¿Son los fósiles un exponente universal de evolución?
¿Cuál es el verdadero mensaje del registro estratigráfico de la tierra y de los fósiles incorporados en el mismo? La explicación darwinista, desde luego, no concuerda con los datos. El mismo Darwin reconoció que los fósiles constituían un grave problema para su tesis, y, a pesar de una propaganda constante que tergiversa la realidad en los libros de texto y ante el público en general, la situación, lejos de mejorar para el darwinismo, ha ido empeorando con el aumento de las colecciones. Imagen: MeanStreets
El registro fósil es la piedra de toque de la teoría de la evolución. Todo el mundo que ha observado las diferencias entre perros, como entre un pastor alemán y un caniche, sabe que existen diferencias a pequeña escala en las especies vivas, pero los no evolucionistas se sienten comprensiblemente molestos cuando los darwinistas extrapolan las variaciones observadas para que engloben a toda la vida, digamos que como diciendo que, debido a que hay variaciones en los picos de los pinzones, que esto demuestra que los humanos tuvieron a las bacterias como antepasados. La temeraria hipótesis de Darwin interconectaba a todos los seres vivos en un árbol ramificado de la vida. Su tesis era que, en último término, las ballenas y los robles, los canguros y los crustáceos marinos, pueden remontar su linaje común a unos organismos unicelulares. La única manera de vincular esta hipótesis con la historia real de la tierra es examinar el registro fósil. ¿Aparece en el registro de las roocas de la tierra una secuencia de vida en evolución desde lo más simple a lo más complejo? Los que suponen que así es podrían sentirse turbados por un artículo aparecido en Annual Review of Earth and Planetary Sciences,1 de Peter M. Sadler (Universidad de California, Riverside). Las reseñas anuales son un buen lugar para actualizarse acerca del estado de esta o aquella disciplina. La reseña de Sadler aborda la bioestratigrafía cuantitativa, el intento por correlacionar los datos fósiles a nivel mundial. Este campo está progresando; los datos fósiles están resultando más disponibles en grandes bases de datos, y los ordenadores hacen más fácil las computaciones matemáticas de grandes cantidades de datos. El reseñador conduce al lector a través de los últimos algoritmos informáticos que intentan correlacionar fósiles procedentes de decenas, centenares o millares de ubicaciones alrededor del mundo en una secuencia unificada global de tiempo. Aunque su extenso artículo nunca cuestiona la evolución (y apenas si hace mención de la misma), y aunque está escrito con un tono de confianza académica, da una marcada impresión de que la bioestratigrafía es más un arte que una ciencia.
Grabado de la histórica monografía de William Smith, 1815, que dio impulso a la práctica de la correlación de estratos por los fósiles que contienen.
Imaginemos un historial ideal en el que cada ser que muriese hubiese dejado un fósil, y que estos fósiles se acumulasen en sentido ascendente, capa tras capa, desde el principio de la vida. Si la evolución hubiese realmente ocurrido, cada especie tendría una primera aparición en el historial (un dato de primera aparición, o DPA), y cuando quedase extinta, exhibiría un dato de última aparición, o DUA. Estos «horizontes» formarían una línea cronológica vertical para cada especie que podría correlacionarse con otras similares alrededor del mundo, Supongamos que fuese posible también datar con exactitud cada capa. En tal caso, seguir la historia de la vida sería muy fácil, como ir remontando las capas de un pastel en el que cada capa preservaría una clara secuencia, desde la más antigua en el fondo hasta la más reciente en la parte superior. Los fósiles ahí contenidos, si la evolución hubiera tenido lugar, exhibirían claramente una creciente complejidad, al ir apareciendo cada nuevo fílum, orden, clase, género y especie a lo largo del tiempo.
Pero ¡ay!, como sucede con la mayoría de las cosas en la vida, la situación dista de ser tan simple. Sadler señala una cantidad de dificultades que hacen que la correlación global de los estratos fosilíferos constituya un problema:
· Desequilibrio: La mayor parte del registro está compuesto de conchas marinas. «Las secciones fosilíferas ricas son más comunes en el registro de los invertebrados marinos», observa. (Los invertebrados marinos comprenden en realidad alrededor del 95% de todos los fósiles conocidos. Esto significa que todos los grandes mamíferos, las plantas terrestres y los dinosaurios componen sólo una diminuta fracción del registro). En unos pocos estudios, dice, los bioestratígrafos pueden presentar secuencias de algunos invertebrados marinos con resoluciones de 10.000 a 50.000 años, aunque la resolución es generalmente muy inferior.
