lunes, 30 de noviembre de 2009

Se acabo la fiesta de Ardi

Ardi — se acabó la fiesta


Ardipithecus ramidus (Según Gen Suwa, Berhane Asfaw, Reiko T. Kono, Daisuke Kubo, C. Owen Lovejoy, Tim D. White — 2009).
Imagen: T. Michael Keesey


25 noviembre 2009 — Parece que la algarabía sobre el Ardipithecus (02/10/2009) había sido prematura. A pesar de 600 páginas de materiales sometidos a Science en octubre, persisten muchas dudas y muchos interrogantes acerca de la situación de este hominino, u homínido, o lo que hubiera sido (la nomenclatura es confusa e inconsecuente incluso entre los paleoantropólogos). En un artículo de Katherine Harmon en la revista proevolucionista Scientific American, se hacen patentes tantas dudas que el público debería cuestionarse seriamente si este fósil sugiere nada acerca del origen de la humanidad. A modo de resumen, estas son algunas de las cuestiones clave:

  1. Debate: Ardi ha «ha aguzado más diferencias que las que ha resuelto».
  2. Manipulación: William Jungers (Universidad de Stony Brook) criticaba al equipo de Tim White por exagerar las interpretaciones. «Me parece que algunas de las cosas que han dicho pueden haber sido por efectismo», afirmaba.
  3. Pruebas negativas: Incluso el mismo White no afirma que Ardi demuestre un enlace con los humanos. Harmon escribía: «White y sus coautores no proponen tener una respuesta definitiva, sino que mediante un prolijo análisis de los datos fósiles y de su medio, concluyen en un artículo de grandes líneas que “No hay rasgos evidentes suficientemente excepcionales que justifiquen la conclusión de que Ar. ramidus sea antecesor del Australopithecus”, con lo que proponen que ella podría haber sido desde luego una hominina primitiva (el grupo de clasificación siempre cambiante que generalmente incluye a los humanos existentes y a nuestros parientes cercanos extintos, también designados por White et al. como homínidos —aunque esta última designación actualmente incluye también a los grandes simios).»
  4. Rotación: Un punto clave en la pretensión de que Ardi caminaba erguida es la posición del ilion. El giro del ilio puede llevar a interpretaciones erróneas. Dice Jungers: «Es muy difícil no hacer que parezcan algo que tienes en mente si existe cualquier posibilidad de jugar con ello». Harmon mencionaba que «A pesar de numerosas imágenes y descripciones propuestas por los investigadores, otros son reacios a aceptar estas reconstrucciones sin un grano de sal».
  5. Facultad: Los humanos son bípedos obligados, pero arbóreos facultativos. Si Ardi era una bípeda facultativa y arbórea obligada, como lo indica su pulgar divergente, puede que no haya tenido hábitos de transporte diferente de los que presentan los chimpancés. No se ha encontrado ninguna articulación de la rodilla en los especímenes de Ardipithecus. Esto también confunde la interpretación.
  6. Estudios sociales: White y los proponentes de Ardi argumentan que los dientes exhiben poco dimorfismo sexual. ¿Qué significa esto? Para ellos, significa que los machos no eran de mayor tamaño y más agresivos, lo que significa que pudieron haber ayudado a cuidar de los pequeños, lo que parece ser más bien cercano a los humanos. Este razonamiento es profundamente subjetivo.
  7. La cara es el espejo ...: ¿Qué sentido tendría que el rostro de Ardi no fuese tan saliente como el de los simios? Harmon explica: «Los investigadores externos se centran en la semejanza de tamaño con otros primates no humanos, como los simios extintos del Mioceno».
  8. Plato combinado: Tim White prefiere contemplar la combinación de rasgos que hace que Ardi sea excepcional, en lugar de centrarse en análisis por partes de cada carácter. Pero esto suscita cuestiones acerca del valor de sus propias y prolijas descripciones de dichos rasgos. David Begun (U. de Toronto) opinaba también que podría significar que Ar. ramidus no tuvo nada que ver con ninguna historia evolutiva humana. En Ardi él encuentra «bien poco en la anatomía de este espécimen que lleve directamente al Australopithecus, y luego al Homo sapiens. Bien podría tratarse de una rama lateral».

Casi en lo único en que están de acuerdo es en la cantidad de detalle que el equipo de White aportó en la descripción del fósil como cosa elogiable. Jungers considera su trabajo como un «nuevo estándar» que resulta «verdaderamente extraordinario». Este aspecto, sin embargo, no comporta nada acerca de la interpretación de su puesto en la supuesta evolución humana. Podría sólo servir para elucidar la sofisticación de su subjetividad.

El Partido Darwinista está siempre tocando la misma aburrida tonada. Fueron multitudes los viejos simios y monos que quedaron extintos. ¿A quién le preocupa uno más? Por lo que hace a las rivalidades y ambiciones entre los paleoantropólogos y sus historias constantemente cambiantes, así como el gran margen que hay para la manipulación, este tema no merece más atención, excepto la necesaria para exponer cómo se extravía al público dentro del marco del pensamiento único darwinista que pretende el monopolio de la ciencia.

En apoyo de esta crítica, recordemos las advertencias del mismísimo White acerca de cómo unos huesos distorsionados pueden engañar incluso a los expertos (véase Los huesos del hombre primitivo: La deformación geológica y la variación natural pueden remedar la diversidad). Recordemos también que por su parte Nature denunció las proclividades al cuentismo de Tim White como «más filosofía que fósiles» (véase Las perspectivas acerca de los homínidos — procedentes más de la filosofía que de los fósiles). Recordemos que la variabilidad dentro de los humanos puede anular las interpretaciones de pretendidos rasgos ancestrales (véase —en inglés— 22/07/2007). Y para ver más a fondo la subjetividad de su arte, recordemos cómo Hlusko desacreditaba tres presupuestos comunes que usan los antropólogos al interpretar huesos de pretendidos homínidos (véase —en inglés— 19/02/2004). Si uno sigue estas noticias, debería ser bajo la consideración de deporte o entretenimiento —desde luego no como ciencia.



Lecturas adicionales

Jerry C. Bergman:

Arthur C. Custance:

Frank W. Cousins



Fuente:
Creation·Evolution Headlines - Ardi Party Is Over 25/11/2009
Redacción: David Coppedge © 2009 Creation Safaris - www.creationsafaris.com
Traducción y adaptación: Santiago Escuain — © SEDIN 2009 - www.sedin.org

sábado, 28 de noviembre de 2009

Coyne y el significado de la evolución: ¿Por qué el darwinismo es falso, parte II

Respuesta a "Why Evolution Is True" obra de Jerry A. Coyne; hecha por Discovery Institute

Traducción: Autor del blog

Fuente original: Coyne and the Meaning of Evolution: Why Darwinism Is False, Part II





Jerry A. Coyne es profesor en el Departamento de Ecología y Evolución de la Universidad de Chicago. En -Por qué la evolución es verdadera-, resume el darwinismo, de la siguiente manera: "La vida en la tierra evolucionó gradualmente a partir de una especie primitiva tal vez una molécula auto-replicante, que vivió más de 3,5 millones de años atrás, entonces ramificada con el tiempo, arrojando muchas especies nuevas y diversas, y el mecanismo de la mayoría (pero no todos) de cambio evolutivo es la selección natural.


Coyne explica además que la evolución "simplemente significa que una especie experimenta cambios genéticos en el tiempo. Es decir, por muchas generaciones de una especie puede convertirse en algo muy diferente, y esas diferencias se basan en cambios en el ADN, que se originan como mutaciones. Las especies de animales y plantas que viven hoy en día no estaban presentes en el pasado, sino que son descendientes de los que vivieron antes.


Según Coyne, sin embargo, "si la evolución sólo significa un cambio genético gradual dentro de una especie, tendríamos sólo una especie de ahora; un descendiente muy evolucionado único de la primera especie. Sin embargo, hoy tenemos muchos... ¿Cómo esta diversidad surge de una forma ancestral? "Se origina debido a la" división, o, más exactamente, la especiación, que simplemente significa que la evolución de los diferentes grupos que no pueden cruzarse.


Si la teoría de Darwin fuera cierta, "debemos ser capaces de encontrar algunos casos de especiación en el registro fósil, con una línea de descendencia dividida en dos o más. Y debemos ser capaces de encontrar la formación de nuevas especies en la naturaleza. "Además," debemos ser capaces de encontrar ejemplos de especies que tienen enlaces a los principales grupos sospechosos de tener un ancestro común, como las aves con los reptiles y peces con los anfibios. Por último, según Coyne; hay hechos que sólo tienen sentido a la luz de la teoría de la evolución, pero no tienen sentido a la luz de la creación o diseño. Estos incluyen los patrones de distribución de especies en la superficie de la tierra, las peculiaridades de cómo los organismos desarrollan a partir de embriones, y la existencia de vestigios de características que no son de utilidad aparente. Coyne concluye su introducción con la audaz declaración de que "todas las pruebas; tanto los antiguos y los nuevos, conduce inevitablemente a la conclusión de que la evolución es verdad”.


Por supuesto, la "evolución" es innegable si eso significa simplemente que las especies existentes pueden cambiar de manera de menor importancia con el tiempo, o que muchas especies que viven hoy no existía en el pasado. Pero la afirmación de Darwin de que todas las especies se modifican los descendientes de un ancestro común, y reclamar Coyne que mutaciones en el ADN y la selección natural ha producido dichas modificaciones, y que no son tan innegables, son fantaciosas. Sin embargo Coyne dedica el resto de su libro a aportar pruebas para lo anterior.


