El ateísmo de Stephen Hawking
2 septiembre 2010 — Los periodistas científicos están publicando titulares sensacionalistas acerca de las declaraciones de Stephen Hawking de que no hay Dios. Su nuevo libro se titula The Grand Design, un título que suena a teísta, pero de hecho afirma que Dios no es necesario porque nuestra existencia, dice, es consecuencia de la ley de la gravedad.
Stephen Hawking (Oxford, 8 de enero de 1942), célebre matemático y físico especulativo, ha estado luchando durante muchos años contra su esclerosis lateral amitrófica. Ha escrito diversas obras en su intento de formular «la teoría del todo». Fotografía: NASA
Titulares como el de PhysOrg «Dios no creó el Universo: [dice] Hawking», o la cita minimalista de BBC News, «Stephen Hawking: Dios no creó el universo», no son veraces, porque no se trata de una nueva postura o descubrimiento del físico británico, sino más bien una reformulación de sus creencias ya expresadas en su libro de gran venta, Breve Historia del Tiempo. Roger Highfield dice en New Scientist: «Hawking no ha cambiado de parecer acerca de Dios». En realidad, sus creencias son tan antiguas como Einstein, más aún, Spinoza, que creían que todo lo que queramos decir por «Dios» es una mera reformulación de las leyes de la física. Einstein dejó clara su propia posición: «Creo en el Dios de Spinoza que se manifiesta en la armonía ordenada de lo que existe, no en un Dios que se interesa en el destino y las acciones de los seres humanos». Hawking dijo a Highfield: «Si se cree en la ciencia, como es mi caso, se cree que hay ciertas leyes que son siempre obedecidas. Si se quiere, se puede decir que las leyes son obra de Dios, pero esto es más una definición de Dios que una prueba de su existencia». Lo que sí es una novedad es que Hawking parece haber abandonado la esperanza de que la humanidad pueda llegar a una «teoría del todo», cosa que había prometido en Breve Historia del Tiempo.
Craig Callender, escribiendo para «Culture Lab» en New Scientist, daba quizá la información más matizada de la última declaración de ateísmo de Hawking. En su reseña de The Grand Design [El Grandioso Designio], Callender se muestra dudoso de que Hawking haya conseguido su objetivo de eliminar del Universo a un Dios personal y activo. Por una parte, parece que Hawking se apoya en la teoría M, una esperanza futura para una realidad que sólo se vislumbra parcialmente mediante diversas teorías de las cuerdas. La teoría M puede significar también el conjunto de todas las teorías actuales de las cuerdas. Por otra parte, la confianza de Hawking descansa en un hipotético e incognoscible multiverso. Callender desarrolla el tema:
La teoría M en cualquiera de ambos casos dista de estar completa. Pero esto no detiene a los autores de afirmar que explica los misterios de la existencia: por qué hay algo en lugar de nada, por qué este conjunto de leyes y no otro, y por qué existimos en absoluto. Según Hawking, se sabe lo suficiente acerca de la teoría M para ver que Dios no es necesario para dar respuesta a estas preguntas. En lugar de esto, la teoría de las cuerdas apunta a la existencia de un multiverso, y este multiverso, junto con el razonamiento antrópico, es suficiente. Personalmente, lo dudo.
Tomemos la vida. Tenemos la suerte de vivir. Imaginemos todas las formas en que la física hubiera podido impedir la vida: la gravedad podría ser más fuerte, los electrones hubieran podido ser tan grandes como pelotas de baloncesto, etcétera. ¿Justifica esta «suerte» intuitiva la postulación de Dios? No. ¿Justifica la postulación de una infinidad de universos? Los autores y muchos otros creen que sí. Pero en ausencia de una teoría, esto no es más que una corazonada condenada —hasta que comencemos a observar el surgimiento de universos al ser— a permanecer no ensayada y sin posibilidad de ensayo. La lección no es que estamos ante un dilema entre Dios y el multiverso, sino que no deberíamos descarrilar a la primera señal de coincidencias.
