Relativismo Moral
Hoy en día, en los EE.UU., cuando se trata el debate sobre la ética, muchas personas recurren al relativismo moral. Sostienen que no hay valores morales objetivos que nos ayuden a determinar lo que está bien o mal. Afirman que “todo es relativo.” Para defender esta posición, el relativista propone dos argumentos: (1) Puesto que las personas y las culturas no se ponen de acuerdo acerca de la ética, no hay valores morales objetivos; (2) El relativismo moral conduce a la tolerancia de prácticas que podemos encontrar diferentes y raras. Pero estos dos argumentos son totalmente erróneos. Además, ¿cómo explica el relativista moral el progreso moral, la reforma moral, y los claros casos del bien moral y el mal morales?
Las cuestiones éticas, morales y sociales están empezando a dominar los titulares de los principales periódicos y las portadas de las revistas más importantes. Por desgracia, hay muchos que en la actualidad parecen asumir que la racionalidad y la lógica no tienen cabida en las discusiones de temas éticos, y que no hay una manera de dar respuesta a tales cuestiones. Hay muchos que asumen que estamos sencillamente estancados en nuestras opiniones, y que todas las opiniones son relativas, ya que no se basan en valores morales inmutables u objetivos. ¿Se debería conceder a todos los valores y opiniones el mismo peso moral? El propósito de este artículo es abordar de una forma crítica el problema del relativismo moral, el cual, creo, obstaculiza nuestra habilidad para tratar crítica y racionalmente cuestiones de gran importancia ética. |
IntroducciónEn su influyente obra, The Closing of the American Mind, el profesor Allan Bloom hace la siguiente observación: “hay una cosa de la que un profesor puede estar absolutamente seguro: casi todos los estudiantes que entran en la universidad creen, o dicen creer, que la verdad es relativa (...) Los estudiantes no pueden, por supuesto, defender su opinión. Es algo con lo que han sido adoctrinados.” [1]
Al afirmar dogmáticamente que no existe la verdad, las personas han cerrado su mente a la posibilidad de conocer la verdad, si es que ésta existe. Por consiguiente, el relativismo moral – la creencia de que no hay valores morales objetivos que trasciendan la cultura o a la persona – es, en la actualidad, el principio en el que se basa la mayor parte de la retórica moral norteamericana. Esta es la razón por la que muchas personas empiezan o terminan sus juicios morales con frases tales como, “Es solamente mi opinión personal”, “Por supuesto, no estoy juzgando el comportamiento de nadie”, o “Si tú piensas que es correcto, está bien, pero yo estoy en contra.” Aunque estas declaraciones son acertadas en algunas ocasiones, a menudo se usan de forma inapropiada. Consideremos unos cuantos ejemplos en los que el relativismo moral afecta la manera en la que muchas personas se plantean los temas éticos. El Debate sobre el Aborto Algunos defensores del aborto responden a los argumentos pro-vida con eslóganes llamativos como: “Pro-elección,” y yo elijo mi posición”, “Si no te gusta el aborto, no lo practiques”, o “El aborto está en contra de mis creencias, pero nunca impondría mis creencias a otros.” Estos eslóganes intentan expresar de una manera sencilla la línea por la que han optado los políticos y otros que quieren evitar confrontaciones –es decir, no tomar una posición definida sobre el tema del aborto. Es un intento de encontrar un “término medio”; una forma de evitar ser etiquetado de “extremista”– ya sea de una u otra posición. Durante la campaña presidencial de 1984 —cuando los medios de comunicación cuestionaron las creencias católicas de Geraldine Ferraro y abordaron el conflicto en el que entró por su aparente defensa del aborto— el Gobernador de Nueva York, Mario Cuomo, en una conferencia pronunciada en la Universidad de Notre Dame, intentó dar un tono intelectual a este “término medio”. Quiso aplicar un fundamento filosófico a la posición de su amiga; no obstante, fracasó rotundamente. Y es que no se puede apelar al hecho de que vivamos en una sociedad pluralista (caracterizada por el pluralismo/relativismo moral) cuando la misma cuestión de quién es parte de esa sociedad (eso es, si incluye a los niños nonatos) es el punto de discordia. Cuomo no cayó