Fósiles


Coyne escribe "Debemos ser capaces," de encontrar alguna evidencia de cambios evolutivos en el registro fósil. El más profundo (y más antigua) capa de roca que contienen los fósiles de las especies más primitivas, y algunos fósiles deberían ser más complejos como los fósiles de las capas de roca más recientes.


Y debemos ser capaces de ver algunas especies cambiando con el tiempo, la formación de linajes de ascendencia "con la modificación" (adaptación). "En particular", más adelante las especies deben tener rasgos que los hacen parecer a los descendientes de los primeros.


En El origen de las especies, Charles Darwin reconoció que el registro fósil presenta dificultades para su teoría.


"Según la teoría de la selección natural", escribió, "todas las especies vivientes han sido conectados con el padre de especies de cada género, las diferencias no es mayor que la que vemos entre las variedades naturales y domésticas de la misma especie en la actualidad. "Así, en el pasado" el número de eslabones intermedios y de transición, entre todos los seres vivientes y extintas, debe haber sido increíblemente grande”. Pero Darwin sabía que los principales grupos de animales modernos que los biólogos llaman" filos ", aparecieron totalmente formados. En el momento que se conoció rocas de las más antiguas portado fósiles depositados durante un período geológico conocido como el Cámbrico. Se la consideró una "grave" crisis de su teoría, ya que "si la teoría es verdadera, es indiscutible que antes de que el estrato más bajo del Cámbrico fue depositado en largos períodos transcurridos... y que durante esos períodos grandes del mundo estaban llenos de seres vivos. Por qué, no encontramos ricos depósitos fosilíferos correspondientes a estos primeros períodos antes que estos asumieran o fueran depositados en el sistema Cámbrico, no se puede dar una respuesta satisfactoria." Así que "el caso en la actualidad debe seguir siendo inexplicable, y puede ser verdaderamente defendía como un válido argumento en contra de las opiniones evolucionistas.


Darwin defendió su teoría citando la imperfección del registro geológico. En particular, sostuvo que los fósiles del Precámbrico habían sido destruidos por el calor, la presión y la erosión. Algunos de los seguidores modernos de Darwin también han argumentado que los fósiles del Precámbrico existían, pero luego fueron destruidos, o que los organismos del Precámbrico eran demasiado pequeños o demasiado blandos para haberse fosilizado. Desde 1859, sin embargo, los paleontólogos han descubierto numerosos fósiles del Precámbrico, muchas de ellas microscópicas o de cuerpo blando. Como el caso del paleobiólogo William Schopf escribiendo en 1994, "La noción de larga data de que los organismos del Precámbrico debe haber sido demasiado pequeño o demasiado delicadas que han sido conservados en los materiales geológicos... ahora se reconoce como incorrecto. En todo caso, la repentina aparición de los filos animales grandes cerca de 540 millones de años, que los biólogos modernos llaman "la explosión del Cámbrico" o "de la biología del Big Bang", está mejor documentada ahora que en la época de Darwin.


Según el paleontólogo James Valentine y sus colegas, la "explosión es real, es demasiado grande para ser enmascarado por fallas en el registro fósil." De hecho, a medida que se descubren los fósiles se hace evidente que la explosión del Cámbrico era "aún más abrupta y extensa de lo que se imaginaba.


¿Qué dice el libro de Coyne sobre esto?


"Alrededor de 600 millones de años", dice Coyne, "toda una gama de organismos multicelulares relativamente simples, surgen, incluidos los gusanos, medusas y esponjas. Estos grupos de diversificación en los próximos millones de años, con las plantas terrestres y los tetrápodos (animales de cuatro patas, la primera de las cuales fueron peces de aletas lobuladas) que aparecen alrededor de 400 millones de años. En otras palabras, la cuenta de Coyne saltos de la historia evolutiva de 600 a 400 millones de años, sin mencionar los 540 millones de años de explosión del Cámbrico de edad.


En este sentido, el libro de Coyne se lee como un libro de texto de la biología moderna que se ha escrito para adoctrinar a los estudiantes en la evolución darwiniana en lugar de llevarlos a los supuestos hechos.


Notas

1 Jerry A. Coyne, ¿Por qué la evolución es verdad (New York: Viking, 2009), p. 3. 3.

2 Coyne, Why Evolution Is True , pp. 2 Coyne, ¿Por qué la evolución es verdad, pp. 3-4. 3-4.

3 Coyne, Why Evolution Is True , pp. 3 Coyne, ¿Por qué la evolución es verdad, pp. 5-6. 5-6.

4 Coyne, Why Evolution Is True , pp. 4 Coyne, ¿Por qué la evolución es verdad, pp. 18-19. 18-19.

5 Coyne, Why Evolution Is True , pp. 5 Coyne, ¿Por qué la evolución es verdad, pp. 17-18, 25. 17-18, 25.

6 Charles Darwin, The Origin of Species , Sixth Edition (London: John Murray, 1872), Chapter X, pp. 6 Charles Darwin, El Origen de las Especies, sexta edición (Londres, John Murray, 1872), Capítulo X, pp. 266, 285-288. 266, 285-288. Available online (2009) . Disponible en línea (2009).

7 J. 7 J. William Schopf, “The early evolution of life: solution to Darwin's dilemma,” Trends in Ecology and Evolution 9 (1994): 375-377. William Schopf, "La evolución temprana de la vida: la solución al dilema de Darwin," Trends in Ecology and Evolution 9 (1994): 375-377.

James W. Valentine, Stanley M. Awramik, Philip W. Signor & M. Sadler, “The Biological Explosion at the Precambrian-Cambrian Boundary,” Evolutionary Biology 25 (1991): 279-356. James W. Valentine, Stanley M. Awramik, el señor Philip W. y M. Sadler, "La Explosión Biológica en el Precámbrico-Cámbrico de Fronteras," Evolutionary Biology 25 (1991): 279-356.

James W. Valentine & Douglas H. Erwin, “Interpreting Great Developmental Experiments: The Fossil Record,” pp. James W. Valentine & Douglas H. Erwin, "Interpretación de grandes experimentos sobre el desarrollo: el registro fósil," pp. 71-107 in Rudolf A. Raff & Elizabeth C. Raff, (editors), Development as an Evolutionary Process (New York: Alan R. Liss, 1987). 71-107 en Rudolf A. Raff & Elizabeth C. Raff, (editores), Desarrollo como un proceso evolutivo (Nueva York: Alan R. Liss, 1987).

Jeffrey S. Levinton, “The Big Bang of Animal Evolution,” Scientific American 267 (November, 1992): 84-91. Jeffrey S. Levinton, "El Big Bang de la evolución de los animales", Scientific American 267 (noviembre, 1992): 84-91.

“The Scientific Controversy Over the Cambrian Explosion,” Discovery Institute. "La controversia científica sobre la explosión del Cámbrico", del Discovery Institute. Available online (2009) here . Disponible en línea (2009) .

Jonathan Wells, Icons of Evolution (Washington, DC: Regnery Publishing, 2002), Chapter 3. Jonathan Wells, Icons of Evolution (Washington, DC: Regnery Publishing, 2002), Capítulo 3. More information available online (2009) here . Más información disponible en línea (2009).

Stephen C. Meyer, “The Cambrian Explosion: Biology's Big Bang,” pp. Stephen C. Meyer, "la explosión del Cámbrico: Big Bang de la Biología", pp. 323-402 in John Angus Campbell & Stephen C. Meyer (editors), Darwinism, Design, and Public Education (East Lansing, MI: Michigan State University Press, 2003). 323-402 en John Angus Campbell y Stephen C. Meyer (editores), el darwinismo, el Diseño, y de Educación Pública (East Lansing, MI: Michigan State University Press, 2003). More information available online (2009) here . Más información disponible en línea (2009).

8 Coyne, Why Evolution Is True , p. 8 Coyne, ¿Por qué la evolución es verdad, p. 28. 28.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Jerry Coyne Recicla: ¿Por qué el darwinismo es falso, parte I

Respuesta a "Why Evolution Is True" por Discovery Institute

Fuente: Selection and Speciation: Why Darwinism Is False


El Día de la Tierra de 2009, se nos recuerda de la importancia ecológica de reciclaje. Como profesor en el Departamento de Ecología y Evolución de la Universidad de Chicago, Jerry A. Coyne también debe estar interesado en el reciclaje: Incluso recicla gastados argumentos para el darwinismo.


Si la "evolución" significaba simplemente que las especies existentes pueden sufrir cambios de menor importancia con el tiempo, o que muchas especies vivas hoy en día no existía en el pasado, entonces la evolución sin duda sería verdad.


Pero la "evolución" de Coyne significa que el darwinismo es la teoría de que todos los seres vivos son descendientes de un ancestro común, modificados por procesos naturales guiados como las mutaciones del ADN y la selección natural.


Coyne discute el registro fósil, los embriones, los vestigios de las estructuras, la distribución geográfica de las especies, la selección artificial y natural, y el origen de las especies. En el proceso, (1) hace caso omiso de la explosión del Cámbrico - Darwin, lo consideraba un "grave" problema - y él reorganiza el registro fósil para adaptarse a la teoría de Darwin, (2) defiende Ernst Haeckel - que falsificó algunos dibujos de los embriones vertebrados para proporcionar apoyo para el darwinismo - y él saca a la doctrina de que la ontogenia recapitula la filogenia, (3) afirma no deseado que el ADN humano es mucho más inútil - a pesar de abundantes pruebas recientes de que esto no es cierto - y se basa en argumentos teológicos que no tienen un lugar legítimo en la ciencias naturales; (4) invoca "el conocido proceso que se llama evolución convergente" para explicar muchos casos de la distribución geográfica de las especies - aunque el proceso de "conocidos" no es más que la especulación - y de nuevo vuelve a caer en la teología de justificar una teoría supuestamente científica, y (5), describe ejemplos de la selección natural y artificial - ninguno de los cuales muestran algo más que cambios menores dentro de las especies existentes - y se tergiversa la evidencia experimental para que suene como si el origen de las especies por selección natural ha sido observada directamente.


