martes, 26 de enero de 2010

La Mitología de la Ciencia: Generación Espontánea

La Mitología de la Ciencia: Generación Espontánea
por Bert Thompson, Ph.D.


INTRODUCCIÓN

Tales de Mileto creía en esto. Aristóteles creía en esto. Descartes creía en esto. Charles Darwin y Thomas Huxley creían en esto. A.I. Oparin, Julian Huxley, George G. Simpson, Theodosius Dobzhansky, Isaac Asimov, Harlow Shapley, Linus Pauling, Loren Eiseley, y Stephen J. Gould creían en esto. George Wald, John Tyler Bonner, Stanley Miller, Sidney Fox, Francisco J. Ayala, Ernst Mayr, Preston Cloud, Francis Crick, y James Watson creían en esto.

¿Qué es “esto”? “Esto” es la generación espontánea—el concepto que ha llegado a ser la piedra angular de la teoría de la evolución. Pero ¿qué es la generación espontánea? John N. Moore de la Universidad del Estado de Michigan sugirió:

La abiogénesis es un sinónimo de la generación espontánea; es decir, la abiogénesis significa que la vida viene de la materia no-viviente. Términos similares han sido usados para referirse a la generación espontánea de la vida en el nivel sub-microscópico, tales como la neobiogénesis, la biopoiesis, y la eobiogénesis. El usar diferentes nombres para la generación espontánea solo añade a la confusión, no al entendimiento. Biogénesis significa que la vida viene de la materia viviente. En contraste a la generación espontánea, la ley de la biogénesis es una ley de la biología completamente documentada (1976, p. 65).

En otras palabras, la generación espontánea es un proceso natural por el cual la materia no-viviente da origen a lo que es viviente.

¿POR QUÉ ALGUNOS CIENTÍFICOS CREEN EN LA GENERACIÓN ESPONTÁNEA?

Generalmente, los científicos que creen en la generación espontánea lo hacen porque han aceptado la evolución orgánica, y por tanto no tienen elección en este asunto. Como Isaac Asimov una vez dijo: “Después de todo, por el simple hecho de que estamos aquí nosotros estamos forzados a suponer que una vez en un tiempo a lo menos un caso de generación espontánea tomó lugar (suponiendo, además, que el uno elimina la consideración de la creación sobrenatural)” (1972, p. 1191, énfasis añadido; paréntesis comentado en original). George Wald de Harvard confirmó esto cuando escribió:

El punto de vista razonable fue creer en la generación espontánea; la única alternativa para creer en un acto único y principal de creación sobrenatural. No existe tercera alternativa. Por esta razón, muchos científicos de un siglo atrás escogieron considerar la creencia de la generación espontánea como una necesidad filosófica (1954, pp. 45-53, énfasis añadido).

En un comentario posterior, el Dr. Wald comentó: “La única alternativa para alguna forma espontánea es una creencia en la creación sobrenatural” (1958, p. 100).

Pero ¿por qué los científicos de un siglo atrás escogieron creer en la generación espontánea? Sin duda su decisión fue debida al factor de que esto les permitía aceptar la evolución Darvinista. Incluso Darwin mismo creía en la generación espontánea. Él escribió:

Aunque hasta la fecha no tiene ninguna evidencia digna de algo, en mi opinión, estando adelantado en favor de algo viviente siendo desarrollado de la materia inorgánica, todavía no puedo evitar creer en la posibilidad de que esto será probado algún día en concordancia con la ley de la continuidad (como citado en Francis Darwin, 1903, 2:171).

Darwin, también, se dio cuenta de que no tenía elección. O debía aceptar la generación espontánea, o aceptar la creación especial.

¿ES LA CREENCIA DE LA GENERACIÓN ESPONTÁNEA POPULAR HOY EN DÍA?

¿Es la generación espontánea una creencia común entre los científicos de hoy? Lo es si estos científicos son evolucionistas. Como Harold Blum remarcó: “El hecho de que la vida fue ‘generada espontáneamente’ de la materia no-viviente en algún tiempo en el pasado muy remoto, y que este proceso no ha sido repetido por un tiempo largo, son dos dogmas básicos aceptados por la gran mayoría de biólogos” (1957, p. 251).

En la Convocación del Centenario de Darwin en 1959 en la Universidad de Chicago, el participante Hans Gaffron dijo: “Es el clima general de pensamiento que ha creado una creencia inquebrantable entre los bioquímicos de que la evolución de la vida de la materia inanimada es un asunto claro” (1960, p. 46). Harlow Shapley comentó: “la suposición deque la vida se originó de la materia no-viviente debe ser hecha por el científico moderno si él cree que la pregunta ‘¿qué es la vida?’ pertenece a las ciencias naturales en absoluto” (1960, 3:75, énfasis añadido).

