sábado, 24 de octubre de 2009

DOS EXPLICACIONES DEL ORIGEN DEL UNIVERSO Y LA VIDA III

En esta oportunidad quiero compartir la tercera parte de un curso basico sobre temas importantes para el creyente. Este curso fue desarrollado por Apologeticspress, y desde luego lo considero de gran calidad e importancia.

Nota: Si alguien quisiera desde ya todo el curso, unicamente se tienen que comunicar con migo, y con gusto les hago llegar el curso completo, incluyendo evaluaciones de todo el material, y si no buscan en la pagina de Apologeticspress, en el area de cursos autodidacticos.




CREACIÓN VS. EVOLUCIÓN— [PARTE III]


Existen dos explicaciones mutuamente exclusivas y diferentes para el origen del Universo y de la vida en él—la evolución y la creación. Ambos conceptos pueden ser explorados como modelos científicos, ya que ambos pueden ser usados para explicar y predecir ciertos factores científicos. Obviamente el concepto que hace un mejor trabajo en explicar/predecir es el mejor modelo científico. Para examinar propiamente los dos modelos, cada uno de estos debe ser comparado con los hechos disponibles. En esta lección nos gustaría examinar en particular la evidencia del registro fósil—primero, ya que ese registro se relaciona generalmente a la controversia creación/evolución, y segundo, ya que el registro se relaciona específicamente al asunto del origen humano.


Mientras consideramos la evidencia, es esencial saber exactamente qué predicen los modelos de la evolución y la creación para que así las predicciones sean comparadas con la información real. El modelo de la evolución predice que: (a) las rocas “más antiguas” contendrían evidencia de las formas más “primitivas” de vida capaces de fosilización; (b) las rocas “más jóvenes” exhibirían formas de vidas más “complejas”; (c) sería aparente un cambio gradual en organismos de lo “simple-a-lo-compuesto”; y (d) se harían presentes formas transicionales.


El mismo Charles Darwin declaró en el Origin of Species (Origen de las Especies) que “el número de variedades intermedias, las cuales han existido antiguamente, [debe] ser realmente enorme”.No obstante, él llegó a admitir: La geología con toda seguridad no revela tal cambio orgánico minuciosamente clasificado; y esto, tal vez, es la objeción más obvia y más seria que puede ser argumentada en contra de esta teoría. La explicación yace, yo creo, en la imperfección extrema del registro fósil (1956, pp. 292-293).


Efectivamente este fue un problema para la teoría de Darwin, y todavía permanece siendo un problema para la versión moderna de la evolución. Después de todo, ¿no es un poco ridículo esperar que la gente acepte una teoría científica como verdadera cuando sus defensores tienen que explicar por qué mucho de la evidencia crucial falta?


Esto sería como un abogado que trata un caso de homicidio en un proceso judicial, y que dice en su discurso de apertura: “Nosotros sabemos que el acusado es culpable de homicidio, aunque no podemos encontrar una razón, el arma, el cuerpo, o algún testigo”.


Desde luego, es verdad que el registro fósil es imperfecto. Darwin sugirió una razón para esa imperfección—la investigación insuficiente. En 1859 (cuando Darwin escribió su libro), la mayoría de la recolección de fósiles había sido hecha en Europa y los Estados Unidos. No obstante, después de más de 140 años de trabajo paleontológico, la defensa de Darwin no puede ser sostenida más. De hecho, un geólogo evolucionista, T.N. George de Gran Bretaña, declaró más de cuarenta años atrás: “No hay necesidad para disculparse nunca más por la pobreza del registro fósil. En algunas formas ha llegado a ser casi incontrolablemente rico” (1960, 48[1]:1-5).