¿Por qué la evolución es verdad se lee como un libro de texto de biología reciclado de edad que descaradamente exagera la evidencia pobre para el darwinismo, claramente hizo caso omiso de la creciente evidencia en contra, y sin convicción recurre a argumentos teológicos para presentar su caso.


Los estudiantes con acceso a las pruebas y la libertad de pensar críticamente, sin embargo podría encontrar útil libro Coyne - como un ejemplo de cómo no hacer ciencia.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Ernst Haeckel y sus fraudes y falsedades en la embriología


Con frecuencia se han atribuido a Charles Darwin ideas que él promovió, incluso en el caso de que dichas ideas se hubieran originado en las mentes de otras personas. Así sucede con la recapitulación, que parece hundir sus más antiguas raíces entre los griegos de más de medio milenio antes de Cristo (véase Osborn, 1929). Durante el siglo dieciocho se expusieron algunos pensamientos tocantes a la recapitulación, pero el propularizador más famoso de la recapitulación fue el zoólogo y filósofo Ernst Haeckel (1834-1919). Él fue el partidario más destacado, dogmático y activo del evolucionismo darwinista en Alemania, pero su influencia se extendió por todo el mundo. Después de conocer a Darwin en 1866, Haeckel trató de poner no solo la ciencia, sino también la filosofía y la religión bajo un paraguas evolucionista ateo (Jenkins-Jones, 1997).

Es interesante observar que desde la década de los 1860+ se ha sabido que Haeckel había falseado sus ilustraciones empleadas para «demostrar» la recapitulación. El tratamiento más extenso de esta cuestión en inglés es el libro de Assmuth y Hull, publicado en 1915. Estos autores hacen referencia a una enorme cantidad de material que revela que los miembros de la comunidad científica habían reconocido que en su defensa de sus puntos de vista, Haeckel perpetró fraudes y falsedades de manera constante y con todo descaro. Hay denuncias claras que se remontan a 1908, a 1875, y al menos a fecha tan temprana como 1868. Muchos científicos se unieron en condenar «los métodos de Haeckel, en los ejemplos que habían quedado denunciados ... por ochenta y tres personas [un grupo de 46 y otro de 37] de buena posición en diversas ramas de la ciencia y del mundo académico, además de otros que publicaron sus condenas a título individual» (Assmuth y Hull, p. 23). Véase también Rusch, 1969. Las muchas docenas de los fraudes y falsificaciones de Haeckel tenían que ver con la embriología y con otros campos científicos.

Tanto en los tiempos de Haeckel como en la actualidad los científicos han admitido que los investigadores han de tener libertad para erigir sus hipótesis y teorías sobre la base de la evidencia empírica. Pero han reconocido de manera uniforme la impropiedad de apoyar estos conceptos mediante datos imaginarios no identificados o mediante falseamientos de los datos obtenidos o presentados ante otros. Como ejemplo de las fechorías de Haeckel, véanse las Láminas I y II (Figuras 1 y 2) procedentes de Assmuth y Hull [con los textos traducidos al castellano —N. del T.].

Las actividades de Haeckel (aparte de posiblemente su investigación científica efectiva en zoología sistemática) parecen haber estado tan estrechamente unidas a su filosofía que parece imposible separar sus acciones de sus actitudes. Por ejemplo, cuando alguien presentaba objeciones a las pretensiones embriológicas de Haeckel y de sus seguidores, estos decían:

«Esta cuestión pertenece a la embriología, y por ello vosotros, que no sois embriólogos, sois incompetentes para formaros un juicio en este tema.» Incluso si su oponente resultaba ser un embriólogo, le desacreditaban si encontraban que mantenía el más mínimo vestigio de creencia en Dios, en el libre albedrío o en el alma humana. Inmediatamente lo tildaban de teólogo, de oscurantista clerical, cuyas supersticiones dualistas le privaban del libre uso de su razón. Las páginas de Haeckel están salpicadas de esta táctica de «sentencias ex-cátedra» ... (Assmuth y Hull, p. 54).

Un crítico explícito de Haeckel era J. Reinke, Profesor de Botánica en la Universidad de Kiel.

En un opúsculo titulado «Lo último sobre el Haeckelismo» (Heilbronn 1908) Reinke llena siete páginas con columnas paralelas, con una que contiene «lo que dice Haeckel», y la otra, «la verdad». Da veinticuatro ejemplos de falsamientos perpetrados por Haeckel, y añade: «Estos son ejemplos tomados al azar. Sería posible multiplicarlos por muchas veces» (Assmuth y Hull, p. 31).


Pero parece que Haeckel, el divulgador, no se refrenó debido a estas denuncias, y mantuvo sus maniobras engañosas en sus años posteriores, intentando justificarse a veces afirmando que estaba siguiendo procedimientos normales en biología. Como resultado, incontables científicos y estudiantes de ciencia, incluyendo muchos autores, han sido llevados a engaño, bajo una influencia que ha ido manifestándose hasta el final del siglo veinte. Incluso a pesar de que en la actualidad muchos científicos tienden a creer que la eliminación de la «ley biogenética» fue un fenómeno que tuvo lugar entre mediados y finales del siglo veinte, incluso en 1915 ya se podía mantener la siguiente declaración, totalmente explícita:

Difícilmente se puede encontrar en la actualidad a ningún científico destacado que acepte esta ley tal como se expone. La razón de ello, totalmente convincente, es que la investigación reciente ha demostrado con claridad que las excepciones a esta ley son mucho más frecuentes que sus materializaciones. La mayor parte de las etapas por las que pasan los embriones individuales de diferentes animales no se corresponden en su mayor parte con las gradaciones que, según la teoría de la evolución, constituyen la historia del desarrollo de la vida (Assmuth y Hull, p. 98).

Probablemente, Haeckel era conocedor de estas dificultades, porque distinguió los cambios embrionarios que conducían al progreso evolutivo («palingénesis») de otras desviaciones («cenogénesis»). Pero los llamados cambios cenogenéticos son tan numerosos que no sustentan la «ley», sino que la refutan.

Como se indica al comienzo de este artículo, algunos profesores siguen presentando la «ley biogenética» en apoyo de la macroevolución, aunque ha estado moribunda durante décadas a la luz de las enseñanzas de muchos científicos pioneros incluyendo el difunto biólogo canadiense, W. R. Thompson, que en 1956 escribió una «Introducción» para una reedición de El origen de las especies de Darwin, en la que observaba:

Cuando la «convergencia» de los embriones no resultó totalmente satisfactoria, Haeckel alteró las ilustraciones de las mismas para que concordasen con su teoría. Las alteraciones eran ligeras pero significativas. La «ley biogenética» como prueba de evolución carece de todo valor (pp. xv–xvi).

Durante los últimos años, las ilustraciones de Haeckel han vuelto a estar en las noticias debido a que algunos libros de texto en favor de la evolución han estado todavía publicando el material fraudulento de Haeckel (véase Richardson, et al., 1998).

imágenes fraudulentas de embriones de Haeckel

Figura 1. Copias fraudulentas de embriones realizadas por Haeckel (1 y 2) comparadas con los originales de Selenka (2) y His (4) (Assmuth y Hull, 1915).


Fragmento del trabajo bajo el Título: Embriología y Evolución
Título original: Embriology and Evolution

Autor: Wayne Frair, Ph.D.

Fuente: Creation Research Society Quarterly, Vol. 36(2)62-67, septiembre de 1999
© Copyright 2005, Creation Research Society
6801 N. Highway 89
Chino Valley, AZ 86323 - EE. UU.
Traducción del inglés: Santiago Escuain
© Copyright 2005, SEDIN - todos los derechos reservados.

SEDIN-Servicio Evangélico
Apartado 126
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(Girona) ESPAÑA
Se puede reproducir en todo o en parte para usos no comerciales, a condición de que se cite la procedencia reproduciendo íntegramente lo anterior y esta nota.

lunes, 23 de noviembre de 2009

La Explosión Cámbrica, resuelta: Elemental, mi querido Darwin


28 octubre 2009 — Dos recientes artículos anunciaban soluciones al problema de prueba que más preocupaba a Darwin —la repentina aparición de animales complejos en la base del registro fósil del Cámbrico. Las dos soluciones involucran elementos químicos. La única diferencia reside en el elemento que se emplea.
El Anomalocaris, descubierto en el Esquisto Burgess, en las Montañas Rocosas, es uno de los seres que aparece en la Explosión Cámbrica. Según una «novedosa» teoría, aparecieron ¡gracias al incremento en la concentración de calcio en los mares primitivos! Otra teoría afirma que fue la mucha mayor disponibilidad de oxígeno. Así se obvia frívolamente la cuestión capital del origen de toda la información genética para el plan corporal y órganos y funciones de toda la diversidad de vida compleja que aparece en estos estratos.
Imagen: Arthur Weasley

Science Daily anunciaba una «Novedosa teoría de la evolución para la Explosión de la Vida». El artículo reconocía que «La Explosión Cámbrica se considera ampliamente como uno de los episodios más relevantes en la historia de la vida en la Tierra, cuando la inmensa mayoría de los tipos de animales aparecen por primera vez en el registro fósil». El artículo también reconocía que constituía un cierto problema: «Sin embargo, las causas de su origen han sido tema de debate durante décadas, y la cuestión de lo que disparó que los microorganismos unicelulares se reuniesen y organizasen para formar organismos multicelulares ha permanecido sin respuestas hasta ahora». Excitados y sentados al borde mismo de nuestros sillones después de haber leído hasta aquí, vamos siguiendo atentamente el artículo buscando la solución. Un equipo internacional exploró esta cuestión. Es el calcio, dicen con la mayor desenvoltura:

Los investigadores han conseguido demostrar que el masivo y repentino incremento en la concentración del calcio del agua marina del Cámbrico —que se cree que fue resultado de la actividad volcánica en las dorsales oceánicas— no sólo inició la acumulación de las conchas calcificadas, sino que fue imprescindible para la agregación y estabilización de estructuras de esponjas multicelulares. Esto, por otra parte, permite formular una novedosa teoría en la que el incremento geológicamente inducido del calcio marino podría ser la clave para comprender la Explosión de la Vida en el Cámbrico.