¿ESTÁ LA CREENCIA EN LA GENERACIÓN ESPONTÁNEA CIENTÍFICAMENTE JUSTIFICADA?

¿No es todo esto un poco extraño? Después de todo, la controversia sobre la generación espontánea se suponía que había sido establecida hace mucho tiempo atrás. Francesco Redi, en el siglo XVII, realizó experimentos clásicos desaprobando el concepto falso de la generación espontánea que fue tan común en su tiempo. Lazzaro Spallanzani y Louis Pasteur, en el siglo XVIII, también realizaron experimentos importantes desaprobando el concepto de la generación espontánea. De hecho, el Dr. Pasteur, en su discurso de victoria a la Academia Francesa de Ciencias, declaró, en parte: “La teoría de la generación espontánea nunca se recuperará del golpe mortal dado por este experimento sencillo”. Y, cuando es visto honestamente, ¡la teoría nunca se recuperó!

Después de Pasteur, científicos de reputación descartaron la idea de que la materia no-viviente da origen a los organismos vivientes. Las semillas de trigo y trozos de queso no dan origen a ratones bebés; comida descompuesta no da origen a gusanos; y gotas de rocío no dan origen a luciérnagas. La generación espontánea, hasta donde la ciencia experimental está concernida, ha sido desaprobada. Los evolucionistas Green y Goldberger lo declararon en esta manera:

Existe un paso [en la evolución—BT] que supera mucho a los otros en enormidad: el paso de las macromoléculas a las células. Todos los otros pasos pueden ser relatados sobre bases teóricas—si no correctamente, a lo menos elegantemente. No obstante, la transición de la macromolécula a la célula es un salto de dimensiones fantásticas, que yace más allá del alcance de la hipótesis probable. En esta área, todo es conjetura. Los hechos disponibles no proveen una base para la postulación de que las células surgieron sobre este planeta. No se quiere decir que algunas fuerzas parafísicas no estuvieron trabajando. Nosotros simplemente deseamos señalar que no existe evidencia científica (1967, pp. 406-407, énfasis añadido).

La confesión es que no existe evidencia de la ciencia experimental para justificar la creencia de la generación espontánea. Sino que, como Gaffron admitió:

Un científico natural que quiere estudiar este proceso evolutivo no tiene elección sino comenzar y continuar de la suposición de que lo viviente vino de lo no-viviente. Esto, a pesar de los hechos que están delante de sus narices—toda la vida alrededor de él—es tan fantásticamente complejo que es duro para él creer que esto realmente pasó (1960, 1:46, énfasis añadido).

Cuando el Dr. Wald escribió algunos años atrás un artículo sobre el origen de la vida para el Scientific American, hizo los siguientes comentarios:

Los biólogos más modernos, habiendo examinado con satisfacción la caída de la hipótesis de la generación espontánea, todavía indispuestos para aceptar la creencia alternativa en la creación especial, son dejados sin nada... Hacer un organismo demanda las sustancias correctas en las proporciones correctas y el arreglo correcto. Nosotros no pensamos que algo más se necesite—pero eso es problema suficiente. Uno solamente tiene que contemplar la magnitud de esta tarea para conceder que la generación espontánea del organismo viviente es imposible. Aunque nosotros estamos aquí—como un resultado, yo creo, de la generación espontánea (1954, pp. 45-53, énfasis añadido).

Aun cuando según los hechos reales de la ciencia experimental “la generación espontánea de un organismo viviente es imposible”, los científicos evolucionistas continuaban abogando y defendiendo el concepto.

LA MITOLOGÍA DE LA CIENCIA: GENERACIÓN ESPONTÁNEA

¿Cómo pudieron los defensores de la idea de la generación espontánea, muerta hace mucho tiempo, continuar defendiendo tal concepto? Ellos simplemente usaron un pequeño “abracadabra científico” para sugerir que la generación espontánea es imposible solamente en el sistema del tiempo presente, pero que ésta fue posible hace mucho tiempo. Como Louis Levine comentó: “El origen postulado de la materia viviente supone el suceso de la evolución química” (1963, p. 106). Respondiendo a la pregunta de cómo la generación espontánea fue posible en el pasado, pero no ahora, la respuesta dada usualmente fue algo como esto:

La respuesta general es que las condiciones que una vez hicieron posible la generación espontánea de vida no existen más... Lo cierto es que, (no es probable que) la cadena exacta de las reacciones moleculares de las cuales la vida surgió al principio alguna vez (otra vez) serán establecidas. En la naturaleza de las cosas, la “prueba” será por siempre imposible (Blum, 1957, p. 251, paréntesis en original).