en cuenta de esta última puntualización, por lo que perdió el debate. El presupuesto relativista del que parte el pro-abortista para reivindicar su posición revela un tremendo desconocimiento del posicionamiento pro-vida. Si uno cree que el feto es un ser humano completo (una persona), entonces los fetos que están en el seno de las mujeres pro-elección son tan humanos como los que están en el seno de las mujeres pro-vida. Para los pro-vida, un feto no es menos persona simplemente porque esté viviendo dentro de Whoopi Goldberg o Cybil Sheperd. La ideología no modifica la identidad. Los pro-elección deberían por lo menos esforzarse en entender la posición pro-vida. Cuando ellos dicen a los pro-vida (como hacen a menudo) que están en su derecho de creer lo que quieran, démonos cuenta que están promocionando —aunque sea inconscientemente— las tácticas radicales de Operación Rescate (OR). Si tú creyeras que se estaba asesinando a un tipo de personas desmembrándolas, asfixiándolas y quemándolas —sufriendo un gran dolor en muchos casos— ¿no te quedarías perplejo si alguien intentara apaciguar tu indignación diciéndote que si no te gusta, no hace falta que participes en esos asesinatos? Eso es exactamente lo que los pro-vida oyen cuando los que apoyan el aborto les dicen, “Si no te gusta el aborto, no lo practiques”, o “Soy pro-elección y elijo mi posición”. Para una persona pro-vida, esto es como decirle a un abolicionista, “Si no te gusta la esclavitud, no tengas un esclavo”, o decirle a Dietrich Bonhoffer, “Si no te gusta el holocausto, no mates a un judío”. Consecuentemente, pedir que los pro-vida “no impongan sus creencias pro-vida en otros” cuando al mismo tiempo reivindican que “ellos tienen derecho a creer lo que quieran” es mostrar una increíble ignorancia de lo que los argumento de los pro-vida significan. Contrariamente a la creencia general, la llamada posición “pro-elección” no es una posición neutral. La reivindicación del abortista de que las mujeres deberían tener el “derecho a elegir” asesinar sus fetos equivale a rechazar la posición pro-vida de que los fetos merecen protección. Y la afirmación del pro-vida que los fetos son humanos completos con derecho a la vida equivale a negar la posición abortista de que las mujeres tienen un derecho fundamental de poner fin a sus embarazos, puesto que tal fin resulta ser un homicidio. En conclusión, parece que apelar al relativismo moral (o pluralismo moral, según lo ha denominado Mario Cuomo) para “encontrar una solución” al debate sobre el aborto es imposible intelectualmente hablando. Censura y Bien Público Otro ejemplo del efecto del relativismo moral en la forma en la que mucha gente enfoca los problemas éticos puede verse en los argumentos a favor del boicot de productos anunciados en los programas de televisión que, según ciertos grupos, son psicológica y moralmente dañinos. La respuesta que se suele dar a estos grupos es, “Si no te gusta un programa en particular, no tienes por qué mirarlo. Siempre puedes cambiar de canal.” Pero, ¿es esta respuesta realmente convincente? Tenemos que destacar que estos grupos no dicen solamente que creen que los programas en cuestión son ofensivos, sino que sostienen además que estos transmiten mensajes y crean un clima moral que afecta a otros —especialmente niños— negativamente: son nocivos para el bien público. Por lo tanto, lo que preocupa a estos grupos es que tú y tus hijos no cambien de canal. Creo que si estos grupos emplean la presión social y económica contra las compañías privadas —sin llegar a demandar la censura estatal— (tal y como vienen haciendo desde hace tiempo los grupos feministas y los defensores de los derechos civiles), se logra un equilibrio de libertades. Tanto los unos como los otros son libres para perseguir sus intereses dentro de los límites de la protección constitucional. Obviamente, los dos grupos tienen que estar dispuestos a aceptar las consecuencias sociales y económicas de sus actos. Este parece ser el mejor camino para alcanzar al bien público. Notemos que esta posición no recurre al relativismo ético, sino que se toma en serio los valores de la libertad, el bien público y los derechos del individuo e intenta mantener estos valores de una forma coherente y justa. Argumentos a favor del