Este artículo es el primer trabajo de investigación en el que estudios de espectroscopía de fuerza de molécula única han proporcionado respuestas llenas de sentido a una cuestión tan profunda de la biología evolutiva como el origen de los animales multicelulares, y pudieran representar un hito para ambas disciplinas y un ejemplo de cómo el enfoque multidisciplinar y la colaboración son componentes esenciales de la excelente ciencia contemporánea.

Por otra parte, PhysOrg pensaba en otro elemento para explicar los «grandes saltos de crecimiento» en la historia evolutiva de la vida. Tenían dos de estos saltos en mente: el origen de las eucariotas, y la explosión Cámbrica. «Los científicos dicen que el principal impulsor de cada paso de crecimiento fue un incremento masivo en el suministro de oxígeno, que es necesario para convertir el alimento a la energía adicional necesaria para las formas de vida más complejas y de mayor tamaño». Pero si damos alimento a un atleta, ¿acaso aumenta su complejidad? ¿Cómo resuelve esto el problema? El artículo presentaba las opiniones de David Johnston de Harvard. Ciertamente, él cree que el tamaño importa, y escribió un libro llamado Why Size Matters [Por qué importa el tamaño]. «Es el determinante supremo y universal de lo que cualquier organismo puede ser y puede hacer». Una vez más, no queda claro por qué el tamaño por sí mismo habría de crear complejidad.

Entonces, si las primeras eucariotas comenzaron a bombear oxígeno a la atmósfera hace 2,35 mil millones de años, ¿por qué se necesitó tanto tiempo para el salto de crecimiento del Cámbrico? «Alimentadas por más oxígeno, las eucariotas hicieron otro salto enormemente significativo: Comenzaron a combinarse formando organismos de mayor tamaño que contenían múltiples células, órganos y tejidos.» Esta idea debería ser susceptible de prueba. Se debería examinar a personas en tiendas de oxígeno para ver si emergen nuevas células, órganos y tejidos.

Johnston también pasa por alto el origen de las instrucciones genéticas para construir nuevos órganos, tejidos y planes corporales. ¿Podría ser algo tan simple como «sencillamente añadir oxígeno»?

Al principio, estos antiguos animales tenían cuerpos blandos, como los modernos cefalópodos. Pero hace alrededor de 542 millones de años, algunos animales desarrollaron conchas y esqueletos y adquirieron mayor tamaño.

Ésta fue la famosa «Explosión Cámbrica» de las formas complejas de vida, que llevó a las actuales especies, las mayores de ellas otro millón de veces más grandes que sus antecesores unicelulares.

Los peces, reptiles, aves, anfibios, plantas, mamíferos y seres humanos estaban finalmente de camino, y el ser vivo más grande de la tierra, el árbol sequoia, es 10 billones de veces más grande que el primer diminuto microbio en el mar.

Nuestra cuestión acerca de por qué con tanto oxígeno los animales esperaron casi 2 mil millones de años para estallar repentinamente con 20 a 40 nuevos planes corporales complejos en un instante geológico, sin antecesores, aparentemente no se incluye en esta edición de la narrativa.

Si ellos creen que con esto se resuelve el problema del origen de la información genética para la construcción de nuevos planes corporales complejos, es algo novedoso, pero es una novedad dentro del campo de la ciencia ficción. Hablando claro, ¿dónde se ha visto tanta verborrea vacía presentada como una respuesta? El lector que haya visto el documental Darwin’s Dilemma (en inglés) comprenderá la magnitud del problema (por otra parte, invitamos al lector a seguir los artículos en este blog bajo las etiquetas Explosión Cámbrica y Big Bang biológico). En un momento memorable del documental acabado de mencionar, Richard Sternberg, acababa de considerar la complejidad del desarrollo de un plan corporal con sus nuevos genes, proteínas, tipos celulares, tejidos y órganos. «Esto es de una complejidad superior en muchos órdenes de magnitud que cualquier cosa que podamos haber concebido nunca», dijo, señalando atrás encima del hombro. «La idea de “imposible por azar” ya queda rebasada muy atrás.» Pero a semejanza de un actor con un papel doble de payaso y mago circense, Johnston hace que el elefante en la estancia desaparezca por pura magia. Las eucariotas desarrollaron [una palabra que esconde un milagro] esqueletos y planes corporales. Esto llevó [otra palabra que esconde un milagro] a los complejos animales del Cámbrico. A partir de esto, finalmente se pusieron de camino a su aparición los seres humanos [una frase que esconde otro milagro]. Y mientras el lector no lo estaba pensando con atención, este juego de manos produjo un zoológico en la arena del circo. Los espectadores lo contemplan maravillados. Y la pócima mágica para este prodigio fue ... ¡el oxígeno!

El otro equipo abuchea desde las gradas. ¡No, no!, gritan. ¡Fue el calcio! Bajan a la arena discuten con el director de escena. Después de una animada discusión, llegan a un acuerdo. Combinan el calcio con el oxígeno y consiguen CaO2. Todos se sienten felices hasta que se dan cuenta de que el peróxido cálcico se usa para esterilizar el agua.

Este circo evolucionista puede parecer divertido, pero puede distraer al público apartándolo de la realidad. Y, desde luego, este circo no es El Mayor Espectáculo del Mundo.


Fuente: Creation·Evolution Headlines - Cambrian Explosion Solved: Elementary, My Dear Darwin 28/10/2009
Redacción: David Coppedge © 2009 Creation Safaris - www.creationsafaris.com
Traducción y adaptación: Santiago Escuain — © SEDIN 2009 - www.sedin.org

jueves, 19 de noviembre de 2009

DISEÑO INTELIGENTE Y CREACIONISMO

DISEÑO INTELIGENTE Y CREACIONISMO


Edgar Ramírez

Maestro de Educación Cristiana


**La teoría del diseño inteligente (ID) sostiene que ciertas características del universo y de los seres vivos se explican mejor por una causa inteligente en lugar de un proceso no dirigido como la selección natural. ID es, pues, un desacuerdo científico con la afirmación central de la teoría evolutiva que el diseño aparente de los sistemas vivientes es una ilusión.


Una de la criticas mas frecuentes en contra el diseño inteligente por parte de algunos científicos que ya ven que su ídolo (evolución) ser desplazado por esta otra teoría, consiste en afirmar que el diseño inteligente, es una forma encubierta de creacionismo. Primero me gustaría aclarar que ellos hablan de una forma tan despreciable hacia el creacionismo, porque ellos creen estar seguros que su teoría naturalista concluye en la verdad de los orígenes; cuando solamente ellos no ven el sin numero de problemas, y debilidades de la evolución, que para empezar no se puede someter rigurosamente al método científico; por lo cual no se puede afirmar tan crédulamente que esta sea la teoría de los orígenes portadora de la verdad; ninguna teoría de los orígenes se puede someter a observación o a experimentación; por lo cual esta y otras teorías, únicamente son propuestas que nos pueden llevar al conocimiento de la verdad; por lo tanto no se puede despreciar ni una ni la otra; el darwinismo se sostiene en la aceptación de un proceso que jamás se ha observado, que no se ha experimentado y que por lo tanto se sostiene en fe. Las “pruebas” son tan débiles como la teoría de las que se desprenden.


En estadística cuando existen un evento que consta de dos probabilidades, se les asigna un 50% de probabilidad a cada una, por lo cual no se puede aceptar tan crédulamente que en un tema como el de los orígenes, que solamente una posibilidad sea la que se lleve el 100% siendo que en este tema no se puede afirmar con pruebas contundentes que esta posibilidad sea la única; mientras que por otro lado se desprestigia a su contraparte que al igual tienen la misma probabilidad. Imagine que lanzo una moneda al aire (azar) la moneda tiene cara y escudo, por lo tanto dos posibilidades de que al momento que caiga la moneda, caiga cara o escudo; antes del lanzamiento aunque tenga toda la información que me permita creer poder acertar en la posición que caerá la moneda; no puedo perder de vista que existen dos posibles resultados, y que por mas que crea que un lado será el que caiga, no puedo negar que el otro lado tiene en realidad la misma posibilidad; esta comparación la hago simplemente porque no sabemos quien tenga la razón, y solamente mediante la fe se puede aceptar como verdadero al uno o el otro.


Hoy en día si no se quiere creer en el creacionismo, tampoco se puede descalificarlo; pues no existen una serie de elementos que nos permitan saber la realidad del tema de los orígenes; las pruebas deben constatar contundentemente, no demostrar conclusiones prejuiciadas.