Por otro lado, el modelo de creación predice que: (a) las rocas “más antiguas” no siempre contendrían la evidencia de la forma más “primitiva” de vida, y las rocas “más jóvenes” no siempre contendrían evidencia de la forma más “compleja” de vida; (b) no siempre aparecería una forma de progresión de vida de lo simple-a-lo-complejo; en cambio, hubiera un repentino “estallido” de formas de vida diversas y complejas; y (c) hubiera una ausencia obvia y regular de fósiles transicionales, ya que no hubo formas transicionales. Los evolucionistas y los creacionistas sí están de acuerdo en una cosa: Si debe haber alguna evidencia física para la evolución, por necesidad tendrá que venir del registro fósil, porque es solamente aquí que la evidencia histórica real de la evolución puede ser localizada.


En el pasado, algunos equivocadamente pensaron que fue dentro del registro de las rocas—“el museo de la naturaleza”—que la evolución finalmente sería documentada. No obstante, cuanto más y más hallazgos fueron descubiertos, llegó a ser claro que la evidencia del registro fósil se opone fuertemente a la evolución y sostiene fuertemente a la creación.


Primero, considere la predicción del modelo de la evolución de que el registro fósil debería revelar una progresión de formas de vida de lo simple-a-lo-compuesto. Hasta recientemente, un examen del estrato Precámbrico de la tabla de tiempo geológico (la capa más baja de esa tabla de tiempo) mostró evidencia indiscutible de formas fósiles multicelulares, mientras que la capa Cámbrica (la siguiente capa más alta) mostró un repentino “estallido” de formas de vida. En años pasados, éste fue un problema serio y fundamental para la teoría evolutiva.


Hoy en día, los evolucionistas sugieren que han encontrado, en la era Precámbrica, animales multicelulares que no tenían armazón o esqueleto. Clasificados colectivamente como el complejo fósil Ediacaran, estos hallazgos incluyen animales que se parecen a las medusas, posiblemente relacionados a los corales, y a los gusanos segmentados.


Pero incluso con estos nuevos hallazgos, el problema fundamental para los evolucionistas persiste ya que en la capa Cámbrica encontramos fósiles de muchas diferentes clases de animales, mientras que en las capas debajo de estos fósiles, encontramos solamente unos pocos organismos “como-medusas”. Los evolucionistas proponen que estos organismos deben representar los antepasados de todos los fósiles en el estrato Cámbrico, aún así no hay formas transicionales para sugerir tal relación. El problema de los “antepasados faltantes” en las rocas Precámbricas es grave como siempre lo fue.


Segundo, si el registro fósil debe ofrecer apoyo para la evolución, debe demostrar una secuencia bien definida de formas intermedias completamente funcionales, por lo que pretendemos decir que ciertas condiciones deben ser reunidas antes de que un organismo (fósil o vivo) pueda ser considerado como una forma intermedia verdadera.


Eso significa que nosotros deberíamos ver partes transicionales del cuerpo tales como mitad escamas/mitad plumas, o animales que son algo como mitad reptiles/mitad mamíferos. Sin embargo, el registro fósil no satisface las condiciones para alguna forma transicional. Por ejemplo, los mamíferos toman muchas formas, pero todos son igualmente mamíferos; las aves varían grandemente, pero todas son avícolas. El paleontólogo de Harvard Stephen J. Gould ha declarado que la ausencia de etapas intermediarias de fósiles ha permanecido como un “problema persistente y fastidioso para el relato gradualista de la evolución” (1980, p. 127). Efectivamente ha sido—y ¡todavía lo es más después de dos décadas que él hizo ese reconocimiento!


El modelo de la creación predice un “estallido” repentino de vida— con plantas y animales completamente formados. El modelo de la creación predice una mezcla de formas de vida. El modelo de la creación predice una ausencia sistemática de formas transicionales.


La evidencia del registro fósil claramente muestra: (a) vida completamente formada apareciendo repentinamente; (b) una mezcla de formas de vida (por ejemplo, casi todas, si no todas, de la división en el periodo Cámbrico); y (c) una falta obvia de formas transicionales.


Hoy en día los evolucionistas, con seguridad, están en una posición vergonzosa. No pueden encontrar ni las formas transicionales que su teoría demanda, ni el mecanismo para explicar cómo los procesos evolutivos supuestamente ocurrieron. No obstante, los hechos calzan en el modelo de la creación perfectamente.