relativismo moral Hay varios argumentos que la gente ha propuesto para defender el relativismo moral. Dos de estos son especialmente conocidos, y resurgen una y otra vez en nuestra cultura tomando diferentes formas. El resto del artículo trata de examinar estos argumentos. Argumento 1: la Diversidad en la Práctica Moral. El argumento nº1 declara: Dado que las culturas e individuos difieren en ciertas prácticas morales, no hay valores morales objetivos. Pero podemos presentar varias objeciones a este argumento. En primer lugar, el hecho de que la gente no esté de acuerdo en algo no significa que no haya una verdad objetiva. Por ejemplo, si tú y yo diferimos sobre si la tierra es o no redonda, eso no prueba que la tierra no tenga forma. En el debate ético, el hecho de que un “cabeza rapada” (skinhead, un tipo de joven neo-nazi) y yo no estemos de acuerdo en si deberíamos tratar a las personas por igual y justamente no es prueba suficiente para decir que la igualdad y la justicia no tienen un valor objetivo. Aunque los individuos y las culturas no compartan todos los valores, no por ello concluiremos que, ante los valores correctos, no existe lo bueno ni lo malo. Es decir, podemos decir que podría haber una cultura o individuo moralmente equivocado, como por ejemplo Adolf Hitler y la Alemania nazi. Otro problema de este argumento es que no nace del hecho de que las culturas y los individuos tienen prácticas morales diferentes basadas en valores diferentes. Por ejemplo, el hecho de que algunas mujeres isleñas que viven en los Mares del Sur no se cubran los pechos y que las mujeres británicas se los cubran, no quiere decir que las primeras no valoren la modestia. Debido al clima, las condiciones ambientales, y ciertas creencias religiosas, los pueblos de los Mares del Sur han desarrollado ciertas prácticas con las que manifiestan el valor transcultural de la modestia. Aunque las culturas manifiesten los valores como la honestidad, la valentía, y la protección de la vida de forma diferente, eso no quiere decir que promuevan la hipocresía, la cobardía, o el asesinato arbitrario. En segundo lugar, a veces, lo que parecen diferencias morales no son más que diferencias formales. Por ejemplo, muchas personas que viven en la India no comen carne de vaca porque creen en la reencarnación —que las vacas pueden poseer las almas de seres humanos difuntos. En los Estados Unidos no creemos que las vacas puedan tener almas humanas. Por esta razón, comemos carne de vaca —pero no comemos a la abuela. Superficialmente parecería, por lo tanto, que existe una diferencia fundamental de valores entre indios y americanos. Pero esto sería una conclusión precipitada, sin embargo, ya que ambas culturas creen que es incoprrecto comerce a la abuela; los indios, sine mbargo, creen que la vaca puede tener el alma de la abuela. Así pues, las diferencias entre estas costumbres alimenticias son factuales, y no valorativas. Podríamos aportar otros ejemplos para demostrar que este primer argumento a favor del relativismo moral es inadecuado. [2] Sin embargo, deberíamos tener en cuenta que el hecho de que haya algunos valores comunes a todos los pueblos y culturas no quiere decir que todas las culturas compartan los mismos valores. Obviamente, algunos pueblos y culturas pueden haber desarrollado valores que otros pueblos no hayan desarrollado. Por lo tanto, el descubrimiento de un valor único en una sociedad concreta no anula mi tesis central de que hay ciertos valores que están presentes en todas las sociedades, ya sea de forma implícita o explícita. En tercer lugar, el argumento de las distintas prácticas, además de dar la imagen equivocada de que los conflictos éticos son en algún sentido insolubles, hace demasiado hincapié en las diferencias mientras que pasa por alto las similitudes. En EE.UU., cuando se debate sobre problemas éticos, tendemos a pensar en problemas contemporáneos —el aborto, la eutanasia, la discriminación positiva, etc.— en torno a los cuales hay, obviamente, una acalorada discusión. Sin embargo, solemos ignorar el hecho de que los que llevan a cabo estos debates éticos comparten cierto número de valores en común, de que hay muchas cuestiones morales sobre las cuales la mayoría de estadounidenses están de acuerdo (por ejemplo, “Está mal abusar sexualmente de niñas de seis años”), y de que se han resuelto algunos conflictos éticos del pasado (por ejemplo, la esclavitud, el sufragio universal). Por lo tanto, al poner nuestra atención únicamente en los desacuerdos, hemos perdido el rumbo. El filósofo James Rachels ilustra este punto con un ejemplo extraído de la ciencia:
Argumento 2: la Virtud de la Tolerancia El argumento nº 2 a favor del relativismo ético declara: Puesto que el relativismo ético promueve la tolerancia de ciertas prácticas culturales que para los occidentales pueden resultar extrañas, el relativismo ético es un principio bueno. Sin embargo, aunque la tolerancia es a menudo una virtud, los relativistas éticos sencillamente no pueden justificar su posición apelando a este tipo de tolerancia. En primer lugar, el valor de la tolerancia presupone la existencia de por lo menos un valor real objetivo (o absoluto): la tolerancia. El bioético Tom Beauchamp hace la siguiente observación:
En segundo lugar, la tolerancia solamente puede ser una virtud si pensamos que la otra persona, cuyo punto de vista debemos tolerar, está equivocada. Es decir, Si no creemos que un punto de vista es mejor que otro, no tiene sentido que seamos tolerantes con otros puntos de vista. Porque la tolerancia de un punto de vista implica que esa persona tiene derecho a mantener su punto de vista a pesar de que otros puedan pensar que está equivocado. Ser tolerante con posiciones diferentes significa simplemente eso: puntos de vista diferentes, que no pueden ser igualmente correctos al mismo tiempo. El hombre que se cree tolerante, mientras que al mismo tiempo cree que nadie puede saber dónde está el límite entre el bien el mal de un valor moral concreto no es, de hecho, más virtuoso que el hombre que supone que su virginidad es castidad a pesar de haber nacido sin órganos sexuales. Consecuentemente, la tolerancia real presupone que alguien está en lo cierto y que alguien está equivocado, lo cual, implícitamente, niega el relativismo moral. No obstante, debemos reconocer que hay un motivo noble detrás de la tolerancia de los relativistas. Creen que su postura de tolerancia nos ayudará a comprender mejor a otras culturas y personas, y a no ser hipercríticos con sus costumbres. Esto, a su vez, nos impedirá usar dicha crítica para justificar la imposición por la fuerza de nuestras propias prácticas culturales a otros, como por ejemplo obligar a las mujeres de los Mares del Sur a cubrir sus pechos desnudos o a forzar a familias polígamas a que se rompan para hacerse monógamas. Puedo simpatizar con este tipo de tolerancia transcultural. Sin embargo, como he dicho anteriormente, las prácticas culturales son diferentes a los valores culturales. El hecho de que algunas culturas tengan costumbres diferentes no quiere decir que tengan valores diferentes. Las controversias sobre la eliminación de ciertos libros del programa de la escuela pública y de las bibliotecas es un ejemplo de cómo las personas pueden estar de acuerdo acerca de los valores y, sin embargo, discrepar en cuento a su práctica. Los que están a favor de las líneas más conservadoras, que son los que normalmente están a favor de la censura, suelen proponer que algunos materiales no son apropiados para según qué edades. Sostienen que los más apropiados para saber lo que es bueno para sus hijos son los padres, y no los educadores. Por otra parte, sus oponentes, conocidos como los defensores de la libertad de expresión, generalmente proponen que deberíamos dejar que los profesores y los educadores decidiesen cuál es el material apropiado, aunque creen que se debería trazar alguna pauta previa. Por ejemplo, ninguno de estos promotores de la libertad de expresión defiende el darle material pornográfico a un niño de cuarto. Esto, por supuesto, hace que el debate sea de lo más interesante, ya que significa que las dos partes están de acuerdo en que deben seguirse unos principios generales: debe haber una pauta, hay materiales más adecuados para cada edad, y la educación es importante. Ambos son partidarios de alguna clase de “censura”. Sólo difieren en quién debería ser el censor, qué se debería censurar y sobre qué base se debería tomar la decisión. Por lo tanto, ambos sostienen muchos valores iguales, pero no