Teoría alternativa


**El diseño inteligente no es creacionismo, pues no tiene compromisos religiosos, es decir no busca evidenciar a priori la acción inteligente de un Dios creador. En este punto el diseño inteligente es agnóstico; pues no busca probar la existencia diseñadora de Dios, pero tampoco busca desplazarlo; el diseño inteligente simplemente es: **La teoría que sostiene que ciertas características del universo y de los seres vivos se explican mejor por una causa inteligente, no un proceso no dirigido como la selección natural.


Desde luego el diseño inteligente como teoría alternativa puede ser vista desde un punto de vista creacionista, y de allí concluir que el diseñador es Dios, pero esa no es la labor de la teoría en si misma; el diseño inteligente no concluye señalando a un diseñador necesariamente sobrenatural (Dios); solamente nos señala que una causa inteligente necesariamente es la que explica la complejidad especificada en la vida y el universo; dejando espacio para poder deducir que esa causa inteligente desde el lente creacionista sea Dios, como en mi caso como creacionista. El diseño inteligente es mucho más compatible con el creacionismo, que la evolución; es obviamente claro puesto que el argumento naturalista descarta cualquier posibilidad de un Dios creador, aunque no se puede constatar, pero los evolucionistas radicales niegan a Dios, y a cualquier agente inteligente en el proceso que permite el surgimiento de complejidad especificada.


**La teoría del diseño inteligente es simplemente un esfuerzo para detectar empíricamente si el "diseño aparente" en la naturaleza reconocido por prácticamente todos los biólogos es el diseño real (el producto de una causa inteligente) o simplemente el producto de un proceso no dirigido como la selección natural actuando sobre variaciones aleatorias.


**El diseño inteligente se inicia con la evidencia empírica de la naturaleza y desea saber qué conclusiones pueden extraerse en base de pruebas o experimentos. A diferencia del creacionismo, la teoría científica del diseño inteligente no afirma que la biología moderna puede identificar que la causa inteligente detectada a través de la ciencia, es sobrenatural.


Diseño Inteligente Científico


**Si el método científico es comúnmente descrito como un proceso de cuatro pasos que incluye observaciones, hipótesis, experimentos, y la conclusión.


El diseño inteligente comienza con la observación de que los agentes inteligentes son los únicos que producen complejidad y especificación en la información.


¿Por qué, entonces, algunos darwinistas seguir tratando de combinar el diseño inteligente con el creacionismo?


La respuesta es: Porque piensan que tales afirmaciones son "la forma más fácil de desacreditar a un diseño inteligente".


En otras palabras, la acusación de que el diseño inteligente es el "creacionismo" es una estrategia retórica por parte de los darwinistas que desean deslegitimar la teoría del diseño sin tener que examinar el fondo de su caso.


Lastimosamente desde el punto de vista científico, no cabe el creacionismo científico, *pues el hecho que este se apoye en unas suposiciones a priori estrechamente sostenidas socava su estatus como teoría científica. Sin embargo esto no significa que el creacionismo no sea una teoría; y tampoco implica que el creacionismo este equivocado. Tomemos en cuenta que este es un tema complejo, pues estamos hablando de los orígenes.


Por todo lo dicho puedo afirmar que el diseño inteligente no es creacionismo, pero tampoco lo descarta, cosa que si hace la teoría darwinista. Si los darwinistas no están de acuerdo con el diseño inteligente es simplemente porque bajo el ID si existen evidencias empíricas que deducen un agente o causa inteligente, y en consecuencia explica de una mejor manera el diseño en toda la vida y el universo, y de esta manera podemos estar seguros que la biología no muestra simplemente un diseño azaroso o aparente, si no un diseño real, producido por una causa inteligente; mientras que la evolución nunca a mostrado que con un proceso así pueda ser posible, al menos de una manera artificial y con el uso de la inteligencia de los científicos, y aun siendo una evolución artificial no ha sido posible; y si dejáramos que la naturaleza se encargara de constatar no podríamos hacerlo de todas formas; no es suficiente imaginar el proceso, si quieren ser rigurosos deben buscar la manera de probar que este proceso es posible.


Cuando un delincuente esta en la cárcel, no es necesario probar porque esta en la cárcel, es evidente las razones del ¿por qué?; sin embargo cuando hablamos de un proceso tan complejo como el que plantea la evolución, si es necesario evidenciar que el proceso es posible; la evolución no nos arroja evidencia o pruebas contundentes, sino “pruebas” débiles y circunstanciales no definitivas.


Soy creyente del diseño inteligente porque es obvio, y aunque esta teoría no me ha respondido quien puede ser el diseñador; yo creo fervientemente que el diseñador es Dios.


Notas:

* William Dembski, The Design Inference 1998 caps. 2 y 7

**http://www.intelligentdesign.org/whatisid.php

martes, 17 de noviembre de 2009

La supervivencia de los más falsos

La ciencia sabe ahora que muchos de los pilares de la teoría darwinista son o bien falsos o engañosos. Sin embargo, hay textos de biología que siguen presentándolos como una evidencia tangible de la evolución. ¿Qué implica esto acerca de su criterio científico?

Ph.D. Jonathan Wells

Si durante mis años de estudio de ciencia en Berkeley alguien me hubiera preguntado si creía lo que leía en mis libros de texto científicos, hubiera respondido de una forma muy similar a cualquiera de mis compañeros de estudios; me hubiera sentido perplejo de que siquiera se me hiciese una pregunta así. Naturalmente, uno podría encontrar pequeños errores, erratas y cosas así. Y la ciencia está siempre descubriendo cosas nuevas. Pero yo creía —lo tenía como un supuesto— que mis libros de texto científicos contenían el mejor conocimiento científico disponible en aquel tiempo.

Solo fue cuando acababa mi doctorado en biología celular y del desarrollo que me di cuenta de lo que al principio consideré como una extraña anomalía. El libro de texto que yo usaba presentaba de forma destacada unos dibujos de embriones de vertebrados —peces, gallinas, seres humanos, etc.— cuyas semejanzas se presentaban como evidencia de descendencia desde un antecesor común. Desde luego, los dibujos parecían muy semejantes. Pero yo había estado estudiando embriones durante algún tiempo, examinándolos al microscopio. Y me di cuenta de que los dibujos estaban sencillamente equivocados.

Volví a comprobar todos mis otros libros de texto. Todos ellos presentaban dibujos similares, y todos ellos estaban evidentemente equivocados. No solo distorsionaban los embriones que representaban, sino que omitían etapas tempranas en las que los embriones aparecen muy diferentes entre sí.

Lo mismo que en el caso de la mayoría de los demás estudiantes de ciencia, y como la mayoría de los científicos mismos, lo dejé pasar. No afectaba a mi trabajo de manera directa, y di por supuesto que aunque los textos estaban equivocados en esta cuestión por la razón que fuese, se trataba de una excepción a la regla. Pero en 1997 mi interés en los dibujos de los embriones se reavivó cuando el embriólogo británico Michael Richardson y sus colegas publicaron el resultado de su estudio en el que comparaban los dibujos de los libros de texto con embriones reales. Tal como se citó al mismo Richardson en la prestigiosa revista Science: «parece que está resultando ser uno de los más famosos fraudes de la biología».

Peor todavía, no se trataba de un fraude reciente. Ni tampoco era un descubrimiento reciente. Los dibujos de embriones que aparecen en casi cada libro de texto de bachillerato y de universidad son o bien reproducciones, o se basan en una famosa serie de dibujos realizados por el biólogo alemán del siglo 19 y ferviente darwinista, Ernst Haeckel, y los eruditos acerca de Darwin y de la teoría evolucionista han sabido que se trataba de falsificaciones durante más de cien años. Pero por lo que parece, ninguno de ellos consideró oportuno corregir esta falsa información presente en casi todas partes.

Todavía creyendo que se trataba de una circunstancia excepcional, sentí curiosidad por ver si podía encontrar otros errores en los textos normativos de biología que trataban de la evolución. Pero mi investigación reveló algo sorprendente: Bien lejos de ser excepciones, estas descaradas tergiversaciones son más frecuentemente la regla. En mi reciente libro las designo como «Iconos de la Evolución», porque muchas de ellas están representadas por las clásicas y constantemente repetidas ilustraciones que, como los dibujos de Haeckel, han servido demasiado bien para su propósito pedagógico, el de fijar una falsa información fundamental acerca de la teoría evolucionista en la mente del público.

Todos los recordamos de la clase de biología: el experimento que creó «los ladrillos de la vida» en un tubo; el «árbol» de la evolución, arraigado en el lodo primordial y ramificándose a una vida animal y vegetal. Luego había las estructuras óseas semejantes de, digamos, el ala de un ave y la mano de un hombre, las polillas del abedul y los pinzones de Darwin. Y, naturalmente, los embriones de Haeckel.

Lo que sucede es que todos estos ejemplos, así como muchos otros que se presentan como evidencia de evolución, resultan incorrectos. No solo ligeramente desviados. No solo ligeramente erróneos. Por lo que respecta a la cuestión de la evolución darwinista, los textos contenían distorsiones desmesuradas e incluso alguna evidencia inventada. Y no estamos hablando solo de textos de bachillerato que algunos pudieran excusar (aunque no se debiera) por adherirse a un estándar más bajo. También resultan culpables algunos de los libros de texto universitarios más prestigiosos y de más circulación, como Evolutionary Biology de Douglas Futuyma, y la última edición del libro de texto a nivel graduado Molecular Biology of the Cell, que tiene como coautor al presidente de la Academia Nacional de las Ciencias, Bruce Alberts. De hecho, cuando se eliminan las falsas «evidencias», el alegato en favor de la evolución darwinista, al menos en los libros de texto, queda tan debilitado que se hace casi invisible.

