sábado, 17 de septiembre de 2011

Las concepciones rivales de Dios


C.S Lewis: Tomado de su obra mero cristianismo
LIBRO II
LO QUE CREEN LOS CRISTIANOS
1. Las concepciones rivales de Dios

Se me ha pedido que os hable de lo que creen los cristianos y empezaré por deciros una de las cosas en la que los cristianos no necesitan creer. Si sois cristianos no tenéis por qué creer que todas las demás religiones están simple y totalmente equivocadas. Si sois ateos debéis creer que lo más importante de todas las religiones del mundo es sencillamente un tremendo error. Si sois cristianos, sois libres de pensar que todas estas religiones, incluso las más extrañas, contienen al menos un indicio de verdad. Cuando yo era ateo tenía que intentar persuadirme a mí mismo de que la mayor parte de la raza humana ha estado siempre equivocada acerca de la cuestión que más le importaba; cuando me hice cristiano pude adoptar un punto de vista más liberal. Pero, naturalmente, ser cristiano significa pensar que allí donde el cristianismo difiere de otras religiones el cristianismo tiene razón y las otras están equivocadas.
Como en aritmética, una cuenta sólo tiene un resultado correcto, y todos los demás están equivocados; pero algunos de los resultados equivocados están mucho más cerca de ser el correcto que otros.

La primera gran división de la humanidad ocurre entre la mayoría, que cree en una clase de Dios o dioses, y la minoría, que no cree. En este punto el cristianismo se alinea con la mayoría —con los antiguos griegos y romanos, los salvajes modernos, los estoicos, los platónicos, los hinduistas, los mahometanos, etc. — contra los materialistas modernos de la Europa occidental.
Ahora hablaré de la siguiente gran división. Las personas que creen en Dios pueden dividirse según la clase de Dios en el que creen. Hay dos ideas muy diferentes acerca de esto. Una de ellas es la idea de que Él está más allá del bien y del mal.

Nosotros los seres humanos llamamos a una cosa buena y a otra cosa mala. Pero según algunas personas eso es simplemente nuestro punto de vista humano. Estas personas dirían que cuanto más sabio se vuelve uno menos querrá llamar a una cosa buena y a otra mala, y más claramente verá que todo es bueno en ciertos aspectos y malo en otros y que nada podría haber sido diferente. En consecuencia, estas personas creen que mucho antes de que se llegase incluso cerca del punto de vista divino esta distinción habría desaparecido completamente. A un cáncer lo llamamos malo, dirían, porque mata a un hombre; pero con el mismo criterio podríamos llamar malo a un cirujano porque mata a un cáncer. Todo depende del punto de vista. La otra, y opuesta, idea es que Dios es definitivamente bueno o «justo», un Dios que toma partido, que ama el amor y rechaza el odio, que quiere que nos comportemos de una manera y no de otra. El primero de estos puntos de vista —el que piensa que Dios está más allá del bien y del mal- se llama panteísmo. Lo sostenía el filósofo prusiano Hegel y, en cuanto yo puedo entenderlos, los hindúes. El otro punto de vista lo sostienen los judíos, los mahometanos y los cristianos.

Y a esta gran diferencia entre el panteísmo y la idea cristiana de Dios suele acompañarla otra. Los panteístas normalmente creen que Dios, por así decirlo, anima el universo como tú animas tu cuerpo; que el universo casi es Dios, de modo que si éste no existiera Él no existiría tampoco, y que cualquier cosa que se encuentre en el universo es una parte de Dios. La idea cristiana es muy diferente. Los cristianos piensan que Dios inventó y creó el universo del mismo modo que un hombre pinta un cuadro o compone una canción. Un pintor no es su cuadro, y no muere si su cuadro es destruido. Podéis decir: «Ha puesto mucho de sí mismo en él», pero con esto sólo queréis decir que toda la belleza y el interés del cuadro ha salido de su cabeza. La habilidad del pintor no está en el cuadro del mismo modo que está en su cabeza, o incluso en sus manos. Espero que os deis cuenta de cómo esta diferencia entre los panteístas y los cristianos se compagina con la otra. Si no os tomáis demasiado en serio la distinción entre el bien y el mal es fácil decir que todo lo que se encuentra en el mundo es parte de Dios. Pero, naturalmente, si pensáis que algunas cosas son realmente malas, y que

Dios es realmente bueno, entonces no podéis hablar así. Debéis creer que Dios está separado del mundo y que algunas cosas que vemos en él son contrarias a Su voluntad. Ante un cáncer o un barrio de chabolas, el pan-teísta puede decir: «Si sólo lo vierais desde el punto de vista divino, os daríais cuenta de que esto también es Dios.»

El cristiano replica: «No digas esas malditas tonterías». Ya que el cristianismo es una religión luchadora. Cree que Dios hizo el mundo —que el espacio y el tiempo, el calor y el frío, y todos los colores y los sabores, y todos los animales y los vegetales son cosas que Dios «inventó con su cabeza» del mismo modo que un hombre inventa una historia—. Pero también piensa que hay muchas cosas que han ido mal en este mundo que Dios creó, y que Dios insiste, e insiste en voz muy alta, en que volvamos a enderezarlas.

Y, naturalmente, esto suscita una pregunta muy importante. Si un Dios bueno ha creado el mundo, ¿por qué éste ha salido mal? Y durante muchos años yo sencillamente me negué a escuchar las respuestas de los cristianos a esta pregunta, porque no hacía más que pensar: «Digáis lo que digáis, y por inteligentes que sean vuestros argumentos, ¿no es mucho más fácil y sencillo decir que el mundo no fue creado por un poder inteligente? ¿No son todos vuestros argumentos más que un complicado intento de evitar lo que es evidente?» Pero entonces eso me llevaba a una nueva dificultad.

Mi argumento en contra de Dios era que el universo parecía tan injusto y cruel. ¿Pero cómo había yo adquirido esta idea de lo que era justo y lo que era injusto? Un hombre no dice que una línea está torcida a menos que tenga una idea de lo que es una línea recta. ¿Con qué estaba yo comparando este universo cuando lo llamaba injusto? Si todo el tinglado era malo y sin sentido de la A á la Z, por así decirlo, ¿por qué yo, que supuestamente formaba parte de ese tinglado, me encontraba reaccionando tan violentamente en su contra? Un hombre se siente mojado cuando cae el agua porque el hombre no es un animal acuático: un pez no se sentina mojado. Por supuesto que yo podía haber renunciado a mi idea de la justicia diciendo que ésta no era más que una idea privada mía. Pero si lo hacía, mi argumento en contra de Dios se derrumbaba también..., ya que el argumento dependía de decir que el mundo era realmente injusto, y no simplemente que no satisfacía mis fantasías privadas. Así, en el acto mismo de intentar demostrar que Dios no existía —en otras palabras, que toda la realidad carecía de sentido— descubrí que me veía forzado a asumir que una parte de la realidad — específicamente mi idea de la justicia— estaba llena de sentido. En consecuencia, el ateísmo resulta ser demasiado simple. Si todo el universo carece de significado, jamás nos habríamos dado cuenta de que carece de significado, del mismo modo que, si no hubiera luz en el universo, y por lo tanto ninguna criatura tuviese ojos, jamás habríamos sabido que el universo estaba a oscuras. La palabra oscuridad no tendría significado.

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