífilis (que se realizó entre los años 1932 y 1973). Fotografía: Archivos Nacionales de los EUA
Tras la exposición de estos antecedentes, regresemos ahora al tema de si la ética puede o debiera evolucionar. Los directores de Nature parecen encontrarse en un dilema. Comienzan con una clara declaración de principios:

Las limitaciones éticas para los experimentos con humanos se pueden expresar de manera muy sucinta. «Los límites de la experimentación justificable con nuestros semejantes están bien y claramente definidos», escribió hace más de un siglo el médico canadiense William Osler, uno de los grandes pioneros de la medicina en los EUA: «Para el hombre, las condiciones que hacen permisibles tales ensayos son una seguridad absoluta y un consentimiento pleno.»

Viviendo como vivimos en esta era de ilustración posNazi, deberíamos haber memorizado el Código de Nuremberg de ética médica (1946-1947), según se nos recuerda en el pase de diapositivas de Matthew Walter, que «los experimentos deben obtener un consentimiento voluntario de los participantes y deberían evitar todo perjuicio innecesario». En 2010, el Presidente Barak Obama presentó disculpas formales a Guatemala por los abusos realizados en el pasado. Estos recordatorios que aparecen en Nature parecen mantener unas normas que, por definición, se mantienen vigentes.

Sin embargo, de alguna forma misteriosa, los directores de Nature manifiestan que la ética ha evolucionado y debería evolucionar. Observemos la enrevesada fraseología que mezcla estasis y evolución en la misma declaración: «Aunque las normas de los EUA han evolucionado, los conceptos de consentimiento informado y de seguridad siguen sustentando la investigación en humanos». Por una parte nos llaman a hacer un profundo examen de conciencia:

¿Qué clase de investigación considerada en la actualidad como aceptable será denunciada por futuras generaciones? Esta pregunta debería estar en mente de todos los investigadores, porque la historia podrá juzgarles más duramente que sus contemporáneos. Un ejemplo podría ser la negación de tratamiento a enfermos por el uso de placebos en ensayos clínicos y la forma en que algunos de estos ensayos se llevan a cabo en naciones en desarrollo, en medio de acusaciones de abuso de participantes pobres y poco educados. Y ampliando esto a otros tipos de investigación, las actitudes ante la investigación con células madre embrionarias pudieran endurecerse. Y generaciones futuras pudieran extender la protección actualmente extendida a los humanos para cubrir otras especies, como los chimpancés.

Por otra parte, predican que es necesario que las normas éticas evolucionen con el paso del tiempo:

Naturalmente, hay una clara diferencia entre los experimentos de Guatemala y la investigación con chimpancés. La investigación realizada en Guatemala era ilegal, incluso en la década de 1940, y la mayor parte de los datos no resultaron útiles y quedaron sin publicar. Sin embargo, como en el caso de la investigación con células madre embrionarias, hay un gran debate acerca de la ética de usar chimpancés como sujetos de la experimentación. En estos y otros casos, las naciones harían bien en atender a algunas de las lecciones derivadas de la investigación acerca de los experimentos de Guatemala. Los gobiernos y otros financiadores de la investigación deben ejercer una supervisión total, proporcionar tanta transparencia como sea posible, y asegurar que los reglamentos sean claros, fuertes y evolucionen con los tiempos.

Quizá se refieren a evolución por ortogénesis. En esta teoría de la evolución «en línea recta» (popular a principios del siglo 20), las cosas evolucionan hacia una meta. Quizá estamos más cerca de lo caliente, en nuestro movimiento hacia la norma ética absoluta. Mejor supervisión, regulación y transparencia asegurarán que lleguemos allí.

Sin embargo, Charles Darwin predicó que la selección natural no imprimía dirección alguna y que era contingente. Stephen Jay Gould hizo hincapié en este punto: rebobinemos la cinta de la evolución, volvámosla a pasar, y seguramente conseguiremos resultados diferentes. Darwin aplicó también su concepto de selección natural a la mente y a las emociones humanas. Según su punto de vista (indudablemente compartido por los directores de Nature), la ética que consideramos normativa hoy no llegó con ninguna dirección ni meta; la ética «es lo que es» —igual que los sentimientos de dicha o de repulsión que sentimos cuando comparamos nuestros valores con los de 1941. Por extensión, la ética de 2050 o de 2100 puede que abomine de lo que elogiamos y que glorifique lo que rechazamos con horror.

Los directores de Nature no pueden asimilar del todo la conclusión lógica de su perspectiva evolucionista. Su admiración por la evolución queda atenuada por el reconocimiento de que la sociedad necesita absolutos. Uno no puede referirse a pasados abusos como «contra toda conciencia» sin una conciencia. No se pueden juzgar los abusos del pasado sin una norma en base a la que juzgar. El principal defensor de Darwin en la actualidad, Richard Dawkins, ha admitido que no le gustaría vivir en un país operado en base a la selección natural. Prefiere vivir en una sociedad nominalmente judeocristiana, una que todavía cree en el imperio de la ley basado en una ética inmutable, que le concede la libertad de llevar a cabo su empresa de socavar la cosmovisión judeocristiana.

Los directores guardan un significativo silencio acerca de Corea del Norte, donde funciona ampliamente la investigación sobre presos humanos, con el resultado de inenarrables horrores de dolor y sufrimiento —y donde se espera que las víctimas canten las alabanzas del Querido Líder por permitirles servirle de esta manera. ¿Quiénes son los directores para acusarlos? ¿Cómo pueden saber si en alguna época futura los historiadores juzgarán duramente no a los nordcoreanos, sino a los directores de Nature por su vergonzosa, bárbara y anticientífica sugerencia de que Cutler actuó mal? Si el fin último es la supervivencia de los más aptos en la lucha por la existencia, si el hombre es un compuesto de materia y energía más o menos evolucionado separado de los animales sólo en grado, en lugar de ser creado por Dios a Su imagen y semejanza, la ética deviene una mera valoración utilitaria y contingente. La Regla de Oro de la ética no puede edificarse sobre esta base de arenas movedizas.

¡Cuidado con la «evolución de la ética»!

Referencias:

  1. Editorial, «Hypocritical Oaths [Juramentos Hipócritas]», Nature 482 (9 de febrero de 2012), p. 132, doi:10.1038/482132a. 
  1. Matthew Walter, «Human experiments: First do harm [Experimentos con humanos: Primero hacer daño]», Nature News Feature, vol. 482 (8 de febrero de 2012), número 7384.


Fuente: Evolution News – When Ethics "Evolve," Beware 22/02/2012
Redacción: Evolution News and Views © 2012 - www.evolutionnews.org
Traducción y adaptación: Santiago Escuain — © SEDIN 2012 - www.sedin.org 
Usado con permiso para: http://www.culturadelcristiano.com/