El argumento fue que aunque la generación espontánea no está ocurriendo ahora, ¿quién puede decir que ésta no pasó hace mucho tiempo atrás cuando las condiciones sobre la Tierra puedan haber sido bastante diferentes? El fallecido Don Fred Hoyle, eminente astrofísico británico, clavó una espina en el costado de los evolucionistas (de los cuales él fue uno) cuando declaró sobre este asunto:

El asunto del origen de la vida de la materia inanimada fue acogido otra vez por los físicos, químicos y biólogos en las primeras pocas décadas del siglo presente. La necesidad de una aproximación empírica dentro del alcance de la ciencia moderna es bien reconocida, aunque una gran parte del mito y misterio que ha penetrado las actitudes religiosas y filosóficas de las épocas más tempranas está presente en las respuestas científicas contemporáneas que han sido propuestas... La generación espontánea “mística” ha sido concedida implícitamente para la formación inicial de un sistema biológico de la materia inorgánica... Es incierto que cualquier cosa, como las condiciones que fueron simuladas en el laboratorio, existiera en absoluto en un Tierra primitiva, o que ocurriera por tiempos suficientemente extensos y en regiones suficientemente extendidas de la superficie de la Tierra como para producir concentraciones suficientemente grandes de bioquímicos requeridos para el comienzo de la vida. Aceptando la “teoría de la sopa primitiva” del origen de la vida los científicos han reemplazado igualmente los misterios religiosos que envolvían esta pregunta con doctrinas científicas misteriosas. Las doctrinas científicas implicadas son exactamente tan inaccesibles a la aproximación científica (1978, pp. 24,26, énfasis añadido).

El antropólogo evolucionista Loren Eiseley evaluó el asunto en su texto clásico, The Immense Journey (El Viaje Inmenso), cuando escribió:

Con el fallo de estos muchos esfuerzos, la ciencia fue dejada en la posición un tanto vergonzosa de tener que postular teorías de los orígenes de la vida que no podía demostrar. Después de haber regañado al teólogo por su dependencia en el mito y el milagro, la ciencia se encontró a sí misma en la posición indeseable de tener que crear una mitología para sí misma: para nombrarla, la suposición de lo que, después de gran esfuerzo, no se pudo probar que sucede hoy, tuvo, en verdad, que tomar lugar en el pasado primitivo (1957, pp. 201-202, énfasis añadido).

Ahora, ¿quién es el que está cargado con un mito? ¿Quién es el que está “fuera de la observación y experimentación empírica”? Quizá Fuller y Tippo estuvieron en lo correcto cuando escribieron:

La evidencia de aquellos que explicarían el origen de la vida sobre la base de la combinación accidental de elementos químicos adecuados no es más tangible que la de aquella gente que pone su fe en la Creación Divina como la explicación del desarrollo de la vida. Obviamente los últimos tienen tanta justificación para su creencia como tienen los primeros (1961, p. 25, énfasis añadido).

Repentinamente, el método científico se encontró a sí mismo cara a cara con la Creación Divina—y no hubo nada que algún científico pudiera hacer para prevenirlo.

Eiseley reconoció que la creencia de los evolucionistas en la generación espontánea no está basada en la evidencia científica.

Sin embargo, uno sí observa ocasionalmente la tendencia del primer libro de texto de biología de llevar al lector incauto por un retozo, un brinco, y un salto del pequeño estanque húmedo o del crisol químico benefactor del mar, hasta el mundo inferior de la vida con tal firmeza y rapidez que es fácil suponer que no existe misterio en absoluto en cuanto a este asunto, o, si existe, es muy pequeño. Esta actitud en efecto ha sido criticada por el distinguido biólogo británico Woodger, quien remarcó algunos años atrás: “Los compuestos orgánicos inestables y los corpúsculos de clorofila no persisten o llegan a existir en la naturaleza por su propia cuenta en el tiempo presente, y consecuentemente es necesario postular esas condiciones donde una vez tales cosas como estas sí pasaron aunque y a pesar del hecho de que nuestro conocimiento de la naturaleza no nos da ninguna garantía para hacer tal suposición... Es simplemente dogmatismo—el aseverar que lo que se quiere creer sí pasó realmente” (1957, pp. 199,200, énfasis añadido).

