POR QUÉ LA CONCIENCIA NO PUEDE SER MERAMENTE UN PRODUCTO DEL CEREBRO
Por: Alejandro Martinez
Gallardo - 03/03/2016
Estudiando de cerca algunos fenómenos como el placebo, la
hipnosis o la telepatía, se infiere que la conciencia cuenta con
características que no pueden explicarse solamente a través del cerebro
De
manera convencional la ciencia moderna ha difundido y defendido la idea de que
la conciencia es generada solamente por el cerebro y que estamos cerca de
localizarla, de atraparla en su gestación, en la actividad de algún grupo
especial de neuronas. Esta es la culminación de la filosofía materialista, el
dogma esencial de la ciencia establecida. En este artículo haremos un
comentario a la excelente revisión que hace el doctor Larry Dossey[1] de
algunas de las teorías más populares que intentan explicar la conciencia, desde
la hipótesis materialista a otras hipótesis que surgen a la luz de fenómenos
como la hipnosis, el placebo y los llamados eventos psi estudiados por la
parapsicología.
La
hipótesis materialista considera que la conciencia tiene una base material y
puede ser reducida a una serie de señales en el cerebro, las cuales determinan
nuestra experiencia del mundo. Un ejemplo de esta hipótesis puede encontrarse
en Francis Crick, el biólogo que descubrió la doble hélice del ADN, quien
consideraba que todos los fenómenos biológicos acabarían por ser explicados
solamente con química y física. En su libro The Astonishing Hypothesis escribe:
"Tus alegrías y tus penas, tu memoria y tu libre albedrío, son de hecho
sólo el comportamiento de una vasta asamblea de células nerviosas y sus
moléculas asociadas". Así todo puede reducirse a un paquete limitado de
neuronas: el encandilamiento del amor, la 5a sinfonía de Beethoven, un viaje de
DMT o el asombro por nuestro origen y propósito en el universo, son sola y
exclusivamente la actividad aleatoria de una serie de neuronas.
La
certidumbre de Crick ciertamente no es compartida por todos los científicos de
renombre en el campo. Como cita oportunamente Dossey, el Nobel Eugene Wigner
afirmó: "No tenemos ni la más vaga idea de cómo conectar los procesos
psicoquímicos con el estado de la mente", y el también Nobel Roger Sperry
dijo: "los procesos centrales del cerebro con los que la conciencia está presumiblemente
asociada simplemente no son entendidos actualmente". Así, ante el misterio
fundamental de la conciencia, algunos científicos buscan atrapar al fantasma de
la mente en la máquina del cerebro y al hacerlo, más que seguir el canonizado
método científico, recaen en un procedimiento enteramente dogmático, buscando
que la realidad se ajuste a su modelo preestablecido del mundo.
Una
de las formas en las que se han dividido las teorías sobre la causación de la
conciencia son aquellas que consideran que ésta se genera de abajo hacia arriba
(o causación ascendente) y las que creen que se genera de arriba hacia abajo (o
causación descendente). La teoría ascendente indica que la conciencia es
generada por la mente y de ahí se difunde a la materia; la teoría descendente sugiere
que las neuronas operan de manera determinista y generan nuestra mente (y toda
la personalidad asociada). En la primera son las intenciones conscientes las
que determinan lo que hacemos; en la segunda, las células nerviosas de alguna
manera ya "han hecho su mente" y causan todos nuestros estados
mentales. "Puede ser que los neurocientíficos lo hayan entendido al revés,
y la experiencia que sentimos de empatía sea la causa de que las neuronas
espejo se enciendan y no al revés", dice Dossey. ¿Dónde está la jerarquía,
en la entidad que aparentemente ejerce el mando, o en las células que componen
esa identidad?
La
hipótesis de la causa material o descendente se mete en problemas cuando se
enfrenta con cosas como la hipnosis, los efectos de las drogas psicodélicas, el
placebo y el fenómeno psi. Siguiendo con el recorrido de Dossey, debemos
mencionar una experiencia que tuvo cuando fue médico interno en el Valle del
Río Grande en Texas. Dossey tenía un paciente afroamericano moribundo que
presentaba un enigma ya que no podía determinar la causa de su estado. Un
médico de más experiencia lo entrevistó y descubrió que el paciente creía que
había sido embrujado por una adivinadora a la cual le debía dinero.