· Vacíos: «En comparación con los problemas de las correlaciones del Cenozoico marino, los casos no marinos adolecen de una carencia de secciones continuas», sigue diciendo. En lugar de exponer un registro continuo de evolución, el registro es discontinuo o brusco, repleto de vacíos. (Stephen Jay Gould observó una vez que la presencia casi universal de discontinuidades en el registro fósil es el «secreto gremial» de la paleontología.) Muchos sitios exhiben «faunas aisladas» que no se superponen con otros sitios. Sadler explica cómo estos vacíos afectan a la bioestratigrafía:
La biología exige que la abundancia global de una especie no puede caer hasta cero dentro de su rango temporal. Desafortunadamente, las distribuciones de las especies están fragmentadas, los fragmentos pueden ser cambiantes, pocos individuos son fosilizados, y se pueden pasar fósiles por alto. Por consiguiente, los rangos locales de taxones que se observan en secciones estratigráficas únicas reflejan condiciones locales e incluyen discontinuidades. Más críticamente, y por las mismas razones, ocurren discontinuidades de extensión desconocida en los extremos de los rangos observados. Así, los horizontes locales de los descubrimientos más arriba y más abajo de una especie no se corresponden con los DPAs y DUAs globales. Las discrepancias varían de lugar en lugar, y las tabulaciones de los rangos de taxones observados localmente se contradicen entre sí en el detalle acerca de la secuencia de los sucesos del fin de rango.
Por estas y otras razones, Sadler advierte que es «crucial reconocer que las primeras y últimas apariciones locales son también singularmente problemáticas como registradoras de acontecimientos de calendario. los horizontes estratigráficos locales en los que se observan no reproducen de manera fiable la verdadera secuencia global de los acontecimientos de originación y de extinción. Es de esperar la existencia de discrepancias debido a la probabilidad de que las apariciones y desapariciones locales sean acontecimientos migratorios y probablemente desplazados por lapsos en la fosilización».
· Reelaboración: Muchos fósiles han sido transportados o reelaborados, destruyéndose con ello la información de secuencia temporal. (Algunos de los yacimientos fosilíferos más bien conocidos, como el Monumento Nacional de los Dinosaurios, el Rancho de La Brea, y el Bosque Petrificado presentan esta dificultad.) El bioestratígrafo no puede dar por supuesto que los horizontes aparentes de DPA y DUA representen la verdadera historia de los fósiles, debido a que muchos procesos pueden perturbar la correlación de los fósiles con los estratos: las inundaciones pueden transportar fósiles de una a otra localidad, animales excavadores de madrigueras pueden reelaborar los depósitos, o los depósitos pueden caer en una caverna o ser arrastrados por pozos hacia estratos más antiguos. Además, no es siempre fácil distinguir cuándo ha habido reelaboración, o en qué magnitud. «Una formación extensiva de cuevas puede llevar a abandonar totalmente los DAPs», dice. Los microfósiles marinos son especialmente susceptibles a la reelaboración. Las firmas a veces «crípticas» de una reelaboración pueden pasar «sin ser reconocidas», y su impacto sobre el registro puede ser significativo. Pero el bioestratígrafo necesita confiar en bases de datos que están contaminadas por este problema. «Grandes bases de datos integradas combinan taxones propensos a la reelaboración con otros que no lo son. Las decisiones acerca de la probabilidad de que se haya dado una reelaboración, o las suposiciones más agradables acerca de la reelaboración, fuerzan actualmente una elección dicotómica entre métodos que buscan rangos máximos y aquellos que buscan rangos probables. Ningún método incorpora todavía una teoría satisfactoria de la reelaboración que pueda obviar esta desafortunada disyuntiva», se lamenta, pero los modelos informáticos funcionan frecuentemente desde el supuesto de que ha habido poca o ninguna reelaboración.