En cualquier otra área, tales confesiones serían equivalentes al fracaso. Pero no en la evolución. Como Marshall y Sandra Hall remarcaron en The Truth: God or Evolution? (La Verdad: ¿Dios o la Evolución?):

Los científicos evolucionistas están dispuestos a torcer las leyes naturales, fabricar teorías abstrusas e imposibles, ir a cualquier altura para negar a Dios y mirar que todos los demás lo hagan, para que así nosotros podamos tener un mundo absurdo donde ellos puedan funcionar ya que son gente absurda. Ellos dicen que la generación espontánea tuvo que pasar. No tiene que pasar. No pasa. No pasará. No puede pasar. Pero ellos dicen que pasó (1974, p. 21, énfasis en original).

Luego, casi con ocurrencia posterior, Marshall y Sandra Hall añadieron: “No es fácil derrocar una creencia, por tan absurda y dañina que pueda ser, la cual su civilización la ha promulgado como la verdad científica para la parte principal del siglo” (1974, p. 74).

CONCLUSIÓN

Parece, de toda evidencia disponible, que la mitología actual de la ciencia es la superstición de que la generación espontánea puede ocurrir, y de hecho, ha ocurrido—cuando toda la evidencia científica disponible demuestra que este no es el caso. Harry Rimmer llamó la atención de esta gente tan temprano como en 1935.

No existe vida sin antecedentes vitales. Es tal vez desperdicio de su tiempo, así de firme es la ley establecida, pero nos trae cara a cara con el enigma de los orígenes vitales: porque si la vida solo viene de la vida, ¿de dónde vino la primera vida? Ciertamente no sabemos nada de su naturaleza y origen que ha sido o puede ser establecido por lo que podemos llamar demostración científica verdadera (1935, pp. 72-73).

Las palabras del Dr. Rimmer son tan verdaderas hoy como lo fueron cuando las escribió en la década de 1930. El Profesor L. Victor Cleveland estuvo de acuerdo de todo corazón cuando escribió: “Hasta ahora como todos los científicos en la tierra pueden probar, no existe tal cosa como la generación espontánea, o abiogénesis—la vida debe venir de vida antecedente. La vida produce vida del mismo género, sea que mire al protozoario o a los elefantes” (como citado en Meldau, 1959, p. 94, énfasis añadido). En el libro, 100 Great Scientists (100 Científicos Famosos), puede ser encontrado el siguiente enunciado: “Para los biólogos de hoy en día, con su conocimiento extenso de la complejidad fisicoquímica intrincada de la célula viva, el aparecimiento repentino y espontáneo de incluso un organismo vivo simple, es inconcebible...” (vea Greene, 1964, p. 126, énfasis añadido). R.E. Dickerson, escribiendo en Scientific American, tal vez expresó los mejores puntos de vista de los evolucionistas concernientes a la relación entre la ciencia y la generación espontánea cuando observó: “La evolución de la maquinaria genética es el paso por el cual no existe modelos de laboratorio; por eso uno puede especular interminablemente, sin trabas de los hechos inconvenientes” (1978, 239[3]:85, énfasis añadido).

Parece que hasta donde el origen de la vida y la evolución están concernidos, eso es lo que exactamente hemos logrado—especulación interminable sin trabas de los hechos inconvenientes. Y como un resultado (y tan difícil como pueda ser el creerlo), la ciencia ahora tiene una mitología del todo suya.

REFERENCIAS

Asimov, Isaac (1972), Isaac Asimov’s Biographical Encyclopedia of Science and Technology (New York: Avon Books).

Blum, Harold (1957), Scientific Monthly, November.

Darwin, Francis, ed. (1903), More Letters of Charles Darwin (New York: Appleton, Century, Crofts).

Dickerson, R.E. (1978), “Chemical Evolution and the Origin of Life,” Scientific American, 239[3]:70-87, September.

Eiseley, Loren (1957), The Immense Journey (New York: Random House).

Fuller, Harry J. and Oswald Tippo (1961), College Botany (New York: Holt, Rinehart, Winston).

Gaffron, Hans (1960), “The Origin of Life,” The Evolution of Life (volume one of Evolution After Darwin), ed. Sol Tax (Chicago, IL: University of Chicago Press).

Green, D.E. and R.F. Goldberger (1967), Molecular Insights into the Living Process (New York: Academic Press).

Greene, Jay E., ed. (1964), 100 Great Scientists (New York: Simon and Schuster).

Hall, Marshall and Sandra (1974), The Truth: God or Evolution? (Grand Rapids, MI: Baker).

Hoyle, Fred (1978), Lifecloud (New York: Harper & Row).

Levine, Louis (1963), Review Notes in Biology (New York: Monarch Press.

Meldau, John F. (1959), Why We Believe in Creation, Not in Evolution (Denver, CO: Christian Victory Publishing Co.).