El pensamiento crítico de Callender era una ráfaga de viento fresco en comparación con las regurgitaciones que hacían los otros artículos de la postura de Hawking, pero omite explicar a qué se refiere por el descarrilamiento que cree que han sufrido Hawking y su coautor Leonard Mlodinow. ¿Dónde comienzan los raíles? ¿Dónde acaban? ¿En qué dirección van? ¿Cómo sabe alguien que está encarrilado o que ha descarrilado?
Cosa todavía más alarmante, Callender afirma que la posición de Hawking aboca al perspectivalismo —una ontología antirrealista que afirma la posibilidad de múltiples e independientes perspectivas de la realidad, cada una de ellas dependiente de su modelo, cada una de ellas desesperadamente incompleta. «Esta radical teoría sostiene que no existe, ni siquiera en principio, una única teoría integral del universo», explica Callender. «En lugar de ello, la ciencia ofrece muchas ventanas incompletas sobre una realidad común, donde una no es más “cierta” que otra». Esta filosofía, advierte él, lleva a «un alarmante antirrealismo» que parecería excluir cualquier posición defendible tanto de Hawking como de nadie más, porque «no sólo la ciencia fracasa en proporcionar una sola descripción de la realidad, dicen, sino que no hay en absoluto una realidad independiente de teorías». Desde luego, esto suena indistinguible del relativismo posmoderno. Lo que pueda ser cierto para Hawking no sería cierto para ti o para mí, de modo que, ¿para qué dedicarse a la ciencia en absoluto? La suposición de Hawking de que las leyes de la naturaleza producirán resultados garantizados puede ser vulnerable a la falsación, lo que minaría mucho de su visión del mundo. The Economist imprimía un reportaje revelador que sugiere que la constante de estructura fina, ella misma dependiente de diversas constantes físicas, puede variar de lugar en lugar en el universo, en contra de la suposición de la mayoría de físicos durante siglos. En tal caso, esto tiene otras consecuencias —que las mediciones de la edad del universo y de la escala de distancias podrían también variar, y que los humanos podrían ocupar una situación todavía más privilegiada en el cosmos de lo que se ha reconocido hasta la fecha. Parece como un «Grandioso Designio» más allá de la limitada perspectiva de Hawking. Para un paladeo adicional acerca de lo que los cosmólogos pueden saber y lo que no pueden saber, véase el debate acerca de la teoría de la energía oscura en New Scientist: «Un vacío que es un vacío verdadero resuelve el enigma de la energía oscura». (Si el lector creía que un vacío estaba vacío por definición, tiene que saber que se precisa de un físico teórico para proporcionar la necesaria circunlocución.) Las sorpresas experimentadas durante la última década deberían llevar a graves dudas de que ningún cosmólogo vivo tenga ninguna clara comprensión de la realidad.
Un simple principio puede hacernos más sabios que Stephen Hawking. No necesariamente más inteligentes, sino más sabios. Es la capacidad de detectar la falacia de la autorrefutación y sus análogos: las creencias arbitrarias, la petición de principio y presuposiciones no fundamentadas. Mientras Hawking estaba ocupado tecleando en su sintetizador de lenguaje para decirnos que Dios está en el paro debido a que las leyes de la naturaleza llevarán a cabo todo el trabajo, estaba con ello invocando la mente, la razón, la lógica y la inteligencia. Pero ninguna de éstas son leyes de la naturaleza. Pertenecen al ámbito racional de los conceptos. Además, el concepto mismo de «ley de la naturaleza» está cargado de cuestiones que exigen respuestas: ¿son las leyes de la naturaleza decretos de Dios, o meramente patrones observados por la experiencia? ¿En qué ámbito existen las leyes de la naturaleza, y cómo ejercen su voluntad sobre una realidad carente de mente? Para empezar, ¿qué queremos decir por el preciso término de «naturaleza»? Hawking no tiene derecho a emplear un concepto que no puede justificar.
