miércoles, 7 de septiembre de 2011

La moralidad sin Dios, ¿es posible?

Ray Cotton

Recientemente, me enteré de un profesor de una de las facultades locales cuyo objetivo es convencer a sus estudiantes de que se puede tener un sistema de ética sin creer en Dios. Ahora bien, concuerdo con él que su postura es teóricamente posible, pero le dije que un sistema ético como este está cimentado en la arena. No soportaría la prueba del tiempo ni los azotes de la adversidad.
La Unión Soviética intentó construir un imperio sobre el ateísmo, y fracasó miserablemente. Hoy vemos en Rusia los resultados de la ética del ateísmo. Uno pensaría que los rusos, después de haber sufrido tanto bajo un régimen totalitario, se esforzarían por hacer lo correcto como reconocimiento por sus nuevas libertades. Muchos lo han hecho, pero hoy Rusia está desgarrada por el crimen, la avaricia, la ilegalidad y la inmoralidad. ¿Por qué? ¿Fue simplemente demasiada libertad, demasiado pronto, o están cosechando aún las recompensas de la ética del ateísmo?
Muchas personas hoy creen que Dios es, en el mejor de los casos, innecesario, y, en el peor de los casos, un capataz intolerante. Dicen que no necesitan de Dios para vivir correctamente, y pueden establecer sus propias reglas para la vida. Vivimos en un mundo obsesionado por los valores personales. Lo que las personas hacen depende de sus valores personales pero, como los valores de cada persona son distintos, no parece haber ningún patrón según el cual podamos vivir todos. La idea misma de basar nuestra moralidad en nuestros valores significa que hemos aceptado la idea de un sistema de ética relativista. Los valores personales han reemplazado el valor de la virtud como el fundamento para el pensamiento ético. Las virtudes hablan de algunas realidades objetivas, pero los valores personales hablan solo de decisiones subjetivas de nuestra voluntad.
Basar nuestras decisiones éticas en los valores personales es problemático. Por ejemplo, ¿las cosas son buenas porque nos gustan o nos gustan porque son buenas? El filósofo alemán Friedrich Nietzche nos diría que algo es bueno porque nos gusta. Según Nietzche, el hombre mismo es el punto de referencia universal y absoluto para toda su vida. “Dios está muerto”, declaró, creyendo que esta liberación de las demandas de cualquier realidad metafísica era una oportunidad para desarrollar su propio sistema de ética basado en su propio conocimiento.
Hoy, el mundo sigue construyendo un sistema ético basado en la tolerancia y la iluminación fuera de Dios. Los hombres han intentado muchas formas de enseñar esta nueva forma de moralidad sin Dios. Hace una década, escuchamos constantemente la expresión “aclaración de valores”. Fue un esfuerzo nacional para permitir que los niños fijaran sus propias normas de comportamiento. Resultó ser un desastre, ya que justificaba prácticamente cualquier tipo de comportamiento. Tal vez los educadores ya no usen la expresión “aclaración de valores” livianamente, como lo hicieron alguna vez, pero muchos todavía intentan enseñar un sistema de ética basado en los propios valores del hombre. Estos son valores que están arraigados en el concepto de bienes deseables, es decir, lo que decidimos que es importante para nosotros.
El uso de la palabra “valores” puede tener un contenido objetivo, pero debemos evaluar la fuente de ese “contenido objetivo”, lo cual nos lleva de vuelta a la pregunta pendiente: ¿es posible tener una verdadera moralidad sin una creencia en Dios?
En este ensayo voy a tratar esta cuestión presentando los argumentos comunes contra la necesidad de Dios, y luego contestaré esos argumentos.

¿Qué es una ética sin Dios?