Moore, John N. (1976), Questions and Answers on Creation/Evolution (Grand Rapids, MI: Baker).

Rimmer, Harry (1935), The Theory of Evolution and the Facts of Science (Grand Rapids, MI: Eerdmans).

Shapley, Harlow (1960), “Panel One: The Origin of Life,” Issues in Evolution (volume three of Evolution After Darwin), ed. Sol Tax (Chicago, IL: University of Chicago Press).

Wald, George (1954), “The Origin of Life,” Scientific American, August.

Wald, George (1958), Scientific American, September.



Derechos de autor © 2005 Apologetics Press, Inc. Todos los derechos están reservados.

Estamos complacidos de conceder permiso para que los artículos en la sección de "Creación vs. Evolución" sean reproducidos en su totalidad, siempre y cuando las siguientes estipulaciones sean observadas: (1) Apologetics Press debe ser designada como la editorial original; (2) la página Web URL específica de Apologetics Press debe ser anotada; (3) el nombre del autor debe permanecer adjunto a los materiales; (4) cualquier referencia, notas al pie de página, o notas finales que acompañan al artículo deben ser incluidas a cualquier reproducción escrita del artículo; (5) las alteraciones de cualquier clase están estrictamente prohibidas (e.g., las fotografías, tablas, gráficos, citas, etc. deben ser reproducidos exactamente como aparecen en el original); (6) la adaptación del material escrito (e.g., publicar un artículo en varias partes) está permitida, siempre y cuando lo completo del material sea hecho disponible, sin editar, en una extensión de tiempo razonable; (7) los artículos, en totalidad o en parte, no deben ser ofrecidos en venta o incluidos en artículos para venta; y (8) los artículos no deben ser reproducidos en forma electrónica para exponerlos en páginas Web (aunque los enlaces a los artículos en la página Web de Apologetics Press están permitidos).

Para catálogos, muestras, o información adicional, contacte:

Apologetics Press
230 Landmark Drive
Montgomery, Alabama 36117
U.S.A.
Phone (334) 272-8558
http://www.apologeticspress.org

sábado, 23 de enero de 2010

IGLESIA CRISTIANA AYUDEMOS A HAITI

A TODA LA IGLESIA CRISTIANA EN GENERAL.

ME GUSTARIA SUGERIRLES QUE PROMOVIERAN DENTRO DE TODO EL PUEBLO DE DIOS COLABORACIONES ESPECIALES PARA NUESTRO HERMANO PAIS DE HAITI, PUES HASTA DONDE SE MUCHAS ORGANIZACIONES CRISTIANAS NO SE HAN PRONUNCIADO EN ESTE SENTIDO, Y YO COMO CRISTIANO EVANGELICO ME APENA SABER QUE MIENTRAS PERSONAS QUE NO CONOCEN DEL AMOR DE DIOS, ESTAN LLEVANDO ACABO MARATONES, CONCIERTOS Y UNA SERIE DE ACTIVIDADES PARA RECOLECTAR AYUDA PARA NUESTROS HERMANOS HAITIANOS, EL CUERPO DE CRISTO QUE SE SUPONE PREDICA DEL AMOR DE DIOS, Y QUE SE SUPONDRIA QUE PONEMOS EN PRACTICA EL MANDATO EN EL QUE RESUME JESUCRISTO TODITA LA LEY, LOS PROFETAS ES DECIR TODA LA BIBLIA "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas." MATEO 22.37

SI COMO CUERPO DE CRISTO NO SOMOS MISERICORDIOSOS PARA CON LOS OTROS, ENTONCES ESTAMOS MUY MAL; Y POR ESO LA GENTE JUSTIFICA SUS CRITICAS HACIA NOSOTROS Y CREO QUE TIENEN RAZÓN ALGUNAS VECES, YO HE ESCUCHADO DE ALGUNOS QUE DICEN QUE LO QUE SUCEDIO EN HAITI FUE CASTIGO DE DIOS, SIN EMBARGO ELLOS NO HAN ESCUDRIÑADO LA VOLUNTAD DE DIOS Y POR LO TANTO NO PUEDEN AFIRMAR LO QUE SOLO DIOS SABE.

A MI COMO CRISTIANO ME IRRITA PENSAR QUE SOLO SOY UN RELIGIOSO COMO AQUEL SACERDOTE QUE PASA ENFRENTE DE AQUEL QUE LO HABIAN ASALTADO Y GOLPEADO Y SIN HACER NADA PASA DE LADO, SIN EMBARGO TUBO QUE VENIR UN SAMARITADO PARA AUXILIARLO.