Aún más demoledor para la perspectiva de Hawking es que él comienza con algo —las leyes de la naturaleza y un multiverso— en lugar de empezar con nada. Luego tiene la desfachatez de decirnos que esto explica por qué hay algo en lugar de nada. El desaparecido Francis Schaeffer recordaba a sus estudiantes que los teístas pueden girar las tornas sobre los ateos a los que les encanta plantear el argumento de «¿Quién hizo a Dios?» respondiendo con el «algo» que por lo general dan como supuesto que ya existía, esto es, ¿de dónde vinieron las leyes de la naturaleza? ¿De dónde vino la gravedad? ¿De dónde vino el supuesto multiverso? Schaeffer insistía en que los secularistas no pueden decirnos que el universo vino de la nada, a no ser que acepten que nada es nada: ni leyes, ni campos, ni energía cuántica, ni categorías, ni mente, ni evolución —realmente nada. Él ilustraba el concepto dibujando un círculo en una pizarra y anunciando que el círculo contenía la totalidad de la realidad. Luego borraba el círculo. La omisión de Stephen Hawking de retrotrarse totalmente a la nada es la última encarnación del chiste de: «No, no, hazte tu propio barro» (que aparece al final de la reseña ¿Una nueva forma de vida artificial? — Crónica de un plagio).
Una vez más, Hawking y sus seguidores no pueden defender su visión del mundo sin robar bienes de la despensa judeocristiana. Uno no puede conseguir algo a partir de nada nada, y si preexistió algo material, no puede ser eterno, por la ley de la entropía. Una vez más, la evidencia de la creación (sugerida por su «razonamiento antrópico» y el asombro de Callender por nuestra suerte de estar vivos, como si la «pura loca suerte» fuese una explicación científica) es abrumadoramente clara para todos. Así, con todo su cerebro y educación, Stephen Hawking se cierra a la realidad, buscando cualquier explicación, por absurda que sea, para excluir a Dios. La arbitrariedad y la inconsecuencia son, ambas cosas, fruto de la falta de sensatez. Esta insensatez se denuncia en Romanos 1:16-22. Desde la insensatez se puede demostrar cualquier cosa, y se pueden demostrar cosas contrarias entre sí. También es una insensatez mantener una postura materialista desde la conciencia del ser. Estas tesis llevan a posturas que caen de lleno en las especulaciones voluntaristas, como aparece en El universo está loco, loco, ¡loco! y hasta extremos tan absurdos como el reflejado en New York Times: Los cosmólogos se han dejado los cerebros por ahí.
Stephen Hawkings es uno de tantos ejemplos de personas sumamente inteligentes pero con un programa materialista, como el que dejaba explícito el también materialista Richard Lewontin, catedrático de la Universidad de Harvard, que en un arrebato de sinceridad confesó:
«... tenemos un compromiso previo, un compromiso con el materialismo. No se trata de que los métodos y las instituciones de la ciencia nos obliguen de alguna manera a aceptar una explicación material del mundo fenomenológico, sino al contrario, que estamos obligados por nuestra adhesión previa a las causas materiales a crear un aparato de investigación y un conjunto de conceptos que produzcan explicaciones materiales, no importa cuán contrarias sean a la intuición, no importa lo extrañas que sean para los no iniciados. Además, este materialismo es absoluto, porque no podemos permitir un Pie Divino en la puerta.»
Richard Lewontin, en
(9 de enero de 1997, p. 31).
Deseamos lo mejor para Stephen Hawking. Que pueda reconocer a Dios mediante Jesucristo, el vencedor de la muerte, a Aquel que puede darle una vida plena en resurrección en los cielos nuevos y la tierra nueva anunciados. Aquel que se convirtió en el apóstol Pablo tuvo que oír estas palabras de Jesucristo: «Dura cosa te es dar coces contra el aguijón» (Hechos 9:5). Por otra parte, y en el contexto de la dolencia del físico británico y del argumento de la existencia del mal en nuestro universo, añadimos a continuación unas consideraciones ya dadas en una anterior entrada en este mismo blog:
Sobre el origen de la enfermedad y de la muerte
Probablemente, no habrá escapado a la atención del lector que los virus y las bacterias causantes de enfermedades contienen la misma maquinaria de alta tecnología que las células «benéficas». De hecho, muchas de las peores epidemias son causadas por unos organismos que emplean unas exquisitas máquinas moleculares contra nosotros. Esto desde luego plantea cuestiones filosóficas y teológicas. Se trata del permanente problema del origen del mal en la naturaleza.