Tanto los creacionistas como los evolucionistas están de acuerdo de que los fósiles existen, y que éstos representan el medio ambiente en el cual una vez vivieron. Sin embargo, no es el fósil en sí mismo lo que los creacionistas cuestionan, sino en cambio la interpretación colocada sobre esos fósiles por los evolucionistas. Yen ninguna parte es esto más evidente (o más fundamentalmente importante) que en los fósiles que se relacionan con la evolución humana—un área que nos gustaría investigar más en esta lección.


EL REGISTRO FOSIL Y LA EVOLUCIÓN HUMANA


Vamos a ser directos acerca de una cosa. De todas las ramas que deben ser encontradas acerca de ese infame “árbol de la vida evolutiva”, la que guía al hombre debería ser la más documentada.


Después de todo, ya que son considerados la llegada evolutiva más reciente, los fósiles pre-humanos supuestamente habrían estado expuestos a procesos naturales de descomposición por menos plazo de tiempo, y por ende deberían estar mejor preservados y más fáciles de encontrar que cualquier otro. [Considere, por ejemplo, cuántos fósiles de dinosaurios poseemos, y ¡se supone que esos animales deberían haber existido hace más de cien millones de años!] En adición, ya que los fósiles homínidos son de mayor interés para el hombre (porque se supone que éstos representan su pasado), es seguro decir que más personas han estado buscando por ellos mucho más tiempo que por algún otro tipo de fósiles. Si existe alguna forma transicional real en algún lugar en el mundo, ésta debería ser documentada más abundantemente en la línea que guía desde el primer primate hacía el hombre moderno. Con seguridad, los fósiles en este campo han recibido más publicidad que en ningún otro. Pero exactamente, ¿qué revela el registro fósil humano? ¿Cuál es su mensaje central? Lyall Watson, al escribir en la revista Science Digest, declaró sin rodeos: “Los fósiles que decoran nuestro árbol genealógico son tan escasos que hay aún más científicos que especimenes. El hecho remarcable es que toda la evidencia física que tenemos para la evolución humana puede aun ser colocada, con espacio de sobra, dentro de un simple féretro” (1982, p. 44). Y relativamente pocos fósiles del “árbol genealógico” han sido encontrados desde que este enunciado fue hecho.


Desde luego, el público generalmente no tiene idea de cuán escasa exactamente, y cuán fragmentaria (¡literalmente!), es la “evidencia” para la evolución humana. Además, es prácticamente imposible determinar qué “árbol genealógico” uno debe aceptar. Richard Leakey (de la famosa familia caza-fósiles en África) ha sugerido uno. Su fallecida madre, Mary Leakey, propuso otro. Donald Johanson, presidente del Instituto de Orígenes Humanos en Berkeley, California, ha propuesto todavía otro. Y Meave Leakey (la esposa de Richard) ha propuesto todavía uno más. En una reunión anual de la Asociación Americana por la Difusión de la Ciencia, muchos antropólogos de todo el mundo descendieron a la ciudad de NewYork para ver fósiles homínidos exhibidos por el Museo Americano de Historia Natural. Reportando acerca de esta exposición, la revista Science News tuvo esto para decir:


Uno algunas veces se pregunta si los orangutanes, chimpancés, y gorilas alguna vez se sientan alrededor del árbol, con- templando quién es el pariente más cercano del hombre. (y ¿les gustaría ser?) Tal vez ellos aún se ríen entre dientes por las maquinaciones de los científicos cuando ellos compiten para pintar el mapa definitivo de la evolución en la tierra. Si son colocadas una encima de otra, todas estas versiones competitivas de nuestra vía evolutiva hicieran a la autopista de Los Angeles lucir como la Carretera de Campo 41 en Elkhart, Indiana (vea “Whose Ape Is It, Anyway?,” 1984, p. 361). ¿Cómo, a la luz de tales confesiones, pueden los científicos evolucionistas posiblemente defender la idea de la evolución simio/humana como un “factor científico probado”?