NO PODEMOS QUEDARNOS CON LAS MANOS CRUZADAS SIN HACER NADA, COMO CUERPO DE CRISTO PODEMOS AYUDAR, Y ASI TESTIFIQUEMOS QUE NO SOMOS UNICAMENTE UN GRUPO DE RELIGIOSOS O VIVIDORES COMO NOS LLAMAN ALGUNOS.

PUES RECORDEMONOS QUE AHORA SON ELLOS NO SABEMOS SI MAÑANA NOS TOQUE A NOSOTROS, LA SEMANA PASADA DIOS NOS LO RECORDO CON UNA PEQUEÑA SACUDIDA AQUI EN GUATEMALA.

COMO CRISTIANOS UNIDOS PARA AYUDAR AL PROJIMO DARIAMOS UN GRAN EJEMPLO.

SI USTEDES YA HAN PENSADO Y HAN HECHO ALGO POR LO QUE RESPECTA A AYUDAR A NUESTROS HERMANOS HAITIANOS, PUES OMITAN MI COMENTARIO Y SI NO ES ASI, LOS EXHORTO PARA QUE LO HAGAMOS. RECORDEMOS QUE JESUCRISTO SIEMPRE ACTUO CON MISERICORDIA INCLUSO CON LOS QUE NO ERAN NECESARIAMENTE ADEPTOS AL MENSAJE DE SALVACIÓN.

Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.

NO NECESITAMOS OBRAS PARA SER SALVOS, PERO SI LAS NECESITAMOS PARA DEMOSTRAR QUE SOMOS SEGUIDORES DE CRISTO, Y QUE EL AMOR DE DIOS VIVE EN NUESTROS CORAZONES.

EDGAR RAMÍREZ
MAESTRO DE EDUCACIÓN CRISTIANA

martes, 19 de enero de 2010

CONFIANZA EN DIOS EN TIEMPOS DE NECESIDAD

CONFIANZA EN DIOS EN TIEMPOS DE NECESIDAD

JOB 11:13-20; 22:21-28


INTRODUCCIÓN


Generalmente cuando alguien esta afrontando una situación difícil lo ultimo en lo que pensaría es en tener confianza, ¿Confianza en que o quien? En un contexto parecido al de Job difícilmente pudiéramos visualizar un futuro mejor. Pues pareciera que Dios le había volteado la espalda, y en una situación en la que Dios pareciera que nos ha abandonado, confiar en él se vuelve una opción incomprensible; sin embargo Job llego a comprender los designios de Dios para su vida, llego a comprender cual es la posición de Dios frente a la de un ser humano creado por Dios mismo, y dispuesto a probar su fidelidad ya que al final era lo mas importante, sus seres queridos que perdido al final los podía volver a ver si es que actuaba fielmente hasta el fin, sus pertenencias se las podía "resarcir" el mismo Dios, y de hecho así fue; mientras que su familia también fue restituida; Dios sabia cual era el plan, Job no lo sabia sin embargo comprendió que lo mas importante es sujetarse a la voluntad de Dios para nuestras vidas y confiar que su voluntad nunca sera para mal, sino para bien. (Jeremías 29.11 cuando el pueblo de Israel estuvo cautivo por Nabucodonosor en babilonia.)


ASPECTOS PARA RECOBRAR LA CONFIANZA EN DIOS EN TIEMPOS DIFICILES


1) Colocar en orden tu corazón (Job 11:13) El corazón es el asiento de los afectos y pasiones, sabiduría y entendimiento. (Marcos 7.21-23) Disponer el corazón es ordenarlo para Dios, lo que implica limpiarlo para que Dios pueda entrar en el; pues la segunda parte del verso 13 dice y tiendes hacia Dios las manos no podemos extender las manos (Extender las manos = acción de alcanzar algo) si están sucias. Nuestras manos están limpias cuando nuestra conciencia, nuestro corazón lo este. Job 22.22


2) Autoexamen de conciencia (Job 11.14) las iniquidades en las manos son las acciones fruto de un corazón gobernado por el pecado, mientras que las injusticias es el irrespeto del derecho con el cual Dios nos creo, es violar las normas que permiten la convivencia en paz con Dios y con el prójimo Mateo 22.37-40. Debemos abandonar las injusticias, es decir abandonar las acciones que transgredan las normas que nos permiten vivir en paz con Dios y el prójimo. (Job 22.23) volvernos a Dios es cumplir el deseo de Dios. Entonces podrás levantar un rostro limpio. (Job 22.26)


LA AMISTAD CON DIOS PROVEE PAZ AL CORAZÓN EN MEDIO DE LA AFLICCIÓN Job 22.21; 11.18


a) Serás fuerte para afrontar la situación en la que te encuentres y nada temerás. Job 11.15 En otras palabras podrás resistir cualquier cosa, y podrás estar tranquilo que Dios se encargara de tu bienestar.


b) No estará presente en tu mente la dificultad. Job 11.16


c) La vida recobrara el sentido que los problemas le quitan. Job 11.17


d) Dormirás tranquilo sin que nadie o nada te quite el sueño. Job 11.19.