La respuesta darwinista no es nada útil; dice que no hay nada que sea malo. Todo lo que es, está bien; o, más exactamente, lo que es, ahí está. Todo lo que existe, existe en el contexto de su propia lucha por la existencia. ¿Pero para qué luchar, si la existencia carece de significado? Hemos andado mucho camino desde que, en el siglo 18, los deístas, y luego los ateos, presentaban la naturaleza como buena y benéfica. Ellos argumentaban sobre esta base que debíamos erigir nuestra moralidad sobre la observación de que todos los seres vivientes buscan el placer y rehuyen el dolor. Pero, ¿deberíamos plantear esto de forma corporativo, o a nivel individual? Si corporativamente, ¿qué huevos debemos cascar para hacer la tortilla? Mirando retrospectivamente, esta ha sido una forma desastrosa de formular un contrato social. Esto también da por supuesto que se pueden derivar categorías morales objetivas de la naturaleza. Alguien verá un hermoso amanecer, otro, una amenaza de lluvia. Uno puede admirar la hermosura de los Alpes, otro puede considerar que se trata de un amontonamiento caótico de rocas. Y es más que dudoso que un biólogo natural se sienta desapasionado acerca del mal en la naturaleza si cae víctima de la hepatitis C. Por demás, la perspectiva naturalista es inconsecuente. El naturalista no la puede describir sin el Complejo de Yoda, saliendo de su piel naturalista y pontificando acerca de la verdad y de la realidad desde un imaginado plano de verdadera personalidad inexistente en base a una perspectiva estrictamente materialista.
La postura cristiana no carece de sus propios problemas en los detalles, pero proporciona un marco coherente para comprender el mal en la naturaleza. A diferencia del deísmo, que intenta contemplarlo todo como providencialmente bueno, la perspectiva bíblica contempla la naturaleza como caída desde su bondad original. El deísta Rousseau nos querría hacer creer que el camino de la felicidad es aproximarnos a la naturaleza y dejar que nuestras tendencias naturales sean nuestra guía. Observemos que tenía que invocar su Complejo de Yoda para decir tal cosa; lo escribió en libros, desde su vida de pequeño burgués; no viviendo desnudo en una selva tratando de encontrar caza para subsistir. Apelaba a conceptos y a principios que suponía ciertos. Como sucede con las filosofías más atractivas, sus puntos de vista contenían unas medias verdades que persisten en algunos movimientos modernos. Pero es dudoso que hubiera considerado un cataclismo natural como evidencia de una deidad benevolente, o las conductas de muchas tribus aborígenes que subyugan a las mujeres, desfiguran a los niños y canibalizan a sus enemigos, como modelos sobre los que construir una sociedad natural.
Nosotros, que conocemos el origen del hombre, sabemos con certidumbre que la muerte no procede de la naturaleza, sino del pecado.
Tertuliano (160-230 d.C.)
Tratado De Anima, 52
La descripción que la Biblia da de la Caída nos proporciona el suficiente detalle para ponernos a pensar acerca del mal en la naturaleza en un marco coherente, aunque podemos encontrar lugar para algunas diferencias de opinión. Se nos dice que el mal entró con la caída de Satanás y con la capitulación del hombre a la tentación a dudar de la palabra de Dios y a desobedecerla. Aprendemos de la Escritura que el mundo cayó bajo una maldición debido al pecado, y que en la maldición se incluía el mal en la naturaleza: espinas, dolor en el alumbramiento, dificultades en la agricultura. Aparentemente, estos cambios tuvieron lugar de forma inmediata por acción de Dios. El mundo fue de nuevo juzgado por un diluvio cataclísmico porque «todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal» (Gn. 6:5). Pablo nos dice que la creación gime como en dolores de parto, en espera de la consumación (Romanos 8:19-23). Y aprendemos por la Escritura que Dios permanece misericordioso y bueno para Su creación, y que Su providencial cuidado, Su sabiduría y gloria siguen siendo abundantemente evidentes ante todo, y no sólo para los creyentes (Salmo 19, Salmo 104). Mientras, el objeto de las más excelsas aspiraciones del hombre deberían centrarse en el cielo, no en los placeres de este mundo.