La familia de primates (homínida) supuestamente consiste de dos géneros comúnmente aceptados: Australopitecos y Homo. Aunque es imposible presentar algún panorama de evolución humana, sobre el que incluso los evolucionistas mismos estarían de acuerdo, actualmente el panorama alegado (cosechado de los propios escritos de los evolucionistas) puede presentarse como esto:


Aegiptopitecos zeuxis (28 millones de años atrás)_Driopitecos africanus (20 millones)_Ramapitecos brevirostris (12-15 millones)_Orrorin tugenensis (6 millones)_Ardipitecos ramidus (5.8-4.4 millones)_Keniantropos platyops (3.8 millones de años) _ Australopitecos anamensis (3.5 millones) _ Australopitecos afarensis (3.4 millones)_Homo habilis (1.5 millón)_Homo erectus (2-0.4 millón)_Homo sapiens (0.3 millón al presente).


Ahora, aquí está lo equivocado con todo esto. Aegiptopitecos zeuxis ha sido llamado por Richard Leakey “el primer simio que surgió del depósito de monos del Antiguo Mundo” (1978, p. 52). No hay controversia en esto; el animal en verdad es un simio. El Driopitecos

africanus es (según Leakey) “el depósito del cual todo simio moderno evoluciona” (p. 56). Pero como los evolucionistas David Pilbeam y Elwyn Simons han señalado, el Driopitecos ya estaba “demasiado comprometido conla familia de los simios”comopara ser el progenitor del hombre (1971, p. 23). No hay controversia en esto; el animal en verdad es un simio. ¿Qué acerca del Ramapitecos? Gracias al trabajo adicional de Pilbeam, nosotros sabemos que el Ramapitecos no fue un homínido en absoluto, sino meramente otro simio (1982, 295: 232). No hay controversia en esto; el animal en verdad es un simio.


Entonces, ¿qué diremos de estos tres “antepasados” que forman la raíz principal del árbol genealógico del hombre? Simplemente diremos lo mismo que los evolucionistas han dicho: los tres fueron nada más que simios.


Los 13 fragmentos fósiles que forman el Orrorin tugenensis (fémures rotos, pedazos de mandíbula inferior, y varios dientes) fueron encontrados en las Colinas de Tugen en Kenia en el otoño del 2000 por Martin Pickford y Brigitte Senut de Francia, y han sido polémicos desde entonces. Si Orrorin fuera considerado un antepasado humano, sería anterior a otros candidatos por alrededor de 2 millones de años. Noobstante, Pickford y Senut, en un panorama más drástico, han sugerido que todos los australopitecinos—aún aquellos considerados nuestros antepasados directos—deberían ser relegados a una rama lateral de extremos muertos a favor de Orrorin. Sin embargo el paleontólogo David Begun de la Universidad de Toronto ha declarado que los científicos no pueden decir si Orriron estuvo “sobre la vía a los humanos, la vía a los chimpancés, a un antepasado común de ambos, o solo a una rama lateral extinta” (2001). En 1994, Tim White y sus co-trabajadores describieron una nueva especie conocida como Australopitecos ramidus (re-nombrada un año después como Ardipitecos ramidus), que fue datada en 4.4 millones de años.La edición de agosto de 1999 de la revistaTime contenía un artículo especial, “Up From the Apes” (“Venido de los Simios”), acerca de la criatura. Al principio, cuando se encontró (y cuando todavía se consideraba un australopitecino), morfológicamente ése fue el más antiguo australopitecino más parecido a un simio aún descubierto, y por ende parecía ser un buen candidato para el antepasado común más distante de los homínidos. Sin embargo, el Dr. White finalmente admitió que el A. ramidus no fue un eslabón perdido, sino en cambio tenía numerosos “rasgos como de chimpancé”. Un año después, Meave Leakey y colegas describieron el Australopitecos ana-mensis de 3.5-4.2 millones de años de edad, un taxón que porta similitudes asombrosas con el Ardipitecos (un chimpancé de verdad) y Pan (el género real de los chimpancés). En 1997, algunos investigadores descubrieron otro ArdipitecosA. ramidus kadabba—que fue datado en 5.8-5.2 millones de años de edad. [El Ardipitecos ramidus original luego fue re-nombrado A. ramidus ramidus]. Una vez más, la revista Time circuló una historia de primera plana sobre este presunto “eslabón perdido” (en su edición de julio 23 del 2001). ¿Qué fue lo que convenció a los evolucionistas que Kadabba caminaba derecho y que estaba en la senda para llegar a ser un hombre? ¡Un simple hueso del dedo del pie! Luego, en la edición de marzo 22 del 2001 de la revista Nature, Meave Leakey y sus co-autores anunciaron el descubrimiento de Keniantropos platyops (“hombre de cara plana de Kenia”). Los autores describieron su hallazgo como “un hueso temporal bien-preservado, dos maxilas parciales, dientes aislados, y lo que es más importante un cráneo grandemente completo, aunque distorsionado” (410:433, énfasis añadido). Leakey colocó una cantidad tremenda de importancia en lo plano del rasgo facial de este hallazgo, debido al factor ampliamente reconocido que las criaturas más modernas supuestamente poseían una verdadera estructura facial más plana que sus supuestos antepasados más antiguos y más parecidos a los simios. No obstante, este no es un pequeño problema, ya que las criaturas más jóvenes que K. platyops, y por ende más cercanos al Homo sapiens, tienen rasgos faciales mucho más pronunciados como de simios. El K. platyops fue datado en 3.8 millones de años, y todavía tiene una cara mucho más plana que cualquier otro homínido de esa edad. Por tanto, el panorama evolutivo parece estar moviéndose en la dirección equivocada. Algunos han argumentado que K. platyops pertenece más apropiadamente al género Australopitecos.


