Reduccionismo: C. S. Lewis sobre el concepto «Naturaleza»
Desde este punto de vista, la conquista de la Naturaleza aparece bajo una nueva luz. Reducimos las cosas a mera Naturaleza a fin de poderlas «conquistar». Siempre estamos conquistando la Naturaleza, porque «Naturaleza» es lo que le estamos dando a lo que hemos, hasta cierto punto, conquistado. El precio de la conquista es tratar aquella cosa como mera Naturaleza. Cada conquista sobre la Naturaleza aumenta su ámbito. Las estrellas no se transforman en Naturaleza hasta que las podemos medir y pesar; el alma no se transforma en Naturaleza hasta que podemos psicoanalizarla. El arrebatamiento de los poderes de la Naturaleza es también la rendición de las cosas a la Naturaleza. En tanto que el proceso no llegue al paso final bien podremos considerar que las ganancias son superiores a las pérdidas. Pero tan pronto tomamos el paso final de reducir nuestra propia especie al nivel de mera Naturaleza, todo el proceso enloquece, porque esta vez el ser que quería ganar y el ser sacrificado son el mismo. Éste es uno de los muchos casos donde llevar un principio a lo que parece su conclusión lógica lleva al absurdo. Es como el famoso irlandés que descubrió que un cierto tipo de estufa reducía su consumo de leña a la mitad, y por ello llegó a la conclusión de que dos estufas de la misma clase le posibilitarían calentar la casa sin ninguna leña. Es la propuesta del brujo: da tu alma, y recibe poder a cambio. Pero una vez hemos entregado nuestras almas, esto es, nuestro mismo yo, este poder que así nos ha sido conferido deja de pertencernos. Seremos de hecho los esclavos y marionetas de aquello a lo que hemos dado nuestras almas. Está dentro del poder del Hombre tratarse a sí mismo como un mero «objeto natural», y sus propios juicios de valor como materia prima para que la manipulación científica los altere a voluntad. La objeción contra hacer esto no reside en el hecho de que este punto de vista (como el primer día de uno en un aula de disección) sea penoso y chocante hasta que uno se acostumbra. La verdadera objeción es que si el hombre decide considerarse como materia prima, materia prima es lo que será: no materia prima para ser manipulado por sí mismo, como se imaginaba complacido, sino por el mero apetito, esto es, por la mera Naturaleza, en la persona de sus deshumanizados Condicionadores». ...
C. S. Lewis, The Abolition of Man (La Abolición del Hombre), Collins (Londres, 1978), págs. 42-44.
Hay edición castellana: Ediciones Encuentro, Madrid 1990.
Traducción del inglés: Santiago Escuain
© Santiago Escuain 1997, por la traducción
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