· Disminución de la información con la mayor edad: Cuando más atrás nos retrotraemos en el tiempo, menos fiables son las entradas; por ejemplo, «los ejemplos del paleozoico incluyen menos datos radiométricos, paleomagnéticos y de isótopos estables». Los casos conocidos generalmente no se superponen. «El gran problema de la correlación del Paleozoico en la Tabla 1 incluye muchos pares de secciones que no se superponen en edad. Se tienen que apilar en el orden correcto e imparten al problema un significativo componente de seriación. La seriación es la esencia del problema cuando los datos son faunas aisladas.»
Considerando estas dificultades, ¿es siquiera posible producir una correlación global de los fósiles en una secuencia de tiempo? Aparentemente, Sadler cree que el problema es resoluble y que el trabajo en marcha es prometedor, pero el uso de suposiciones simplificadoras es inevitable. Algunas son razonables (p. ej., que un DPA tiene que ser anterior a su DUA, y que las coexistencias demostradas se tienen que respetar). También, ciertos sucesos geológicos proporcionan un medio de correlacionar estratos fosilíferos de forma independiente. Por ejemplo, una precipitación de cenizas volcánicas se podría seguir a lo largo y ancho de una gran región, o las inversiones magnéticas o cambios climáticos globales pueden proporcionar indicios. Además, los paleontólogos intentan vincular los datos con puntos indicativos obtenidos por medio de dataciones radiométricas (aunque estos métodos no son generalmente aplicables a los estratos sedimentarios que contienen fósiles). Contemplándolo en conjunto, es más fácil de decir que de hacer:
La manera de mejorar la capacidad de resolución del calendario geológico es obvia pero no fácil —aumentar la cantidad de sucesos y con ello reducir los intervalos de tiempo medio entre los mismos. No hay escasez de especies para añadir. El problema real es mantener todos los sucesos de aparición y extinción en su secuencia correcta. La dificultad aumenta espectacularmente con el número de especies por tres razones: Primero, la cantidad de posibles secuencias de los sucesos de aparición y extinción aumenta más rápidamente que exponencialmente como función de la cantidad de especies (Figura 1). Además, los sucesos separados por intervalos más breves de tiempo son más susceptibles de preservación en un orden contradictorio de lugar en lugar. Finalmente, al ir creciendo la lista de especies, tiene que incluir más organismos provinciales que estarán ausentes en muchas ubicaciones.
El grueso del artículo de Sadler se ocupa de algunos inteligentes algoritmos matemáticos que los bioestratígrafos han desarrollado para abordar este enorme rompecabezas. Algunos usan los principios de la investigación de operaciones. Otros emplean algoritmos heurísticos o manipulan matrices con procesos iterativos para tratar de convergir en una solución. Cada método es más adecuado para su propio tipo de datos, cada uno de ellos hace sus propias suposiciones, y cada uno de ellos tiene sus defectos. Consiguientemente, advierte al lector que no abrigue demasiadas esperanzas:
La verdadera secuencia global de DPAs y DUAs no es cognoscible en detalle, y las secuencias localmente preservadas de descubrimientos más alto y más bajo son incompletas y contradictorias. El problema práctico y resoluble es encontrar una secuencia hipotética de DAPs y DUAs que exhiba la menor inadaptación neta con todas las observaciones en tablas de rangos locales y de faunas aisladas, o que exija el menor ajuste neto de todos los rangos observados. Es un problema de optimización.