El Australopitecos afarensis fue descubierto por Donald Johanson en 1974 en Hadar, Etiopía. El Dr. Johanson sostiene que la criatura (conocida como “Lucy”) es el antepasado directo del hombre (vea Johanson, 1981). Numerosos evolucionistas están fuertemente en desacuerdo.


Don Solly Zuckerman, famoso anatomista británico, publicó su punto de vista en su libro, Beyond the Ivory Tower (Mas Allá de la Torre Marfil). Él estudió los australopitecinos por más de 15 años y concluyó que si el hombre descendiera de un antepasado como el simio, lo hizo sin dejar un rastro sencillo en el registro fósil (1970, p. 64).


Alguien puede decir, “Pero el trabajo de Zuckerman fue realizado antes de que Lucy fuera descubierta”.Verdadero, pero eso malentiende el punto. La investigación de Zuckerman—que estableció definitivamente que los australopitecinos fueron nada más que simios caminando sobre sus nudillos—¡fueron hechos sobre fósiles más recientes (i.e.,más cercanos al hombre) que Lucy! Si hallazgos más recientes son nada más que simios, ¿cómo un espécimen más antiguo puede ser “más humano”? Mientras estaba en la Universidad de Chicago, Charles Oxnard reportó su análisis multivariado calculista, que documentaba que los australopitecinos no eran nada más que simios que caminaban en sus nudillos (1975, pp. 389-395). Luego, en la edición de abril de 1979 de la revista National Geographic, Mary Leakey reportó encontrar huellas—datadas incluso más antiguas que Lucy en 3.6-3.8 millones de años—tanto que ella admitió que fueron “remarcablemente similares a aquellos del hombre moderno” (p. 446). Si Lucy dio origen a los humanos, entonces, ¿cómo pudieron los humanos haber existido más de 500,000 años antes que ésta como para hacer tales huellas? [vea Lubenow, 1992, pp. 45-48 para una refutación detallada de Lucy].