La vida en una botella


Cualquiera que en 1953 fuese lo suficientemente mayor para comprender la relevancia de la noticia recuerda lo impresionante, y, para muchos, lo inspiradora que fue. Los científicos Stanley Miller y Harold Urey habían tenido éxito en la creación de «los ladrillos» de la vida en una redoma. Imitando lo que creían que habían sido las condiciones naturales de la atmósfera de la tierra primitiva, y entonces haciendo pasar una chispa eléctrica por ella, Miller y Urey habían conseguido unos aminoácidos simples. Como los aminoácidos son los «ladrillos» de la vida, se creía que era solo cuestión de tiempo hasta que los mismos científicos pudieran crear organismos vivos. En aquel tiempo pareció ser una espectacular confirmación de la teoría evolucionista. La vida no era un «milagro». No había necesidad de ninguna actividad exterior o de inteligencia divina. Sólo era necesario juntar los gases necesarios, añadir electricidad, y la vida tenía que aparecer. Es un acontecimiento común. De esta manera, Carl Sagan podía así predecir confiadamente en la radio nacional que los planetas en órbita alrededor de aquellos «milesssss y milesssss de millonessss» de estrellas en el espacio tenían que estar abarrotados de vida.

Pero aparecieron problemas. Los científicos nunca pudieron ir más allá de los más simples aminoácidos en su simulado ambiente primordial, y la creación de las proteínas comenzó a resultar no un pequeño paso, ni un par de pasos, sino una gran sima, quizá imposible de salvar.

Pero el golpe de gracia al experimento de Miller-Urey llegó en la década de 1970, cuando los científicos comenzaron a llegar a la conclusión de que la atmósfera primitiva de la tierra no se parecía en nada a la mezcla de gases empleada por Miller y Urey. En lugar de ser lo que los científicos designan como «reductora», un medio rico en hidrógeno, la atmósfera primitiva de la tierra estaba probablemente compuesta por gases liberados por volcanes. Acerca de esta cuestión hay un consenso casi general entre los geoquímicos. Pero pongamos estos gases volcánicos en el aparato de Miller y Urey, y el experimento no funciona —en otras palabras, no aparecen «ladrillos» de la vida.


Aparato y experimento de Miller y Urey

¿Qué dicen los libros de texto acerca de este hecho tan incómodo? De modo general, lo silencian y siguen usando el experimento de Miller y Urey para convencer a los estudiantes de que los científicos han demostrado un importante primer paso en el origen de la vida. Entre estos libros de texto se encuentran el ya mencionado Molecular Biology of the Cell, del que uno de los coautores es el presidente de la Academia Nacional de las Ciencias, Bruce Alberts. La mayoría de los libros de texto dicen además a los estudiantes que los investigadores acerca del origen de la vida han hallado abundantes evidencias adicionales para explicar cómo la vida se originó espontáneamente —en lugar de decir a los estudiantes que los investigadores mismos reconocen en la actualidad que la explicación les sigue escapando.

Embriones falseados


Darwin pensaba que «de lejos la clase singular de pruebas más enérgicas en favor de» su teoría procedían de la embriología. Pero Darwin no era embriólogo, de modo que se apoyó en el trabajo del biólogo alemán Ernest Haeckel, que realizó unos dibujos de embriones de diversas clases de vertebrados para exponer que son virtualmente idénticos en sus etapas más tempranas, y que se diferencian de forma ostensible solo al desarrollarse. Fue este patrón el que Darwin encontró tan convincente.

Esta puede que sea la más insigne de las distorsiones, porque los biólogos han sabido durante más de un siglo que los embriones vertebrados nunca se parecen tanto como Haeckel los dibujó. En algunos casos, Haeckel usó el mismo grabado de madera para imprimir embriones que se suponía que pertenecían a clases diferentes. En otros, retocó sus dibujos para hacer que los embriones se pareciesen más que en la realidad. Los coetáneos de Haeckel lo criticaron en repetidas ocasiones por estas tergiversaciones, y fue objeto de numerosas acusaciones de fraude a lo largo de su vida. En 1997, el embriólogo británico Michael Richardson y un equipo internacional de expertos compararon los dibujos de Haeckel con fotografías de embriones reales de vertebrados, y demostraron de manera concluyente que los dibujos tergiversan la realidad.

Ilustración falseada de Haeckel sobre los embriones y evolución

Los dibujos son engañosos de otra manera. Darwin fundamentó sus inferencias de descendencia común sobre la creencia de que las etapas más tempranas en el desarrollo de los embriones son las más similares. Pero los dibujos de Haeckel omiten por entero las etapas más tempranas, que son muy diferentes, y arrancan a partir de un punto medio de mayor semejanza. El embriólogo William Ballard escribió en 1976 que es «solo mediante trucos semánticos y selección subjetiva de la evidencia», y «torciendo los hechos de la naturaleza» que alguien puede argumentar que las etapas tempranas de los vertebrados «son más semejantes que sus formas adultas». Pero se puede encontrar alguna versión de los dibujos de Haeckel en la mayor parte de los libros de texto de biología. Stephen Jay Gould, uno de los proponentes más visibles de la teoría evolucionista, escribió recientemente que deberíamos estar «asombrados y avergonzados por todo el siglo de reciclado irreflexivo que ha llevado a la persistencia de estos dibujos en una gran cantidad, por no decir que en una mayoría, de los libros de texto modernos». (Más adelante volveré a la cuestión de por qué es solo ahora que el Sr. Gould, que ha conocido estas falsedades durante décadas, ha decidido desenmascararlas ante el gran público.)

El árbol de la vida según Darwin

Darwin escribió en El Origen de las Especies: «Considero a todos los seres no como creaciones especiales, sino como los descendientes lineales de algunos pocos seres» que vivieron en el distante pasado. Él creía que las diferencias entre las especies modernas surgieron primariamente por selección natural, o por supervivencia de los más aptos, y describió todo el proceso como «descendencia con modificación».

Naturalmente, nadie pone en duda que tiene lugar una cierta cantidad de descendencia con modificación dentro de las especies. Pero la teoría de Darwin pretende explicar el origen de nuevas especies —de hecho, de todas las especies, por cuanto las primeras células emergieron del légamo primordial.

Esta teoría tiene la virtud de hacer una predicción: Si todos los seres vivos son descendientes por modificación gradual procedentes de una o de unas pocas formas originales, entonces la historia de la vida tendría que asemejarse a un árbol que se va ramificando. Desafortunadamente, y a pesar de declaraciones oficiales, esta predicción ha resultado ser falsa en algunos aspectos importantes.

El registro fósil muestra la aparición de los grupos más generales de animales plenamente formados alrededor del mismo tiempo en una «explosión del Cámbrico», en lugar de una divergencia a partir de un antecesor común. Esto Darwin lo sabía, y lo consideraba como una grave objeción a su teoría. Pero él lo atribuía a la imperfección del registro fósil, y creía que una investigación futura proporcionaría los antecesores que faltaban.

Pero el transcurso de un siglo y medio de una recolección continuada de fósiles solo ha servido para agravar el problema. En lugar de la aparición de ligeras diferencias al principio y luego el posterior surgimiento de diferencias mayores, las mayores diferencias surgen ya al mismo principio. Algunos expertos en fósiles describen esto como «evolución cabeza abajo», y observan que contradice el patrón de «cabeza arriba» predicho por la teoría de Darwin. Sin embargo, la mayoría de los libros de texto de biología actuales ni siquiera hacen mención de la explosión del Cámbrico, y mucho menos señalan al reto que significa para el evolucionismo darwinista.

Luego vino la evidencia procedente de la biología molecular. En la década de 1970 los biólogos comenzaron a contrastar el patrón del árbol ramificado de Darwin comparando moléculas en diversas especies. Cuanto más semejantes sean las moléculas en dos especies diferentes, tanto más estrechamente relacionadas se las supone. Al principio este método parecía confirmar el árbol de la vida de Darwin. Pero al realizar los científicos más y más moléculas, descubrieron que diferentes moléculas daban resultados en conflicto. El patrón de ramificación del árbol que se infiere mediante una molécula contradice con frecuencia el patrón que se obtiene con otra.

Árbol de la evolución en contradicción con los datos paleontológicos y bioquímicos


La estructura ramificada del «árbol de la vida» de Darwin ha quedado seriamente cuestionada por los datos del registro fósil y de la moderna biología molecular. (Ilustración de Biology, de Miller y Levine, publicado por Prentice-Hall)

El biólogo molecular canadiense W. Ford Doolittle no cree que el problema vaya a desaparecer. Quizá los científicos «no han alcanzado a encontrar el “verdadero árbol”», escribió en 1999, «no debido a que sus métodos sean inadecuados o porque hayan escogido los genes incorrectos, sino porque la historia de la vida no se pueda representar de forma adecuada como un árbol». Sin embargo, los libros de texto de biología siguen asegurando a los estudiantes que el Árbol de la Vida de Darwin es un hecho científico abrumadoramente confirmado por la evidencia. Pero a juzgar por la verdadera evidencia fósil y molecular, es una hipótesis no acreditada disfrazada de hecho.