Sadler admite abiertamente que las contradicciones son inevitables. Mucho de su artículo tiene que ver con tratar inadaptaciones: cómo medir las inadaptaciones, y cómo minimizarlas. Algunas de estas inadaptaciones son las que contradicen las expectativas de la evolución. Uno de los criterios de éxito parece ser hasta que grado el resultado de un algoritmo concuerda con la secuencia filogenética «correcta»: «Los procedimientos para ajustar la mejor LCG [línea de correlación sobre la gráfica]: incluyen técnicas deterministas de regresión. ... y algoritmos de búsqueda heurística a partir de programación evolutiva», explica. La congruencia con la filogenia evolutiva parece definir el «mejor ajuste» o secuencias «óptimas» de Sadler. Al comienzo, indica que la información de la secuencia evolutiva tiene precedencia sobre la información de datación geológica:
La correlación del tiempo geológico procede con la construcción de un calendario global de sucesos del pasado en el que las apariciones y las extinciones de especies fósiles dominan las entradas. Otros sucesos incluyen cambios en la química de los océanos, las inversiones en el campo magnético de la Tierra, y la deposición de capas de cenizas volcánicas, algunos de ellos datados por métodos radiométricos. El problema es refundir inventarios incompletos de sucesos físicos y de sucesiones de faunas parcialmente contradictorias procedentes de muchas escalas locales de grosores (secciones estratigráficas medidas) en un solo calendario que secuencie correctamente todos los sucesos y escala los intervalos de tiempo entre ellos. Debido a que los sucesos correctamente secuenciados sirven al propósito de la correlación, con o sin conocimiento de sus edades numéricas, el secuenciado es la tarea fundamental y el punto central de esta reseña. Hay estimaciones numéricas de edades para muy pocos sucesos, especialmente en los períodos más antiguos del Fanerozoico. Además, las estimaciones de la magnitud relativa de los intervalos temporales entre sucesos reposa mayormente sobre suposiciones cuestionables acerca de velocidades de acumulación sedimentaria y de recambio biológico. Por consiguiente, las tareas de escalado y de calibración es mejor intentarlas después que se haya determinado la secuencia óptima de sucesos.
En la conclusión, titulada «Los problemas que persisten», Sadler revela la dependencia de su disciplina de la teoría de la evolución, y deja caer insinuaciones de que tiene que transformarse más en una calle de dos direcciones:
Los paleobiólogos pueden extraer una considerable cantidad de información acerca de la secuencia filogenética de los taxones analizando la morfología de los fósiles, sin recurrir a la información estratigráfica. Pero estos indicios no sirven todavía tanto a la tarea de correlación como pudieran hacerlo. Hasta la fecha se ha consagrado más esfuerzo a cuestiones relativas al puesto de la información estratigráfica en los análisis cladistas de la morfología que a la posibilidad de que los cladogramas resultantes proporcionen una evidencia independiente de la secuencia que pueda mejorar la bioestratigrafía.
Lo que no explica el autor de la reseña es cómo esto puede evitar el razonamiento en círculos viciosos. Al contrario, sugiere cómo los sistematistas evolutivos pueden ser de ayuda —revelando, por ejemplo, «el orden de los DPAs que se ajuste mejor a la información morfológica». Pero incluso con su ayuda, ve tres «problemas inminentes», y que plantean las modernas bases de datos estratigráficas:
- Decidirse por un método unitario: «Primero, es deseable integrar más tipos de datos en un método unificado. Cada método, con independencia de los datos para los que es apropiado, tiene que buscar una secuencia de sucesos. Por consiguiente, la mejor manera de adaptar todos los datos es invertir el problema, operando a través de un conjunto de secuencias permutables y conseguir mejoras iterativas según son juzgadas por el ajuste entre las secuencias y los datos».
- Velocidad frente a Finalización: «Pero el segundo problema es gestionar conjuntos de datos más grandes sin pérdida de velocidad. La flexibilidad del método inverso sacrifica velocidad. Los algoritmos más rápidos son los que son individualizados para tipos específicos de datos y que funcionan hacia adelante desde los datos hacia la mejor solución.
- Fósiles reelaborados. Como se ha citado anteriormente; «Ningún método incorpora todavía una teoría satisfactoria de la reelaboración que pueda obviar esta desafortunada disyuntiva» entre rangos máximos y rangos de probabilidad (esto es, la elección entre incorporar todos los datos en el modelo en contraste con usar los datos que producen el resultado esperado).
¿Se encuentran los bioestratígrafos encerrados en un círculo? Sadler termina: «Como en el pasado, las respuestas a todos estos problemas se podrían encontrar reconociendo analogías con problemas en otras disciplinas y adaptando sus métodos numéricos».
1Peter M. Sadler, «Quantitative Biostratigraphy: Achieving Finer Resolution in Global Correlation», Annual Review of Earth and Planetary Sciences, mayo de 2004, Vol. 32, pp. 187-213 (doi:10.1146/annurev.earth.32.101802.120428).