Desde el tiempo de los griegos, muchos filósofos han intentado demostrar que es posible tener una moralidad universal sin Dios. Se han presentado muchos argumentos en apoyo de esta posición y, en teoría, podrían tener razón, según lo que uno quiere decir con la palabra universal. Ellos dirían que todo lo que hace falta es un consenso de lo que se considera comportamiento correcto e incorrecto. Su posición, con la que discrepo, dice algo así:
Primero: Si Dios es necesario para la moralidad, entonces todo lo que Dios considere moral es moral. Por lo tanto, ¿para qué alabar a Dios por lo que ha hecho si Él podría haber hecho lo contrario con la misma probabilidad, y esto hubiera sido tan moral como lo anterior? Si lo que Dios dice vale, entonces si Dios decretara que el adulterio es permisible, sería permisible. Si las cosas no son ni correctas ni incorrectas independientemente de la voluntad de Dios, entonces Dios no puede escoger una cosa por sobre otra porque sea correcta. Por lo tanto, si Él escoge una cosa por sobre otra, su elección debe ser arbitraria. Pero un ser cuyas decisiones son arbitrarias no es digno de adoración.
Segundo: Si la bondad es un atributo que define a Dios, entonces Dios no puede ser usado para definir la bondad. Si lo hacemos, somos culpables de razonamiento circular. Es decir, si usamos la bondad para definir a Dios, no podemos usar también a Dios para definir la bondad.
Tercero: Si uno no cree en Dios, si le dicen que uno debe hacer lo que Dios ordena no le ayudará a resolver ningún dilema moral.
Algunos filósofos, por lo tanto, llegan a la siguiente conclusión: la idea de que una ley moral requiere de un legislador divino es insostenible. (1)
¿Cuál debería ser nuestra respuesta como cristianos? Deberíamos señalar a las personas que están de acuerdo con la posición anterior su falta de comprensión, tanto de Dios como de la naturaleza del hombre.
Dios es el creador y el sustentador de todas las cosas. Ni siquiera seríamos conscientes de nosotros mismos, y mucho menos de lo correcto y lo incorrecto, si Dios no nos hubiera creado a su imagen y, por lo tanto, con la capacidad de hacer distinciones morales. Lo cierto es que no tenemos ningún punto de referencia para toda esta discusión acerca de la moralidad fuera de lo que Dios revela. Que nosotros discutamos con la fuente de la moralidad equivale a que la arcilla discuta con el alfarero.
Hay filósofos que dicen que el hecho que Dios defina lo que está bien y lo que está mal es arbitrario. Dios no es arbitrario; Él es la fuente de toda vida y, por lo tanto, la fuente de toda verdad. No tenemos ninguna base para entender siquiera el concepto de ser arbitrario si no es por referencia a un Dios que no cambia. Lo que sería un razonamiento circular o arbitrario en discusiones acerca de nosotros se aclara perfectamente al llevar el dilema cerca del punto focal universal y absoluto para toda la creación: Dios mismo.
El segundo problema con estos argumentos es que no reconocen la naturaleza del hombre. Si el hombre no hubiera caído, es decir, si no estuviera contaminado por el pecado, tendríamos un potencial ilimitado para crear un código universal a partir de nosotros. Pero somos personas caídas, cada uno de nosotros y, por lo tanto, incapaces de saber lo que es bueno (Romanos 3:23). Hasta somos incapaces de llevar a cabo lo que sabemos que es bueno (Romanos 7:18-21).
Así que la cuestión de lo correcto y lo incorrecto tiene mucho que ver con el origen de nuestra creencia, y no sólo la sustancia de ella. No importa cuán sinceramente crea que tengo razón acerca de alguna decisión moral, la verdadera prueba está en el origen de esa creencia. Y Dios es el único origen universal y absoluto de toda moralidad.

La ética de la creencia

Estamos discutiendo argumentos para remover a Dios de los sistemas éticos de moralidad. Muchos están tratando de formular una plataforma ética que está desprovista de toda necesidad de Dios.
Hemos considerado previamente un enfoque basado en la idea de que la necesidad de un legislador divino es arbitraria e insostenible.
Otro argumento, también basado en el naturalismo científico, sostiene que es inmoral tener una creencia para la que uno no tiene ninguna evidencia. El problema es que los que sostienen esta teoría son naturalistas y, por lo tanto, limitan automáticamente toda evidencia a lo que es naturalista, es decir, lo que puede ser probado científicamente. Para tales personas, poner alguna confianza en lo metafísico es una necedad.
Para estos naturalistas, todos los seres humanos nacemos con un sentido moral que se convierte en un hábito de virtud al practicar la camaradería y trabajar en nuestras luchas comunes. Es simplemente el resultado de un instinto social que nace dentro de nosotros.
Este es un enfoque muy evolucionista del conocimiento y la ética, que considera que los enfoques teístas son hipótesis fuera de moda. El discurso científico es visto como una alternativa a la fe. (2)
Como cristianos, reconocemos que el hombre es más que simplemente algo material; tenemos mucho más en nosotros que el cuerpo físico. Vemos esto en nuestra capacidad de tomar distancia mentalmente y evaluar nuestras vidas, nuestra capacidad de distinguir el bien del mal, y nuestra conciencia de nosotros mismos y nuestra personalidad, que nos hacen únicos con relación al resto de la creación de Dios.
Gracias a nuestra perspectiva cristiana, nos interesan no solo las evidencias físicas de las realidades de la vida sino también las evidencias metafísicas. Por ejemplo, tenemos este libro que se llama la Sagrada Biblia. Obviamente, es de naturaleza física, porque podemos sostenerlo, sentirlo y leerlo. Pero, ¿hay evidencia válida de que este libro contiene un mensaje de Dios? Sí; de hecho, hay incontables otros libros escritos que afirman que hay, en las páginas de la Biblia, un mensaje metafísico del Creador del universo. El testimonio histórico de las edades nos da una confirmación que nos satisface de que este libro es la comunicación misma de Dios para nosotros. ¿Podemos comprobarlo con experimentos científicos? No. Pero hemos experimentado incontables testimonios y evidencias de que este libro es más que solo físico en su naturaleza.
Como cristianos, no debemos permitir que el reduccionismo de este tiempo elimine lo metafísico en el diálogo ético. Debemos usar la verdad de la Palabra de Dios atrevidamente. No hace falta que defendamos la Biblia, porque ella se defiende sola. Solo necesitamos usarla y vivirla para demostrar la realidad de Dios en nuestras vidas y demostrar el poder de nuestras vidas cambiadas.
Cuando al hombre se le permite verse solo como un animal, controlado por instintos innatos o adquiridos, se convierte en una persona centrada en sí y en el poder. Todo se convierte en una cuestión de poder para ser lo que quiere ser, y nos quedan dos opciones: o buscamos crear nuestra propia realidad y propósito en la vida, como lo haría un existencialista, o caemos en la desesperanza del posmodernista, que dice que nada hace ninguna diferencia, y en realidad no importa lo que hagamos.
A continuación, veremos lo que puede ocurrir si permitimos que el mundo nos diga que no somos nada más que carne viva, completamente solos en este universo físico.