¿Qué acerca del Homohabilis? J.T. Robinson y David Pilbeam hace mucho tiempo atrás han argumentado que el H. habilis es lo mismo que A. africanus. LouisLeakey (el padrede Richard) aun declaró:“Yo sostengo que morfológicamente es casi imposible considerar al Homohabilis como representante de una etapa entre el Australopitecos africanus y el Homoerectus” (1966, 209:1280-1281). El Dr. Leakey luego reportó la existencia contemporánea de fósiles Australopitecos, Homo habilis, y el H. erectus en Olduvai Gorge (vea M.D. Leakey, 1971, 3:272). Aún más sorprendente fue el descubrimiento de Mary Leakey de los restos de una cabaña circular de piedra en el fondo de BedI en Olduvai Gorge—¡fósiles debajo del H. habilis! Los evolucionistas hace mucho tiempo han atribuido la fabricación deliberada de refugio solo al Homo sapiens, sin embargo el Dr. Leakey descubrió a los australopitecinos y al H. habilis juntos con viviendas fabricadas.


Como Duane Gish preguntó: “si los Australopitecos, Homo habilis, y Homo erectus existieron contemporáneamente, ¿cómo pudo haber sido uno antepasado del otro? Y ¿cómo pudo alguna de estas criaturas ser antepasado del Hombre, cuando los artefactos del Hombre son encontrados enunnivel estratigráficomásbajo, directamente debajo, y por ende más antiguos en tiempo que estos supuestos antepasados del Hombre?” (1995, p. 271). ¡Buena pregunta! Y ¿qué acerca del Homoerectus? Examine una copia de la edición de noviembre de 1985 de la National Geographic y vea si puede detectar algunas diferencias entre las fotos del Homo erectus y el Homosapiens (pp. 576-577). El hecho es que, no hay diferencias reconocibles.


Como Ernst Mayr, el famoso evolucionista taxonomista de Harvard remarcó: “La fase del Homo erectus está caracterizada por un esqueleto del cuerpo que, hasta donde sabemos, no difiere del hombre moderno en algún punto esencial” (1965, p. 632). La evidencia fósil para la evolución (humana o no) simplemente no se encuentra allí. Los simios siempre han sido simios, y los humanos siempre han sido humanos.


REFERENCIAS


Begun, David (2001), “Early Hominid Sows Division,” [En-línea], URL:http://bric.postech.ac.kr/science/97now/01_2now/010222c.html.Darwin, Charles (1956 edition), The Origin of Species (London: J.M.

Dent & Sons). George, T.N. (1960), Science Progress, 48[1]:1-5, January. Gish, Duane T. (1995), Evolution: The Fossils Still Say No! (El Cajon, CA: Institute for Creation Research). Gould, Stephen J. (1980), “Is a New and General Theory of Evolution Emerging?” Paleobiology, 6:119-130, Winter.

Johanson, Donald C. (1981), Lucy: The Beginnings of Humankind (New York: Simon & Schuster).


Leakey, Louis S.B. (1966), “Homo habilis, Homo erectus, y Australopithecus,” Nature, 209:1280-1281. Leakey, M.D. (1971), Olduvai Gorge (Cambridge, England: Cambridge University Press). Leakey, Mary (1979), “Footprints in the Ashes of Time,” National Geographic, 155[4]:446-457, April. Leakey, Meave, et al. (2001), “New Hominin Genus from Eastern Africa Shows Diverse Middle Pliocene Lineages,” Nature, 410:433-440, March 22. Leakey, Richard (1978), People of the Lake (New York: E.P. Dutton). Lubenow, Marvin (1992), Bones of Contention (Grand Rapids, MI: Baker). Mayr, Ernst (1965), Animal Species and Evolution (Boston: Harvard University Press). Oxnard, Charles E. (1975), “The Place of the Austrapopithecines in Human Evolution: Grounds for Doubt?, “Nature 258:389-395, December. Pilbeam, David and Elwyn Simons (1971), “A Gorilla-Sized Ape from the Miocene of India,” Science, 173:23, July. Pilbeam, David (1982), “New Hominoid Skull Material from the Miocene of Pakistan,” Nature, 295:232-234, January. Watson, Lyall (1982), “TheWater People,” Science Digest, 90[5]:44, May. “Whose Ape Is It, Anyway?” (1984), Science News, 125[23]:361, June Zuckerman, Solly (1970), Beyond the Ivory Tower (New York: Taplinger).


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