CONCLUSIÓN


Podemos ir en contra de nuestros razonamientos y ver en cada situación difícil la oportunidad de acercarnos más a Dios y a su propósito perfecto para nuestras vidas; y de esa manera podernos presentar delante de él como siervos fieles y aprobados en medio de la prueba.

Edgar Ramírez

Maestro de Educación Cristiana

lunes, 18 de enero de 2010

El Tiktaalik ya no es lo que decían que era

El Tiktaalik ya no es lo que decían que era

6 enero 2010 — El muy propagandizado eslabón perdido tetrápodo o «pezópodo» que saltó a los titulares en 2006 (véase Descubrimiento del «pezópodo» — un «eslabón perdido»—: Los medios se desmelenan) ha quedado destronado por nuevos descubrimientos en Polonia. En la fecha de hoy se anunció en Nature.1 la presencia de rastros que se afirma que tienen 18 millones de años más que el Tiktaalik, y que muestran dígitos y una andadura con pasos alternativos. Dicen los autores que «fuerzan a una reevaluación radical del tiempo, de la ecología y del marco medioambiental de la transición de peces a tetrápodos, así como de la integtridad del registro fósil corporal».


Reconstrucción artística del Tiktaalik. Fuente: NSF
Para una crítica de estas reconstrucciones y una evaluación de la naturaleza de este fósil, véase El Tiktaalik: ¿Un coregónido deformado?

Aquí tenemos una muestra de las revolucionarias afirmaciones que se comunican:

  • «Estos resultados nos fuerzan a reevaluar todo el conjunto de la transición de los peces a los animales terrestres», decía el codescubridor Per Ahlberg en Science Daily.
  • Este descubrimiento «podría conducir a cambios importantes en nuestro conocimiento de las dataciones y del marco medioambiental de la temprana evolución de los tetrápodos». – Ted Daeschler en National Geographic News.
  • «El equipo dice que el descubrimiento significa que los vertebrados terrestres aparecieron millones de años antes de lo que antes se suponía .... los tetrápodos de la Cantera de Zachelmie hacen añicos la clara y simple línea cronológica». (BBC News).
  • «De modo que la transición de peces a tetrápodos parecía bastante bien documentada ... Pero ahora Niedzwiedzki et al lanzan una granada sobre este escenario». – Janvier y Clement, comentado acerca del descubrimiento en Nature.2
  • «Revienta toda la historia haciéndola saltar del agua, para usar esta figura». – Jenny Clack (Harvard), en PhysOrg.
  • «No sabíamos que existían en este punto en el tiempo, y no hubiéramos esperado encontrarlos en este medio ambiente.» – Per Ahlberg, codescubridor, en Live Science.

No se encontraron fósiles de cuerpos. Esto significa que las inferencias sobre los seres que realizaron estas huellas serán limitadas. Por ello mismo, los lectores deberían ser cautos acerca de las reconstrucciones artísticas que aparecen en algunos artículos, como en National Geographic, que quieren dar a los animales una apariencia ictínea. PhysOrg observaba esto: «Aunque reconociendo su importancia, Clack advertía en contra de llegar a conclusiones en base exclusivamente de pequeñas marcas dejadas por animales en el fondo de una superficie de lodo hace cientos de millones de años». Las huellas están datadas en 397 millones de años, mientras que a Tiktaalik se le asignó una edad de alrededor de 380 millones de años. Los científicos inferían que los seres que realizaron estas huellas eran de un tamaño considerable —de alrededor de 2 metros de longitud. Por cuanto no se observan huellas de arrastre de cola, los animales tienen que haber tenido unas extremidades lo suficientemente fuertes para mantener sus cuerpos por encima del suelo (véase ilustraciones en BBC News).