De una rajadura en un dique a una inundación en el valle

Intelectuales como Nietzche, Spinoza y Tillich, y muchos otros que los han seguido, han intentado crear una sociedad sin Dios, una sociedad libre para crear su propio sistema ético, sin las limitaciones de los mandatos dados por Dios.
¿Qué podemos esperar si estos líderes logran que gane terreno su modelo para un sistema de ética que no necesita de Dios?
Un ejemplo interesante podría ser la historia de la profesión médica en Alemania durante el régimen nazi. Se supone que esta profesión es protectora de la vida humana. El Juramento Hipocrático, que data de los egipcios, fija las normas más elevadas de confianza para quienes se dedican a esta profesión honorable.
¿Cómo llegó a convertirse la profesión médica de Alemania en nada más que un instrumento de muerte en manos de los nazis? Primero, la perspectiva que uno tiene de la naturaleza del hombre tuvo que cambiar de la de un ser espiritual a la de un ser puramente físico, sin ningún valor más allá del que la sociedad le asigna a un individuo. A través de años de atacar la moral tradicional y las verdades bíblicas, el pueblo alemán comenzó a ver a la humanidad por los ojos de filósofos alemanes como Nietzche y Heidegger. Estos hombres veían a la humanidad estrictamente como carne y sangre, solo diferentes de los animales en su progresión, y no en su naturaleza básica. (3)
Una vez que la población alemana en general y la profesión médica en particular aceptaron una forma de vida colectivista-autoritaria, estaba todo listo para usar la profesión médica para lograr los propósitos del Tercer Reich.
El holocausto nazi comenzó con un desplazamiento sutil de actitud que juzgaba el valor de las personas basándose en su relación costo/beneficio para el estado. Primero, comenzó con la esterilización y la eutanasia de las personas con severas enfermedades psiquiátricas. Pronto todos los que tenían enfermedades crónicas estaban siendo exterminados. No pasó mucho tiempo antes que todos los pacientes que habían estado enfermos por cinco o más años o eran incapaces médicamente de trabajar y con pocas probabilidades de recuperarse fueran transportados a centros de exterminio. Lo que comenzó como “muertes piadosas” en raros casos de enfermedad mental extrema pronto se amplió a una exterminación en masa en una escala sin precedentes. En poco tiempo, todos los que no podían trabajar y fueron evaluados médicamente como incapaces de ser rehabilitados fueron muertos. (4)
La profesión médica alemana entonces comenzó a usar partes del cuerpo humano para investigación médica, y esto llevó a los espantosos “experimentos humanos terminales”, en los que personas vivas eran usadas en experimentos médicos. (5)
Todo comenzó con la idea de que los seres humanos pertenecen a la sociedad y al estado. Según este punto de vista, si alguien es una carga para la sociedad y el estado, es lógico concluir que su vida no vale la pena ser vivida. A partir de la primera decisión de dar muerte a pacientes mentales gravosos, una cadena de sucesos siguió que finalmente llevó a la muerte de la mayoría de los judíos de Europa, junto con millones de otros “indeseables”.
Si no creemos que fuimos creados por Dios, sino simplemente animales altamente evolucionados, y si creemos que solo debemos rendir cuentas a la sociedad, entonces no tiene límite la depravación a la que podemos llegar en nuestra búsqueda de justificar nuestras acciones. La corrosión de la moral comienza en proporciones microscópicas, pero si no es controlada por una norma externa a nosotros seguirá hasta que la corrosión haga desaparecer el fundamento mismo de nuestras vidas, y nos encontramos hundiéndonos en un mar de relativismo.