"Convencido de su maldición, estaba cumpliendo su destino". Como
último recurso, Dossey y su colega hicieron una ceremonia de desembrujamiento
en la noche en el hospital. La ceremonia tuvo éxito en la mente del paciente, y
al día siguiente se levantó con un apetito voraz, ya en vías de recuperarse.
La
capacidad de la mente --de ideas e ilusiones-- de modificar el cuerpo y la
forma en la que éste procesa la realidad queda manifiesta en fenómenos como la
hipnosis y el placebo. Durante la hipnosis, una persona puede llegar a producir
una quemadura de segundo grado cuando se le avisa que tiene una moneda
hirviendo en su brazo. El psicólogo Julian Jaynes, de Princeton, señala:
Si
te digo que pruebes vinagre y te sepa como champagne, que sientas placer cuando
te coloco un alfiler en el brazo, o que mires en la oscuridad y contraigas las
pupilas como ante una luz imaginaria... encontrarías estas tareas difíciles por
no decir imposibles de hacer... pero si antes te hipnotizo lograrías estas
cosas sin ningún esfuerzo.
Ante
esto Dossey concluye que "la hipnosis permite que el cuerpo desafíe las
funciones neuronales ordinarias". En el caso del placebo, algo similar
ocurre, donde el poder de la sugestión detona respuestas de autosanación
equivalente en sus efectos a poderosos fármacos, demostrando que lo que se
puede hacer químicamente también puede hacerse de manera mental, a través de
pensamientos intangibles que se vuelven tangibles posteriormente.
Dossey
hace hincapié en que esta visión de la mente sobre la materia no sostiene que
las neuronas o las células no tengan una función operativa, sino que considera
que su nivel de operación es el de los transmisores de una señal y no de los
generadores de esa señal, es decir, de correlación no de causación: "No
podemos decir que las neuronas espejo causan la empatía, de la misma manera que
nuestras televisiones no causan la Copa del Mundo o el Superbowl, solamente
están correlacionadas con ellos". El cerebro es como la televisión que nos
permite sintonizar la señal y focalizar una experiencia de la conciencia que
existiría en la atmósfera. Por otro lado, esta perspectiva reconoce, en cambio,
que los pensamientos, las creencias, las emociones, etc., no son sólo
imaginarios sino que tienen efectos verdaderos: logran transmitir sus señales a
través del cuerpo (el aparato de sintonización).
En
su libro Science and Psychic Phenomena[2] el
filósofo Chris Carter cita miles de estudios en los que fenómenos de percepción
extrasensorial, telepatía y precognición han apilado evidencia de ocurrir
desafiando las probabilidades estadísticas de un comportamiento meramente
aleatorio. Dossey nos dice que Carter considera que los fenómenos psi sí entran
en conflicto con el mundo de la física clásica newtoniana, pero no con la
perspectiva de la física cuántica-relativista. De su investigación Carter
concluye que la conciencia se manifiesta de formas no-locales (al igual que el
entrelazamiento cuántico), y por lo tanto parece no estar constreñida por el
espacio-tiempo, lo cual es un importante indicativo de que la conciencia no
puede ser solamente material. Explica Dossey:
Los fenómenos psi implican que la conciencia puede hacer
cosas que el cerebro y las neuronas no pueden. Las implicaciones son vastas. Si
la conciencia es temporalmente no-local, infinita en el tiempo, entonces es
inmortal y eterna, porque una no-localidad limitada es una contradicción de
términos; y si la conciencia es espacialmente no-local, es omnipresente.
Esta
visión parece "sintonizar" la antigua creencia expresada por los
filósofos de la India de que la conciencia es de hecho la misma sustancia que
el espacio, sea este considerado como un éter (akasha), o como el vacío del
cual emergen los fenómenos en el budismo, el cual es igual a la mente en su
estado de pureza y potencialidad infinita (dharmadatu). En el Timeo, Platón
esboza una cosmología en la que existe una especie de espacio primordial
(khora) en el cual el demiurgo imprime la cualidad de su inteligencia: las Formas
o arquetipos que son reflejos de la mente de Dios. Aquí el espacio toma un
sentido maternal --es una nodriza de la conciencia (aunque Platón no tiene un
término equivalente a nuestra "conciencia"), por lo que se podría
hablar de un soporte material de la conciencia, pero hay que mencionar que esta
especie de inseminación de aquello que viene del Padre en el lienzo de la
Madre, de la cual surge el cosmos, es el acto seminal que ocurre en el origen
(una misma imagen que aparece en muchas historias de creación: el espíritu que
se posa sobre las aguas). Es decir, el espacio mismo está impregnado de la
conciencia --podemos concebirlo como un vientre que perpetuamente está llevando
la luz de la mente-- y, aunque esta semilla florezca también en una rarificación
de su esencia en la materia, la conciencia preexiste a los cuerpos en los
cuales puede encontrar una expresión particular. En este tenor, actualmente un
grupo de teorías científicas agrupadas con el nombre de teorías de la
conciencia de campo sugieren que la conciencia es idéntica a un campo[3] no
físico que existe ubicuamente en el espacio como la fuerza de gravedad o el
electromagnetismo.