Todos se parecen:

La homología en los miembros de los vertebrados

La mayoría de los libros de texto de biología muestran dibujos de extremidades de vertebrados que exhiben semejanzas en sus estructuras óseas. Los biólogos anteriores a Darwin habían observado este tipo de semejanza y la habían llamado «homología», y la atribuían a una construcción sobre un arquetipo o diseño común. Pero en El Origen de las Especies Darwin argumentó que la mejor explicación para la homología es la descendencia con modificación, y la consideró como evidencia en favor de su teoría.

Los seguidores de Darwin se apoyan en las homologías para ordenar a los fósiles en árboles ramificados que supuestamente exhiben relaciones de antecesores y descendientes. En su libro de 1990, Evolution and the Myth of Creationism [La evolución y el mito del creacionismo], el biólogo Tim Berra comparó el registro fósil con una serie de modelos de automóvil Corvette: «Si uno compara un Corvette modelo 1953 y un Corvette modelo 1954, poniéndolos juntos, y luego un modelo 1954 y un modelo 1955, y se sigue así, la evidencia de la descendencia con modificación resulta abrumadora»

Pero Berra se olvidó de un punto crucial, y evidente: Los Corvettes, que se sepa, no dan a luz a pequeños Corvettes. Lo mismo que todos los demás automóviles, están diseñados por personas que trabajan para las compañías automovilísticas. En otras palabras, hay una inteligencia exterior. Así, aunque Berra creía que estaba prestando apoyo a la evolución darwinista en lugar de a la explicación predarwinista, puso en evidencia, involuntariamente, que la evidencia de los fósiles es compatible con ambas cosas. El catedrático de derecho (y crítico del darwinismo) Phillip E. Johnson lo designó como «La Bobada de Berra».

La lección que debemos aprender de la Bobada de Berra es que es preciso especificar un mecanismo natural antes de poder excluir científicamente la construcción por designio como la causa de la homología. Los biólogos darwinistas han propuesto dos mecanismos: vías de desarrollo y programas genéticos. Según el primero, las características homólogas surgen de células y procesos semejantes en el embrión; según el segundo, las características homólogas están programadas por genes semejantes.

Pero los biólogos han sabido durante cien años que las estructuras homólogas no las producen vías semejantes de desarrollo. Y han sabido desde hace treinta años que a menudo tampoco las producen genes semejantes. De modo que no hay ningún mecanismo demostrado empíricamente para establecer que las homologías se deban a una descendencia común en lugar de a un designio común.

En ausencia de mecanismo, los darwinistas modernos han pasado a definir la homología simplemente como semejanza debido a una descendencia común. Según Ernst Mayr, uno de los principales arquitectos del moderno neodarwinismo: «A partir de 1859 solo ha habido una definición de homólogo que tiene sentido en biología: Los atributos de dos organismos son homólogos cuando derivan de una característica equivalente del antecesor común».

En esto tenemos un caso clásico de razonamiento en círculos. Darwin consideraba la evolución como una teoría, y la homología como evidencia en favor de la misma. Los seguidores de Darwin dan por supuesta la evolución como si estuviese establecida de forma independiente, y consideran la homología como su resultado. Pero entonces uno no puede usar la homología como prueba en favor de la evolución excepto razonando en círculos: La semejanza debida a la descendencia común demuestra la descendencia común.

Los filósofos de la biología han estado criticando este modo de hacer durante décadas. Como escribió Ronald Brady en 1985: «Al introducir nuestra explicación en la definición de la condición a explicar, no expresamos una hipótesis científica sino una creencia. Estamos tan convencidos de que nuestra explicación es verdadera que ya no vemos ninguna necesidad de distinguirla de la situación que estábamos intentando explicar. Las empresas dogmáticas de esta clase han de dejar finalmente el ámbito de la ciencia».

La homología ha resultado no ser prueba de la descendencia común, sino un problema para dicho concepto.


De nuevo, ¿cómo afrontan los libros de texto esta controversia? Una vez más, la pasan por alto. De hecho, dan a los estudiantes la impresión de que tiene sentido definir la homología en términos de descendencia común y luego darle la vuelta y usarla como evidencia en favor de la descendencia común. Y a esto le llaman «ciencia».

No hay nada que no se pueda pegar con un poco de cola:

Las polillas moteadas del abedul

Darwin estaba convencido de que en el curso de la evolución, «la Selección Natural ha sido el medio más importante, pero no exclusivo, de modificación», pero no tenía evidencia directa de esto. Lo mejor que pudo hacer en El Origen de las Especies fue dar «una o dos ilustraciones imaginarias».

Pero en la década de 1950, el médico británico Bernard Kettlewell proporcionó lo que parecía constituir una prueba concluyente de la selección natural. Durante el siglo precedente, las polillas moteadas del abedul habían cambiado de ser de un color predominante claro a ser de color oscuro de manera predominante. Se pensó que el cambio había tenido lugar debido a que las polillas oscuras se camuflan mejor sobre troncos de árbol oscurecidos por la contaminación, y que son por ello menos susceptibles a ser devoradas por las aves predadoras.

Para poner a prueba esta hipótesis de forma experimental, Kettlewell liberó polillas claras y oscuras en troncos de árboles cercanos en bosques contaminados y no contaminados, y luego observó mientras los pájaros devoraban las polillas más visibles. Como era de esperar, los pájaros comieron más polillas claras en el bosque contaminado, y más polillas oscuras en el bosque incontaminado. En un artículo escrito para Scientific American, Kettlewell designó esto como «la evidencia que le faltaba a Darwin». Las polillas moteadas pronto se convirtieron en el clásico ejemplo de la selección natural en acción, y la historia sigue apareciendo en la mayor parte de los libros de introducción a la biología, acompañada de fotografías de las polillas sobre los troncos de los árboles.

Pero en la década de 1980 unos investigadores encontraron evidencia de que la historia oficial era defectuosa —incluyendo el hecho significativo de que las polillas moteadas no se posan normalmente sobre los troncos de los árboles. Más bien, vuelan de noche y aparentemente se ocultan bajo las ramas superiores durante el día. Al liberar polillas sobre troncos de árboles cercanos a la luz del día, Kettlewell creó una situación artificial que no existe en la naturaleza. En la actualidad, muchos biólogos consideran nulos sus resultados, e incluso algunos incluso ponen en duda si la selección natural fue la responsable de los cambios observados.

Así, ¿de dónde salieron todas aquellas fotografías que aparecen en los libros de texto de polillas moteadas sobre troncos? Se trata de un montaje. Para facilitar las cosas, algunos fotógrafos incluso pegaron polillas muertas a los árboles. Naturalmente, aquellos que realizaron este montaje antes de la década de 1980 creían que estaban representando la verdadera situación de forma precisa, pero ahora sabemos que estaban en un error. Sin embargo, una examen de pasada a casi cualquier libro de texto de biología actual revela que se siguen empleando todavía como evidencia de selección natural.

En 1999, un escritor canadiense de libros de texto justificaba esta práctica: «Es preciso considerar la audiencia. ¿Cuán complicado lo quieres hacer para el principiante?», en palabras de Bob Ritter, citado en la publicación Alberta Report Newsmagazine de abril de 1999. Los estudiantes de instituto «tienen todavía una mentalidad muy concreta en la forma que aprenden», proseguía Ritter. «Queremos comunicar la idea de la adaptación selectiva. Más tarde pueden considerar el trabajo de forma crítica.»

Las polillas moteadas y el melanismo industrial, una evidencia fabricada.


Por lo que parece, esto de «más tarde» puede llegar a ser mucho más tarde. Cuando el Profesor Jerry Coyne de la Universidad de Chicago se enteró de la verdad en 1998, estaba bien adentrado en su carrera como biólogo evolucionista. Su experiencia ilustra cuán insidiosos son realmente los iconos de la evolución, por cuanto extravían tanto a los expertos como a los principiantes.

Picos y pájaros:

Los pinzones de Darwin

Un cuarto de siglo antes que Darwin publicase El Origen de las Especies, estaba formulando sus ideas como naturalista a bordo del barco británico de exploración H.M.S. Beagle. Cuando el Beagle visitó las Islas Galápagos en 1835, Darwin recogió especímenes de la fauna y flora autóctona, incluyendo algunos pinzones.

Aunque los pinzones tuvieron en realidad poco que ver con el desarrollo de la teoría evolucionista de Darwin, han atraído una considerable atención de parte de los modernos biólogos evolucionistas como evidencia adicional de la selección natural. En la década de 1970, Peter y Rosemary Grant y sus colegas observaron un aumento de un 5 por ciento en el tamaño de los picos después de una intensa sequía, debido a que los pinzones se quedaron solo con semillas difíciles de partir. El cambio, aunque significativo, era pequeño; sin embargo, algunos darwinistas pretenden que explica incluso el origen primero de la especie de los pinzones.

Un opúsculo publicado en 1999 por la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos describe los pinzones de Darwin como «un ejemplo particularmente convincente» del origen de las especies. El opúsculo cita el trabajo de Gran y explica cómo «un solo año de sequía en las islas puede llevar a cambios evolutivos en los pinzones». Dicho opúsculo calcula también que «si se dan sequías alrededor de cada 10 años en las islas, podría surgir una nueva especie de pinzón en unos meros 200 años».

Pero este opúsculo silencia que los picos de los pinzones revirtieron a la normalidad después que volvieron las lluvias. No hubo una evolución neta. De hecho, hay diversas especies de pinzones que actualmente parecen estar mezclándose mediante hibridación, en lugar de divergiendo por selección natural tal como lo demanda la teoría de Darwin.

Los pinzones, una evidencia de reversión, no de evolución.


