miércoles, 17 de marzo de 2010

Evidencias de una vida renovada en Cristo


Venid luego, (pronto sin dilatación, rápido) dice Jehová, y estemos a cuenta: (encontrarnos para ponernos al día en nuestras responsabilidades como hijos de Dios) si vuestros pecados fueren como la grana, (color rojo) como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Isaías 1.18


INTRODUCCIÓN


El color blanco representa, pureza, inocencia, optimismo; el texto antes citado contiene una clara paradoja: Figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción. Por un lado los pecados pueden llegar a representar el color rojo, y por otro lado el rojo de la sangre de cristo sabemos que es la única que puede trasformar esos pecados. Dios espera de nosotros que después del arrepentimiento y de alcanzar la gracia de Dios por medio del sacrificio y la sangre de cristo podamos practicar una vida santa, y pura como testimonio de nuestra nueva vida delante de Dios, pues esto básicamente significa renovar nuestra vida o nacer de nuevo; es decir ya no ser el mismo con la ayuda de Dios. Nuestra gran responsabilidad como hijos de Dios es presentar delante de sus ojos una vida justa, santa y pura. Lo cual se representa con el color blanco.


Una vida santa y pura:


No es suficiente responder “Soy miembro de una iglesia; supongo que soy cristiano”. Miles de cristianos nominales (que tienen un titulo) no muestran señal alguna de llevar una vida santa y pura, en otras palabras no muestran señales de haber nacido de nuevo, evidencias que se mencionan en las Sagradas Escrituras, principalmente en la Primera Epístola de Juan. Una persona renovada por la gracia de Dios evidencia las siguientes características.


Una persona arrepentida y limpiada del pecado no practica el pecado



En primer lugar, el apóstol Juan escribió: “Todo aquel que es nacido de Dios no comete pecado” (1 Juan 3:9). “Todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado” (5:18).


Aquella persona que ha nacido de nuevo, que ha sido regenerada, habitualmente no comete pecado. No exhibe una inclinación total hacia el pecado. Probablemente hubo algún tiempo en que dicha persona no se detenía a pensar si sus acciones eran pecaminosas o no, y no siempre sentía aflicción tras hacer el mal. No había una lucha entre el y el pecado; ambos eran amigos. Pero un verdadero cristiano odia el pecado, huye de el, lucha en su contra, lo considera su mayor calamidad, resiente la carga de su presencia, sufre cuando cae bajo su influencia, y anhela liberarse completamente de el. El pecado ya no le place; se ha convertido en algo horrible y que odia. Sin embargo, no puede eliminar su presencia dentro de el.


Una persona perdonada y restaurada cree fervientemente en Cristo



En segundo lugar, San Juan escribió: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” (1 Juan 5:1).


Un hombre que ha nacido de nuevo, que ha sido convertido, cree que Jesucristo es el único Salvador que puede perdonar su alma, que El es la persona divina designada por Dios Padre para dicho propósito, y que fuera de El no hay salvación alguna. En sí mismo no encuentra valor alguno. Pero tiene confianza plena en Cristo, en que todos sus pecados le han sido perdonados. Puesto que ha aceptado la obra completa y muerte de Cristo en la cruz, el cree que es considerado justo delante de Dios, y puede esperar la muerte y el juicio final sin miedo.


Una persona renovada por el espíritu santo Hace justicia



En tercer lugar, Juan escribió: “Todo el que hace justicia es nacido de El” (1 Juan 2:29).

El hombre que ha nacido de nuevo, o se ha regenerado, es un hombre santo. El busca vivir acorde a la voluntad de Dios, hacer las cosas que agradan a Dios y evitar aquellas que Dios aborrece. El desea mirar continuamente a Cristo como ejemplo a seguir y como su Salvador, y demostrar ser su amigo guardando sus mandamientos. El sabe que no es perfecto. Es consciente de su corrupción inherente. Percibe un principio de maldad dentro de si mismo que lucha constantemente por separarle de la gracia de Dios. Pero el no lo consiente, aunque no puede prevenir su presencia.


Una persona renovada en el señor ama a otros cristianos



En cuarto lugar, Juan escribió: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida en que amamos a los hermanos” (1 Juan 3:14).


Un hombre que ha nacido de nuevo tiene un amor especial por todos los discípulos verdaderos de Cristo. Ama a todos los seres humanos con gran amor general, pero tiene un amor especial por quienes comparten su fe en Cristo. Al igual que su Señor y Salvador, el ama a los peores pecadores y se aflige por ellos; pero el siente un amor peculiar por aquellos que son creyentes. Nunca se siente tanto en casa como cuando se encuentra en su compañía.


Una persona renovada en el espíritu vence al mundo



En quinto lugar, Juan escribió: “Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo” (1 Juan 5:4). Un hombre que ha nacido de nuevo es cuidadoso de su propia alma. No solo intenta evitar el pecado sino también todo aquello que pueda conducirle a el. Es cuidadoso respecto a quienes les acompañan. El sabe que la comunicación perversa corrompe el corazón y que la maldad atrae más que la bondad, así como la enfermedad es más contagiosa que la salud. Es cuidadoso sobre el empleo de su tiempo; su principal deseo es usarlo en forma provechosa.


Conclusión



Estas son las cinco características principales de un cristiano renovado (que ha nacido de nuevo.) La notoriedad de las mismas es muy variable entre diferentes personas. En algunas apenas son perceptibles. En otras son muy marcadas, inequívocas, de tal manera que todos pueden percatarse de ellas. Algunas de estas características sobresalen más que otras en diferentes individuos. Es raro que sean igualmente evidentes en cualquier persona.


Edgar Ramírez

Tomado y adaptado de los sermones de J. C. Ryle

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