La
reducción de la conciencia a términos meramente materiales, como un epifenómeno
o un subproducto de la complejidad de la materia, ha sido entendida por algunos
importantes científicos y filósofos de una mentalidad más abierta como una de
las más grandes supersticiones de la ciencia, una forma de religión
materialista, basada fundamentalmente en preconclusiones de lo que el mundo
debería de ser y en el deseo mesiánico de explicarlo todo en términos
materiales. Esto mismo fue llamado por Karl Popper un "materialismo
promisiorio", una especie de wishful thinking de la ciencia en el que
finalmente el paradigma materialista habría logrado conquistar todas las
dimensiones de la realidad y abolido toda visión espiritual. El neurofisiólogo
John Eccles, ganador del premio Nobel, dijo que "el materialismo
promisiorio es simplemente una religión basada en la creencia de los
materialistas dogmáticos... que confunden la religión con la ciencia".
Para
concluir, las palabras de uno de los más lúcidos críticos del paradigma
materialista en la actualidad, el doctor Bernardo Kastrup. En un diálogo con
Alex Tsakiris de la revista Skeptiko, Kastrup explicó:[4]
Nuestra cultura está impulsada por esta noción de que la
realidad real existe fuera de la conciencia. Es un universo material
fundamentalmente independiente de la conciencia, que nuestras vidas internas y
nuestras experiencias subjetivas emergen de la distribución específica de la
materia en este mundo abstracto fuera de la mente. Esta es la filosofía del
materialismo que subyace en la mayoría del trabajo académico y de la mayoría de
la ciencia que conocemos hoy en día. Pero también subyace el sistema de valores
de nuestra cultura y nuestro sistema económico. Por ejemplo, si la materia es
la única realidad real, la conciencia siendo transitoria, un efecto colateral
temporal, entonces, ¿qué significado tiene la vida más que acumular bienes
materiales? Esto encaja perfectamente con el sistema económico y establece
bucles de retroalimentación con las estructuras de poder existentes.
Kastrup
sugiere que la visión materialista de la realidad penetra todas nuestras
esferas de conocimiento y define todas nuestras relaciones. Esto evidentemente
trastoca toda interacción y puede explicar la crisis moral, ecológica y
espiritual de la actualidad. Al mismo tiempo nos sitúa en un espacio
desprovisto de significado, totalmente desencantados, en un frío e inexorable
abismo material. Sin embargo, esta desoladora visión es un error de percepción,
un extravío en el camino. Y es que toda la riqueza que podamos percibir en la
materia viene solamente de la conciencia que le deposita valor, que la carga de
significado. Así cuando perseguimos bienes materiales y luchamos por obtener
más cosas, actuamos erráticamente puesto que lo que en realidad queremos es el
valor, las ideas, las percepciones y las experiencias que asociamos con las
cosas, todos los cuales pertenecen al dominio de la conciencia... confundimos a
la estatua con el poder del dios que representa. En esta idolatría del
materialismo no alcanzamos a ver que la única riqueza real que podemos acumular
en este mundo es la conciencia.
Bibliografía
[1] https://www.scimednet.org/content/mind-and-neurons-consciousness-and-brain-21st-century
[2] http://www.amazon.com/Science-Psychic-Phenomena-House-Skeptics/dp/159477451X/ref=la_B003M3FR5K_1_3?s=books&ie=UTF8&qid=1457048685&sr=1-3
[3] http://www.scholarpedia.org/article/Field_theories_of_consciousness
[4] http://www.skeptiko.com/274-bernardo-kastrup-why-our-culture-is-materialistic/
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