Dentro de este contexto se pueden plantear algunas cuestiones adicionales. Al ir saliendo a la luz tantos detalles acerca de unos exquisitos mecanismos en los virus y en las bacterias que causan enfermedades, ¿cómo debemos interpretarlos? ¿Diseñó Dios estas máquinas con el expreso propósito de causar dolor? Si así fuese, estaría en Su derecho como Juez de todos para ejecutar juicio. No condenamos a los jueces humanos por causar dolor e incluso la pena de muerte cuando la ley la impone. Todos estamos bajo pena de muerte por nuestro propio pecado. La verdadera maravilla no es por qué el sufrimiento nos parezca al azar, sino por qué Dios nos deja vivir tanto tiempo, cuando en Su justicia podría haber borrado la vida de este mundo. Sin embargo, en ciertos casos el dolor podría proceder de la acción indirecta de Dios, al haber relajado algo de Su providencia de las formas de vida que fueron al principio dadas para nuestro bien, dejando que las mutaciones y la degeneración operen según las leyes de una creación bajo maldición. Incluso los biólogos evolutivos se plantean cuestiones acerca del origen de las toxinas y acerca de cómo pudieran haberse modificado sus estructuras. Los creacionistas no tienen problemas acerca de que unos mecanismos ya existentes fuesen cooptados para otros usos bajo presiones selectivas; lo que está fuera del alcance explicativo de la tesis evolucionista es el origen de una información compleja de novo; la improbabilidad de su origen está fuera del alcance del azar. Quizá las bombas de aguja en las bacterias y los mecanismos de modificación genética en los virus tenían originalmente una función benéfica. La realidad de que la inmensa mayoría de estos microbios son benéficos da credibilidad a esta idea; un artículo en Science Daily comunicaba que la misma bacteria responsable de las úlceras estomacales puede proporcionar protección contra la tuberculosis. Esto podría indicar que los microbios pueden compensarse entre sí, y que quizá están en un estado descompensado. Algunos teólogos podrían plantearse si las fuerzas espirituales del dominio de Satanás tienen una capacidad limitada para enfrentar componentes de la naturaleza entre sí —no ejercitando un poder creativo, sino como las calamidades que aparecen en el Libro de Job, tomando las fuerzas ya existentes de la naturaleza (fuego, huracanes) y volverlas contra el hombre. Esto sería algo análogo al caso de los piratas informáticos que usan ordenadores y redes ya disponibles y los transforman en medios para hacer daño. Esto, naturalmente, quedaría dentro de la voluntad permisiva de Dios. Esta breve lista no agota las posibilidades. La Biblia proporciona una información suficiente, pero no exhaustiva, para dar razón de esta cuestión. También nos concede el poder de la oración para buscar alivio en medio de las aflicciones naturales de la vida —aunque sabemos que la muerte física no puede ser retardada indefinidamene —hasta el regreso de Jesucristo. Indudablemente, si supiéramos cada calamidad que nos fuese a sobrevenir, y el día de nuestra muerte, nos sentiríamos tentados a postergar nuestra respuesta a la invitación de nuestro Hacedor a reconciliarnos con Él (2 Corintios 5:11-21; Evangelio de Juan 3:16). La incertidumbre de la vida así como la presencia del mal en la naturaleza deberían llevarnos a refugiarnos en el llamamiento de Su amor y en la provisión de Su salvación.
Hay abundante literatura acerca de las soluciones propuestas acerca del problema del mal natural. Sólo la perspectiva bíblica es coherente en el sentido de que el mal natural es contrario a la voluntad divina, pero que la voluntad divina lo usa durante el tiempo presente para propósitos que son para bien. A diferencia de las soluciones evolucionistas, panteístas, deístas, animistas o místicas, que no pueden distinguir entre el bien y el mal de una manera consecuente o coherente (o que tratan de negar el bien y el mal de forma absoluta), la perspectiva bíblica del mundo da a las personas la libertad de enfrentarse al mal y a luchar para eliminar el dolor en esta vida, a la vez que el reconocimiento de que el objetivo de la humanidad es buscar el reino de Dios, en el que el mal quedará vencido para siempre. Así, la medicina y la ciencia son en el presente unas aplicaciones lógicas de la perspectiva bíblica del mundo, en espera del venidero perfecto Reino de Dios.
