La curiosidad humana como evidencia de Dios



La curiosidad humana como evidencia de Dios
Hugh Ross

¿Por qué los humanos preguntan por qué? Esta curiosidad impulsora, ¿refleja simplemente la superioridad intelectual de los humanos? Según la teoría evolucionista, las distinciones entre los humanos y las demás especies son cuestiones de grado, y no de tipo. ¿Qué revela la observación cuidadosa?

Aun los animales más curiosos tienden a explorar sus entornos inmediatos, incluyendo objetos (o animales) cercanos aproximadamente similares a su propio tamaño corporal. En contraste, los humanos exploran y analizan la gama completa de la realidad física, desde la parte más pequeña (como las partículas subatómicas) a la más grande (como racimos de superracimos de galaxias), sin hablar de cada cosa viva y cada parte de cada cosa viva que encuentran.

La curiosidad de otros animales se extiende poco y nada más allá del momento inmediato. Aun cuando las criaturas “almacenan” para la estación o “se preparan” para un suceso próximo, como un nacimiento, funcionan de formas modeladas por su instinto de supervivencia. Los humanos, por otra parte, quieren saber acerca de los primeros momentos de la vida, de la existencia cósmica y de los alcances más remotos del futuro. Los físicos de partículas hoy gastan miles de millones de dólares para aprender acerca de las condiciones cósmicas cuando el universo tenía sólo una fracción de segundo; otros astrónomos gastan miles de millones de dólares para aprender más acerca de cómo será el universo en un billón de billón de billón de años. La curiosidad humana se extiende aun a una esfera más allá del tiempo.

Mientras los animales intentan explorar y entender cosas y criaturas en su hábitat que puedan mantenerlos a ellos y a sus crías vivos, los seres humanos buscan los lugares más desolados y aun peligrosos sobre, dentro y más allá de la Tierra por la mera aventura y el placer de la exploración, o como parte de su imperecedera búsqueda de descifrar los misterios de su existencia. Mientras que los gatos pueden contentarse jugando con un hilo, con piedras o con un grillo saltarín, los humanos quieren entender todo lo que se puede saber acerca del hilo, las piedras y los grillos saltarines. Las aves miran los dibujos de las estrellas en el cielo nocturno para guiarlas en sus migraciones esenciales para la vida, pero los humanos buscan encontrarle sentido a los dibujos y entender la luz de las estrellas misma.

Si la diferencia entre la curiosidad humana y la de los demás animales fuera simplemente una cuestión de inteligencia superior (un supuesto beneficio para la supervivencia), uno esperaría ver que esta mayor curiosidad fuera surgiendo gradualmente en las especies animales más inteligentes y comunicativas. En cambio, vemos sólo modestos aumentos en el grado de curiosidad entre estos animales. Los delfines aprenden trucos y resuelven acertijos. Los chimpancés simplemente desarman cosas y las vuelven a armar.

Los humanos preguntan ¿Cuál es la naturaleza del universo? ¿Cuál es nuestro lugar en él? ¿De dónde surgió el universo y sus formas de vida? ¿Por qué todas las cosas son como son? (1) Los humanos son losúnicos animales que hacen estas preguntas y algunos individuos invierten (o arriesgan) sus vidas para obtener las respuestas. El evolucionista deberá explicar que característica en cualquier otro animal produjo este tipo de curiosidad.

La disposición para arriesgarlo todo por la curiosidad parecería contradecir el principio evolucionista de supervivencia del más apto. Desde una perspectiva bíblica (el modelo de la creación), sin embargo, la curiosidad humana tiene sentido. Dios hizo a las personas tan intensamente curiosas que, en su impulso por estudiar todos los aspectos del cosmos, incluyendo sus propias mentes y corazones, descubrirían pistas que apunten indudablemente hacia Él. (2)


Referencias
1. Stephen W. Hawking, A Brief History of Time (New York: Bantam Books, 1988), 171. 


Artículo original: Human Curiosity as Evidence for God
Traducción: Alejandro Field

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