están de acuerdo en cuanto a la aplicación de estos valores, y la aceptabilidad de ciertos juicios de valor. Aunque esta distinción entre los valores y su puesta en práctica en sí nos ayuda a ser tolerantes con las prácticas culturales muy diferentes a las nuestras, también son útiles para hacer juicios morales valiosos acerca de otros y de nosotros mismos. En primer lugar, somos libres para criticar las prácticas culturales intolerables que violan los valores humanos fundamentales, tales como el caso de genocidio nazi en Alemania y el apartheid en Sudáfrica. En segundo lugar, podemos reconocer el verdadero progreso moral, tal como en el caso de la abolición de la esclavitud. Y en tercer lugar, pueden existir verdaderos reformadores morales, como Martin Luther King, Jr., y los profetas del Antiguo Testamento, voces proféticas que reprendían a sus culturas por haberse apartado de una práctica moral verdadera basada en los valores humanos fundamentales. Los tres puntos anteriores —cada uno de los cuales nace de una creencia en los valores transculturales objetivos— no están basados en el relativismo ético. Es decir, para poder ser coherente, el relativista ético no podría criticar las prácticas morales intolerables, creer en el verdadero progreso moral, ni reconocer la existencia de los reformadores morales. Estas tres formas de juicio moral implican la existencia de valores transculturales objetivos. Aunque se puede decir mucho más acerca de la justificación y la existencia de ciertos valores, [5] lo expuesto en este artículo es suficiente para demostrar que el relativismo ético es enormemente problemático. Demuestra que podemos hablar y discutir racionalmente los unos con los otros acerca de lo correcto y lo incorrecto sin recurrir a la declaración de que los juicios éticos son meramente subjetivos o relativos y que tales juicios tienen todos igual validez. Porque afirmar esto último nos llevaría la absurda conclusión de que la Madre Teresa de Calcuta no es ni más ni menos virtuosa que Adolf Hitler. Creo que esto es suficiente para demostrar que el relativismo ético no es sostenible. El relativismo ético ha sido rechazado por la mayoría de filósofos y teóricos de la ética tanto seculares como teístas. [6] Con todo, en muchas de nuestras instituciones seculares todavía está bien visto adoptar esta posición: es más tolerante, más abierto y más respetable —intelectualmente hablando— que el viejo “absolutismo”. [7] Como hemos visto, sin embargo, el relativismo moral no es coherente con la tolerancia, se cierra absolutamente a la posibilidad de la verdad moral, y es un fracaso intelectual. El Dr. Francis J Beckwith es Profesor asociado de Filosofía, Cultura y Derecho; Especialista W.Howard Hoffman, en Trinity Graduate School, Trinity International University (Deerfield,IL), Campus de California. Sus últimos libros son Politically Correct Death: Answering the Arguments for Abortion Rights (Baker,1993) y Are You Politically Correct? Debating America’s Cultural Standards (Prometheus,1993) NOTAS [1] Allan Bloom, The Closing of the American Mind (New York: Simon and Schuster, 1987), 25. [2] James Rachels, "A Critique of Ethical Relativism," in Philosophy: The Quest for Truth, ed. Louis P. Pojman (Belmont, CA: Wadsworth, 1989), 322-23. [3] James Rachels, "Some Basic Points about Arguments," in The Right Thing to Do: Basic Readings in Moral Philosophy, ed. James Rachels (New York: Random House, 1989), 40. [4] Tom L. Beauchamp, Philosophical Ethics: An Introduction to Moral Philosophy (New York: McGraw-Hill, 1982), 42. [5] Si quiere leer una defensa filosófica de valores universales concretos, consulte C. S. Lewis, The Abolition of Man (New York: Macmillan, 1947), 95-121; Lewis, Mere Christianity (New York: Macmillan, 1984), chapters 1-5; Rachels, "A Critique," 322-24; y J. P. Moreland, Scaling the Secular City (Grand Rapids: Baker Book House, 1987), Cap. 4. [6] Por ejemplo, ver Rachels, "A Critique"; J. P. Moreland y Norman L. Geisler, The Life and Death Debate: Moral Issues of Our Time (New York: Greenwood Press, 1990), Cap. 1. [7] Creo que una mejor denominación sería ‘objetivismo ético’, ya que no todos los valores que sostienen los absolutistas son exactamente iguales; algunos son mejores que otros. Ver Norman