Lecturas suplementarias:
- C. S. Lewis: Reduccionismo: sobre el concepto «Naturaleza»
- George Roche: El Naturalismo
- Nancy Pearcey: Fe y la Nueva Física
- Randall Hedtke: El epistema es la teoría
- Phillip Johnson: Realismo, Naturalismo y Dios en los Orígenes
Usado con permiso del traductor para: www.culturacristiana.org
Fuente: Creation·Evolution Headlines – Stephen Hawking His Atheism
Redacción: David Coppedge © 2010 Creation Safaris - www.creationsafaris.com Traducción y adaptación: Santiago Escuain — © SEDIN 2010 - www.sedin.org
Interiormente estamos orientados hacia el bien y la verdad; por ello tenemos el impulso de buscar el bien y la verdad hasta encontrados. Para manejarnos con la verdad, no podemos hablar de lo que no conocemos, creyendo que lo conocemos a causa de las falsas certezas de la fe. Hablar de Dios y SU plan o voluntad para con la humanidad, es una fantasía bíblica que nos impide desarrollarnos espiritualmente. Accediendo a los procesos supranacionales de la mente, conciente o inconscientemente, es posible tener una experiencia directa de la dimensión espiritual si nuestro grado de desarrollo espiritual nos lo permite incluso sino profesamos ninguna religión, ya que nuestro espíritu impele a nuestra mente a averiguar el significado último de las cosas, pero necesita disciplinar los sentidos y la mente. http://www.scribd.com/doc/33094675/BREVE-JUICIO-SUMARIO-AL-JUDEO-CRISTIANISMO-EN-DEFENSA-DEL-ESTADO-LA-IGLESIA-Y-LA-SOCIEDAD
ResponderEliminarGracias por el comentario, y atendiendo diré: No se puede preguzgar como tu mismo lo dices sino se tiene la verdad, para afianzar una postura como decir "Que hablar de Dios y SU plan o voluntad para con la humanidad, es una fantasía bíblica que nos impide desarrollarnos espiritualmente" es necesario conocer que verdaderamente siguiendo esta convicción ralmente se puede experimentar los maravillosos propositos de Dios para nuestras vidas. En lo que estoy totalmente de acuerdo es que una mentalidad religiosa, reduce la verdadera comunión que se puede llegar a tener con Dios, por lo demas leere detenidamente el enlace...
ResponderEliminarSaludos!!!
La modernidad ha creado un enorme vació en el corazón de los hombres a causa de la separación entre la fe y la razón promovida por San Pablo en sus Epístolas contraviniendo la enseñanza de Cristo expuesta parabolicamente al ciego de nacimiento. Debido a que es necesario el raciocinio para hacer un juicio justo, a fin de disolver las falsas certezas de la fe que nos hacen ciegos a la verdad. Actualizar el cristianismo, es cambiar el discurso de la Iglesia y la catequesis exponiendo nuevos puntos de vista de las enseñanzas de Cristo enmarcada en la trascendencia humana patente en Cristo, a fin de estructurar la fe conforme a la razón. http://www.scribd.com/doc/17143086/EXPLICACIÓN-CIENTÍFICA-DE-CRISTO-Y-SU–DOCTRINA–A-LA-LUZ-DE-LA-FILOSOFIA-CLASICA-Y-MODERNA-Y-EL-MISTICISMO-UNIVERSAL
ResponderEliminarHola, soy de Uruguay y estuve leyendo sobre Hawking, el brillante físico. También me duele como cristiana que se desdiga de su fé, pero la verdad que me quedan ciertas dudas de que eso sea cierto ya que en sus declaraciones a las prensas se contradice mucho, como que no cree en Dios pero "sólo Dios puede romper las leyes naturales", etc. Creo que hay cierta manipulación en sus decires ya que para el mundo materialista fue una ofensa que un científico de tal fuste explicara al Universo y al humano como creados por Dios o Potencia Inteligente. Igual, el esfuerzo y la búsqueda tienen sentido, ojalá no se envilezca. Saludos.