Se tiene que reconocer que Sadler ni duda acerca de la evolución ni tenía intención alguna de arrojar dudas acerca de la evolución en este artículo. Una lectura superficial podría llevar a creer que todo está bien, y que los darwinistas están realizando grandes progresos. Pero si se lee perceptivamente, sin prejuicios evolucionistas, es muy revelador. ¿Dónde está la prueba de las secuencias? ¿Dónde está la evidencia en el registro fósil para demostrar que Charles Darwin tenía razón? Sadler expone a la vista que tiene en manos un enorme problema de «optimización». Lo mejor que puede hacer es intentar mantener a un mínimo las «contradicciones» y las «inadaptaciones».
Como con todos los demás aspectos de la teoría de la evolución, el espacio de manipulación es mayor que el espacio de datos. Sólo entradas masivas de cuestionables suposiciones mantienen la narración evolutiva en pie. Es evidente que de los datos no surge una historia de evolución, como si fuese una realidad intuitivamente evidente que sólo un oscurantista podría negar. No; en lugar de proporcionar al partido darwinista la prueba que necesita, tiene que pedirles a ellos ayuda al ir tanteando a través de una tarea contradictoria, incontrolable, confusa y formidable. Esto nos recuerda el imposible sueño al que hacen frente los filogenistas moleculares en su intento de mantener el imaginario árbol de la vida de Charles Darwin conectado con la realidad (véase La filogenia molecular es un enredo lleno de incertidumbre, y la etiqueta árboles filogenéticos). Al final, tienen que suponer la evolución para demostrar la evolución. En lugar de seguir la evidencia a donde lleva, aplican unos similares métodos heurísticos de «optimización» para manejar entradas abrumadoras y contradictorias,
donde «optimización» significa «concuerda mayormente con Darwin, si dejamos de lado los inadaptados».
Observemos que «vacíos» es una palabra cargada. ¿Qué sucede si el hecho descarnado es que los datos son discontinuos? Entonces esta es la verdadera secuencia: no existen vacíos en los datos. Un vacío es sólo un vacío si se supone la evolución. ¿Por qué no hacer frente cara a cara a la evidencia?: Los taxones vivientes son discontinuos, y los taxones fósiles son discontinuos. Aparecieron repentinamente, y algunos murieron repentinamente. Si no fuese porque una admisión como esta destruye el darwinismo, esto sería lo que los libros de texto presentarían con toda naturalidad.
Querríamos animar a los lectores escépticos a dejar de lado «suposiciones cuestionables» acerca de «velocidades de acumulación de sedimentos y de recambio biológico» y estudiar este artículo sin las gafas darwinistas. Contemplemos los datos fósiles con toda la objetividad posible. ¿Qué encontramos? Multitudes de «faunas aisladas» que no se superponen, sin una clara información de «seriación». Una preponderancia de conchas marinas. Desconocidos efectos de reelaboración. Cementerios fósiles. Miríadas de organismos muertos, sepulgados bajo estratos rocosos depositados por agua por todo el mundo. Sadler sugiere una solución en su última oración: los bioestratígrafos podrían tener un mejor éxito si mirasen desde fuera de la caja y si adaptasen los métodos de otras disciplinas. Con toda probabilidad no tenía la intención de considerar algunas disciplinas que el Partido Darwinista ha desterrado. ¡Qué lástima! ¿Y si es allí donde la verdadera solución espera su descubrimiento?
Lecturas recomendadas:
- George Grinell: Los orígenes de la moderna teoría geológica
- Henry M. Morris: ¿Actualismo o Diluvialismo?
- Henry M. Morris: Sedimentación y el Registro Fósil
- Robert L Whitelaw: Historia y 30.000 dataciones radiocarbónicas
- Colin Patterson: ¿Me pueden decir algo acerca de la evolución?
Fuente: Creation·Evolution Headlines – Do Fossils Show a Worldwide Record of Evolution?
Redacción: David Coppedge © 2004 Creation Safaris - www.creationsafaris.com
Traducción y adaptación: Santiago Escuain — © SEDIN 2010 - www.sedin.org Usado con el permiso del traductor para www.culturacristiana.org
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