L. Geisler, Christian Ethics: Options and Issues (Grand Rapids: Baker Book House, 1989). Este artículo fue extraído de Christian Research Journal, Otoño, 1993, pág. 20. Elliot Miller, Jefe de Redacción. Este artículo es una versión revisada de parte del capítulo 1 de Francis J. Beckwith's, Politically Correct Death: Answering the Arguments for Abortion Rights (Grand Rapids: Baker Book House, 1993), 19-25. Permisos adquiridos. © Copyright 1994: por el Christian Research Institute [Instituto Cristiano de Investigación] COPYRIGHT/LÍMITES DE PRODUCCIÓN: La información de este documento es propiedad de Christian Research Institute. Prohibida la reproducción o alteración de su contenido, a excepción de usar todo el documento, en su totalidad, para hacerlo circular de forma gratuita, sin ningún ánimo de lucro. Toda reproducción deberá tener el sello Copyright (p. ej., "Copyright 1994 by the Christian Research Institute"). Este material no podrá venderse sin el permiso de Christian Research Institute: a excepción de citas de un máximo de 500 palabras. Si desea reproducir y vender menos de 500 palabras de este documento, no olvide dar crédito de la fuente consultada: Copyright 1994 by the Christian Research Institute, P.O. Box 7000, Rancho Santa Margarita, CA 92688-7000. Traducción: Darryl Fox. El Dr. Francis J Beckwith es Profesor asociado de Filosofía, Cultura y Derecho; Especialista W.Howard Hoffman, en Trinity Graduate School, Trinity International University (Deerfield,IL), Campus de California. Sus últimos libros son Politically Correct Death: Answering the Arguments for Abortion Rights (Baker,1993) y Are You Politically Correct? Debating America’s Cultural Standards (Prometheus,1993) NOTAS [1] Allan Bloom, The Closing of the American Mind (New York: Simon and Schuster, 1987), 25. [2] James Rachels, "A Critique of Ethical Relativism," in Philosophy: The Quest for Truth, ed. Louis P. Pojman (Belmont, CA: Wadsworth, 1989), 322-23. [3] James Rachels, "Some Basic Points about Arguments," in The Right Thing to Do: Basic Readings in Moral Philosophy, ed. James Rachels (New York: Random House, 1989), 40. [4] Tom L. Beauchamp, Philosophical Ethics: An Introduction to Moral Philosophy (New York: McGraw-Hill, 1982), 42. [5] Si quiere leer una defensa filosófica de valores universales concretos, consulte C. S. Lewis, The Abolition of Man (New York: Macmillan, 1947), 95-121; Lewis, Mere Christianity (New York: Macmillan, 1984), chapters 1-5; Rachels, "A Critique," 322-24; y J. P. Moreland, Scaling the Secular City (Grand Rapids: Baker Book House, 1987), Cap. 4. [6] Por ejemplo, ver Rachels, "A Critique"; J. P. Moreland y Norman L. Geisler, The Life and Death Debate: Moral Issues of Our Time (New York: Greenwood Press, 1990), Cap. 1. [7] Creo que una mejor denominación sería ‘objetivismo ético’, ya que no todos los valores que sostienen los absolutistas son exactamente iguales; algunos son mejores que otros. Ver Norman L. Geisler, Christian Ethics: Options and Issues (Grand Rapids: Baker Book House, 1989). Este artículo fue extraído de Christian Research Journal, Otoño, 1993, pág. 20. Elliot Miller, Jefe de Redacción. Este artículo es una versión revisada de parte del capítulo 1 de Francis J. Beckwith's, Politically Correct Death: Answering the Arguments for Abortion Rights (Grand Rapids: Baker Book House, 1993), 19-25. Permisos adquiridos. © Copyright 1994: por el Christian Research Institute [Instituto Cristiano de Investigación] COPYRIGHT/LÍMITES DE PRODUCCIÓN: La información de este documento es propiedad de Christian Research Institute. Prohibida la reproducción o alteración de su contenido, a excepción de usar todo el documento, en su totalidad, para hacerlo circular de forma gratuita, sin ningún ánimo de lucro. Toda reproducción deberá tener el sello Copyright (p. ej., "Copyright 1994 by the Christian Research Institute"). Este material no podrá venderse sin el permiso de Christian Research Institute: a excepción de citas de un máximo de 500 palabras. Si desea reproducir y vender menos de 500 palabras de este documento, no olvide dar crédito de la fuente consultada: Copyright 1994 by the Christian Research Institute, P.O. Box 7000, Rancho Santa Margarita, CA 92688-7000. Traducción: Darryl Fox. |
Comentarios
Publicar un comentario