La supresión de la evidencia para dar la impresión de que los pinzones de Darwin confirman la teoría evolucionista bordea la mala práctica científica. Según el biólogo de Harvard Louis Guenin (escribiendo en Nature en 1999), las leyes sobre títulos garantizados de los Estados Unidos nos proporcionan «nuestra fuente más rica de directrices experimentales» para definir qué constituye mala práctica científica. Pero un corredor de bolsa que diga a sus clientes que se puede esperar de unas acciones determinadas que doblen de valor en veinte años porque subieron un 5 por ciento en 1998, a la vez que oculta el hecho de que las mismas acciones descendieron en un 5 por ciento en 1999, podría ser acusado de fraude con toda razón. Como escribió el catedrático de derecho de Berkeley Phillip E. Johnson en The Wall Street Journal en 1999: «Cuando nuestros científicos líderes tienen que recurrir a la especie de distorsión que llevaría a un corredor de bolsa a la cárcel, es que están en un verdadero aprieto.»

De los simios a los humanos

La teoría darwinista se manifiesta realmente de forma abierta cuando se aplica a los orígenes de la humanidad. Aunque apenas si mencionó este tema en El Origen de las Especies, posteriormente Darwin escribió con profusión acerca de esto en El Linaje del Hombre. «Mi propósito», explicaba él, «es demostrar que no existe ninguna diferencia fundamental entre el hombre y los animales superiores respecto a sus facultades mentales» — incluso en lo tocante a la moralidad y a la religión. Según Darwin, la tendencia de un perro a imaginar una agencia oculta en cosas movidas por el viento «se transmitiría fácilmente a la creencia en la existencia de uno o más dioses».

Naturalmente, ya mucho antes de Darwin existía el conocimiento de que el cuerpo humano forma parte de la naturaleza. Pero Darwin iba mucho más lejos. Lo mismo que los filósofos materialistas desde la antigua Grecia, Darwin creía que los seres humanos no son nada más que animales.

Pero Darwin necesitaba evidencia para confirmar su conjetura. Aunque los Neanderthales ya habían sido descubiertos, no se consideraban entonces como ancestros humanos, de modo que Darwin no tenía evidencia fósil a favor de su punto de vista. No fue sino hasta 1912 que el paleontólogo amateur Charles Dawson anunció que había hallado aquello que los darwinistas estaban buscando, en una cantera de grava en Piltdown, Inglaterra.

Dawson había encontrado parte de un cráneo humano y parte de un maxilar inferior de forma simiesca con dos dientes. No fue sino hasta cuarenta años más tarde que un equipo de científicos demostró que el cráneo de Piltdown, aunque quizá de miles de años de antigüedad, pertenecía a un ser humano moderno, mientras que el fragmento de la mandíbula era más reciente y pertenecía a un orangután moderno. La mandíbula había sufrido un tratamiento químico para hacerla parecer fósil, y sus dientes habían sido limados de forma deliberada para hacerlos parecer humanos. El hombre de Piltdown era un fraude.

La mayoría de los textos modernos de biología ni tan siquiera mencionan Piltdown. Cuando los críticos del darwinismo suscitan el tema, se les dice generalmente que este incidente sencillamente demuestra la capacidad de autocorrección de la ciencia. Y así lo fue en este caso —aunque la corrección se tomó más de cuarenta años. Pero la lección más interesante que se puede aprender de Piltdown es que los científicos, lo mismo que cualquier otra persona, pueden ser engañados a ver lo que quieren ver.

La misma subjetividad que preparó el camino para Piltdown sigue infestando las investigaciones acerca de los orígenes humanos. Según la paleoantropóloga Misia Landau, las teorías de los orígenes humanos «exceden con mucho a lo que se puede inferir del estudio de los fósiles solos y de hecho imponen una pesada carga de interpretación sobre el registro fósil —carga que queda aliviada al colocar los fósiles en estructuras narrativas preexistentes». En 1996, el conservador del Museo Americano de Historia Natural, Ian Tattersall, reconoció que «en paleoantropología, las pautas que percibimos son probablemente tanto el resultado de nuestras actitudes inconscientes como de la evidencia misma». El antropólogo Geoffrey Clark, de la Universidad Estatal de Arizona, se hizo eco de esta postura cuando escribió: «Seleccionamos entre conjuntos alternativos de conclusiones de las investigaciones siguiendo nuestros prejuicios y conceptos previamente asumidos». Clark sugería que «la paleoantropología tiene la forma pero no el fondo de la ciencia».

Los estudiantes de biología y el público en general son raras veces informados de la profunda incertidumbre acerca de los orígenes humanos que aparece reflejada en estas declaraciones de expertos científicos. En lugar de esto, se les alimenta con las últimas especulaciones como si fuesen realidades. Y la especulación va generalmente ilustrada con fantasiosos dibujos de hombres de las cavernas, o con fotografías de actores humanos muy maquillados.

¿Qué está pasando aquí?

La mayoría de nosotros supone que lo que oímos de parte de científicos es relativamente digno de confianza. Los políticos podrían distorsionar o empujar la verdad para respaldar un plan preconcebido, pero los científicos, se nos dice, tratan acerca de hechos. Sí, pueden equivocarse en ocasiones, pero la belleza de la ciencia es que se puede someter a prueba empírica. Si una teoría está equivocada, esto lo descubrirán otros científicos que realicen experimentos independientes bien para reproducir o para refutar sus resultados. De esta manera se examinan constantemente los datos y las hipótesis se transforman en teorías ampliamente aceptadas. De modo que, ¿cómo explicamos una distorsión tan extendida y duradera de los datos específicos que se emplean para respaldar la teoría evolucionista?

Quizá el evolucionismo darwinista ha adoptado una significación en nuestra cultura que tiene poco que ver con su mérito científico, sea éste cual sea. Una indicación de ello se observó en la reacción casi universal y hostil contra la resolución de la Junta Escolar de Kansas de dar lugar a la disidencia en la enseñanza estándar de la evolución (mucha de la cual, como acabamos de ver, es sencillamente errónea).

Según los medios de comunicación, solo los fundamentalistas religiosos ponen en duda el evolucionismo darwinista. Los que critican a Darwin, según se nos dice, quieren retrotraer a bombazos la ciencia hasta la Edad de Piedra y sustituirla con la Biblia. El creciente cuerpo de evidencia que contradice a las pretensiones darwinistas es ignorado olímpicamente. Cuando el bioquímico Michael Behe observó en el diario The New York Times el año pasado que la «evidencia» embriológica en favor de la evolución era un fraude, el darwinista de Harvard Stephen Jay Gould admitió que había conocido esto durante décadas (como se ha observado con anterioridad en el presente artículo), pero acusó a Behe de ser un «creacionista» por manifestarlo públicamente.

Ahora bien, aunque Behe respalda la idea de que algunas características de los seres vivos se explican mejor mediante un diseño inteligente, no es un «creacionista» en el sentido en que se emplea normalmente este término. Behe es un biólogo molecular cuyo trabajo científico le ha convencido de que la teoría darwinista no se ajusta a la evidencia observacional y experimental. ¿Por qué Gould, que sabe que los dibujos de Haeckel son una falsificación, descarta a Behe como creacionista por criticar dichos dibujos?

Sospecho que existe un interés activo aquí aparte del de la ciencia pura. Mi evidencia es el mensaje materialista más o menos explícito entretejido en muchos de los libros de texto. El libro de Futuyma Evolutionary Biology es típico de esto mismo, al informar a los estudiantes que «fue la teoría de la evolución de Darwin», junto con la teoría de Marx acerca de la historia y la teoría de Freud acerca de la naturaleza humana «lo que proporcionó un trampolín crucial para la plataforma del mecanismo y del materialismo» que ha sido desde entonces «el escenario de la mayor parte del pensamiento occidental». Un libro de texto cita a Gould, que declara abiertamente que los seres humanos no han sido creados, sino que son meramente las ramitas fortuitas en un árbol de la vida «contingente» (esto es, accidental). El darwinista Richard Dawkins, de Oxford, aunque no en libro de texto, lo escribió de forma más contundente: «Darwin hizo posible el ser un ateo intelectualmente satisfecho».

Estos son puntos de vista evidentemente filosóficos más que científicos. Futuyma, Gould y Dawkins tienen derecho a expresar su filosofía. Pero no tienen derecho a enseñarla como si fuese ciencia. En ciencia todas las teorías —incluyendo el evolucionismo darwinista— han de contrastarse mediante la evidencia. Por cuanto Gould sabe que la verdadera evidencia embriológica contradice los dibujos falseados en los libros de texto de biología, ¿por qué no adopta un papel más activo en limpiar la educación científica? Las tergiversaciones y omisiones que he reseñado aquí son solo una pequeña muestra. Hay muchas más. Durante demasiado tiempo el debate acerca de la evolución ha dado como supuestos unos «hechos» que no son ciertos. Es hora de eliminar las mentiras que obstruyen la discusión de la evolución a nivel popular, y de insistir en que las teorías se ajusten a la evidencia. En otras palabras, es hora de hacer ciencia de la forma en que se supone que se debe hacer.


Título: La supervivencia de los más falsos
Título original: Survival of the Fakest

Autor: Jonathan Wells, Ph.D.
Fuente: Survival of the Fakest,
artículo aparecido originalmente en The American Spectator -Diciembre de 2000 / Enero de 2001 - con permiso del Instituto Discovery - Discovery Institute, www.discovery.org, Discovery Institute · 1511 Third Ave Suite 808 · Seattle, WA 98101 · EE.UU. de Norteamérica.

Traducción del inglés: Santiago Escuain
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