Cómo reparar la brecha ética

En este ensayo hemos estado hablando del peligro de tratar de establecer un sistema ético fuera de la necesidad de Dios.
Hace poco, me llamó la atención una editorial del Dallas Morning News, escrito por Al Casey, que llevaba por título: “Nuestro fundamento ético necesita ser reparado”. (6) Al enfatizar la necesidad de tener normas éticas elevadas, el Sr. Casey citaba al famoso misionero médico, el Dr. Albert Schweitzer: “La ética es la preocupación por el buen comportamiento . . . una obligación de considerar no solo nuestro bienestar personal sino también el de los demás y el de la sociedad humana como un todo”. (7)
Esto es muy cierto, pero hay una norma aún más alta que lo que podríamos considerar el bien de la sociedad humana. Y solo Dios puede fijar esa norma. Anteriormente, mencionamos algunas atrocidades increíbles que fueron cometidas por la profesión médica alemana “por el bien de la sociedad”.
Hay un viejo dicho que dice: “El camino al infierno está empedrado con buenas intenciones”. Los seres humanos, librados a su propio arbitrio, solemos comenzar con buenas intenciones pero, de alguna forma, sin una guía superior y corazones obedientes, perdemos el camino.
Al Casey se acercó muchísimo a la verdad cuando citó al profesor Alexander Tytler, de la Universidad de Edinburgh:
De la esclavitud a la fe espiritual.
De la fe espiritual a la gran valentía.
De la valentía a la libertad.
De la libertad a la abundancia.
De la abundancia al egoísmo.
Del egoísmo a la complacencia.
De la complacencia a la apatía.
De la apatía a la dependencia.
De la dependencia nuevamente a la esclavitud. (8)
Un consenso de normas éticas sin la supervisión de Dios se erosionará con el tiempo. El poder comienza a tomar control en la determinación de nuestras acciones. Miren a nuestro gobierno hoy. Está controlado, en su mayor parte, por grupos de intereses especiales que pugnan por lograr influencia. A diario recibo en el correo pedidos de fondos para ayudar a que algún grupo influya en nuestro gobierno. ¿Qué pasó con la idea de enviar a hombres y mujeres honrados a Washington y confiar en que harán lo correcto sin que financiemos a diferentes organizaciones que buscan influir sobre nuestros líderes para que hagan lo que ellas quieren?
El Sr. Casey lo expresó correctamente: “En forma alarmante, Estados Unidos se ha vuelto complaciente, una nación habitada por personas preocupadas sólo por sus propio bienestar”. (9)
Pero no necesitamos solamente un código de ética, por más importante que sea; tenemos que volver a poner a Dios en nuestras vidas. Necesitamos someternos a su liderazgo en nuestras vidas, reconocer que sólo el Dios que nos creó sabe lo que nos conviene y sólo Dios puede revelarnos las normas éticas que en última instancia nos pueden dar la paz que buscamos tan desesperadamente.
¿Cómo lo logramos? Comienza con su libro, la Sagrada Biblia. Dios ha detallado algunos principios bastante claros sobre cómo tratar a los demás. ¿Amamos a los demás como nos amamos a nosotros mismos? Eso no es tan fácil cuando todos los que nos rodean viven la ética relativista del poder. La verdadera fuerza del cristianismo nunca ha sido el uso de juegos de poder para conquistar al mundo. Desde las Cruzadas de la Edad Media a la mayoría moral de la última década, los esfuerzos de los políticos por usar el poder político o económico para promover el reino de Dios han sido cuestionables, si no desastrosos. El verdadero poder de la cristiandad siempre ha sido el testimonio de cristianos que viven su fe en un mundo obsesionado por la autoexaltación – ¡cristianos que viven la Palabra de Dios y mantienen una integridad ética y moral!
Notas
1. Theodore Schick, Jr., "Morality Requires God . . . or Does It?," Free Inquiry (Summer 1997), pp. 32-34.
2. Timothy J. Madigan, "The Virtues of 'The Ethics of Belief,'" Free Inquiry (Spring 1997), pp. 29-33.
3. Leo Alexander, Medical Science Under Dictatorship (Flushing, N.Y.: Bibliographic Press, 1996), p. 9.
4. Ibid.
5. Maccaro, James A., "'From Small Beginnings:' The Road to Genocide," The Freeman (August 1997), pp. 479-81.
6. Casey, Al, "Our ethical foundation needs repair," Dallas Morning News, Sunday, 27 July 1997, p. 6J.
7. Ibid.
8. Ibid.
9. Ibid.
Traducción: Alejandro Field
Artículo original: Morality Apart From God: Is It Possible?
© 1997 Probe Ministries International

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