ResponderEliminarAsi es psicologa christi, las declaraciones de este cientifico son bastante controversiales y casi autorefutables, pero por lo menos de todo esto sacara un buen exito editorial, ojala no sea ese el plan. Pues tambien ya existen y he leido sobre refutaciones a su punto de vista en el libro.
ResponderEliminarPero en fin, Dios tenga misericordia de este cientifico. Gracias por tu comentario.
Y con respecto al comentario de Rodolfo, diré: Hasta donde he leido no concidero que el apostol Pablo en sus epistolas, este separando la fe y la razón. Ciertamente habla de fe, pero tu sabras que la fe, no esta encontra de la razón, es mas para amar a Dios, la biblia nos enseña a amarlo con toda nuestra mente, lo cual desmiente desde sus fundamentos al argumento que dice que la fe esta separada de la razón, Pablo y su ministerio es fruto mismo de esa razón, es decir de poder constatar la resurrección de Jesucristo, habla de fe, pero no la separa de la razón.. si tienes versos que hagan entender lo que afirmas... me gustaira que me los compartieras para estudiarlos.
Por lo demas, la modernidad y postmodernidad tiene una gran cuota de responsablidad, de que el ser humano tenga un gran vacio por la falta de acercamiento a Dios, en eso estoy totalmente de acuerdo.
Saludos!!!
La gravedad es una fuerza inagotable reproductora de energía que se transforma luego en materia y que a la vez regenera más energía.
ResponderEliminarLa gravedad es el motor de la reproducción del Universo.
El científico británico Stephen Hawking ya empieza a vislumbrar esa extraordinaria facultad que posee la gravedad, al afirmar en su nuevo libro, 'The Grand Design' o 'Magnífico Diseño', que Dios no fue el creador del Universo, que la creación fue una "consecuencia inevitable" de las leyes de la Física. También afirma Hawking: "Porque existe una ley como la gravedad, el Universo puede y podría crearse por sí mismo…"
Esto quiere decir, ni más ni menos, que HAWKING comienza a darnos la razón: La materia se crea, la materia se reproduce, por lo tanto NO ES VÁLIDO el Principio de Conservación de la Energía
Aunque Hawking está equivocado porque cree que el universo se creo de la nada. La gravedad no ORIGINÓ al Universo sino que lo hace crecer. Lo correcto es afirmar que la gravedad reproduce al Universo que siempre ha existido, porque la gravedad no pudo haber existido antes de que existiera la materia-energía.
La gravedad es el principio acrecentador del TODO.
Algunos, pecando por ligereza, afirman que la gravedad no crea esas energías a las que nos hemos referido en este artículo, y plantean que: “es la energía gravitatoria la que se transforma en esas otras energías.” A ellos, muy respetuosamente les aclaramos que la supuesta energía absoluta de la gravedad NO EXISTE, lo que existe es la relativa energía potencial gravitatoria, que es la que adquieren los cuerpos cuando son atraídos por la gravedad y que además pueden moverse para realizar un trabajo, si no se pueden desplazar no pueden realizar trabajo por lo tanto no tienen energía real.
La gravedad sola, por si misma no tiene energía, La gravedad No es energía, la gravedad es una aceleración (g) que aplicada a un cuerpo con masa (m) que puede desplazarse una distancia (h), entre los tres componentes, crean la energía potencial gravitatoria: Ep=m.g.h.
Estas opiniones hacen parte de La Nueva teoría sobre el Universo. Si te interesa el libro solicítamelo y te lo envío como obsequio.
martinjaramilloperez@gmail.com
En primer lugar agradesco tu valioso comentario Martin, creo que es muy interesante tu contribución al tema.
ResponderEliminarPor otro lado porsupuesto que estoy interesado en una copia de la obra de Hawking, de inmediato me pondre en contacto y agradesco de antemano el valioso aporte.
Muchas gracias y bendiciones!!!