Otra bomba es que esta puede que no sea la única granada que cae en este escenario. Los descubridores observaban con interés que unas huellas procedentes de Glenisla que databan del Silúrico Superior (418-422 millones de años), que se cree que son de artrópodos, podrían ser también, realmente, huellas de vertebrados tetrápodos.3 Y los nuevos rastros de huellas en Polonia abren la puerta a más descubrimientos parecidos. «Evidentemente, la cacería está en marcha», decía Ahlberg, en busca de más rastros de huellas y de fósiles de cuerpos de aquel período y en el ambiente supuestamente entre mareas de este emplazamiento. Janvier y Clement decían:

Los rastros de huellas Eifelianos [397-391 millones de años] aparentemente anacrónicos de Niedzwiedzki y colegas sacudirán así las creencias acerca del origen de los tetrápodos. Ellos demuestran que los primeros tetrápodos medraron en el mar, pisoteando el lodo de las lagunas de los arrecifes coralinos; esto contradice la opinión mucho tiempo sostenida de que los deltas fluviales y los lagos fueron los medios ambientes necesarios para la transición desde el agua a la tierra durante la evolución de los vertebrados. Y al guiar la investigación para un marco temporal gradual de la transición de aleta a miembro durante el Devónico Medio, probablemente desencadenarán un frenesí de investigaciones de campo en emplazamientos de potenciales peces tetrapodomorfos de la edad Emsiana [497-397 millones de años] o de un tiempo anterior.


1. Niedzwiedzki et al, «Tetrapod trackways from the early Middle Devonian period of Poland», Nature, 463, 43-48 (7 enero 2010) | doi:10.1038/nature08623.

2. Janvier y Clement, «Palaeontology: Muddy tetrapod origins», Nature 463, 40-41 (7 enero 2010) | doi:10.1038/463040a.

3. Gouramanis, Webb y Warren, «Fluviodeltaic sedimentology and ichnology of part of the Silurian Grampians Group, western Victoria», Australian Journal of Earth Sciences, Volumen 50, Número 5 octubre 2003, páginas 811-825, DOI: 10.1111/j.1440-0952.2003.01028.x.

Resulta que los evolucionistas creen en fantasmas. Si alguien lo duda, veamos la siguiente cita extraída del artículo. Comentando acerca de las implicaciones del descubrimiento de rastros de huellas de tetrápodos 18 millones de años anteriores a lo esperado, dicen: «Esto nos fuerza a inferir unos linajes fantasmas mucho más prolongados para los tetrápodos y elpistostégidos que lo que se sugiere en el registro fósil de los cuerpos (Fig. 5a, b)». El lector preguntará: ¿Qué son linajes fantasmas? «(Los linajes fantasmas son aquellos que tuvieron que haber existido en una época concreta, según la filogenia, pero que no están representados por fósiles en aquel tiempo)». En otras palabras, ven fantasmas con los ojos de sus mentes evolucionistas. Ven entidades míticas que tienen que haber existido, simplemente porque su sistema de creencia les exige tal cosa. ¡Y a nosotros nos habían dicho que la ciencia se fundamenta en el estudio de las cosas que son!

El artículo fue presentado a Nature en julio, y se aceptó en octubre. Sin duda, Neil Shubin y su pez interior (véase Puliendo los iconos de Darwin, punto 3) tuvieron una comunicación acerca de esto antes de su anuncio público, y debe estar preparando una contrarréplica. Los evolucionistas necesitan alguna escena dramática en la prensa de vez en cuando para mantener al público creyendo que su trabajo vale la pena. Es una especie de deporte. Shubin y Clack están a la defensiva, y los polacos están lanzados al ataque. Los que están guardando la línea de defensa dirán bien que las huellas han sido mal interpretadas (quizá las hizo un calamar fantasma) o lanzarán un contraataque descubrimiento un rastro de tetrápodo aun más anterior, para echar el balón más hacia la portería contraria. Pero la tendencia en los descubrimientos fósiles ha sido encontrar complejidad más y más atrás en el registro. En el límite de las asíntotas, se descubrirá que todos los tetrápodos aparecieron repentinamente en el sexto día.


Fuente: Creation·Evolution HeadlinesTiktaalik demoted to Has-Been 06/01/2010
Redacción: David Coppedge © 2010 Creation Safaris - www.creationsafaris.com
Traducción y adaptación: Santiago Escuain — © SEDIN 2010 -
www.sedin.org

martes, 12 de enero de 2010

EVOLUCIÓN DE PECES A HOMBRES: PORQUE ES IRRACIONAL ESTA HIPÓTESIS I PARTE

EVOLUCIÓN DE PECES A HOMBRES: PORQUE ES IRRACIONAL ESTA HIPÓTESIS


La teoría darwinista que explica la complejidad de la vida como producto de pequeñas mutaciones genéticas y las supervivencia de los más aptos (selección natural) es conocida para las variaciones dentro de una misma especie, pues de hecho existen evidencias empíricas que constatan esta idea, he incluso yo como critico de la macro-evolución lo acepto sin ningún problema.


Sin embargo la evolución darwinista reclama también la transformación gradual de una clase de criatura a otra, lo que es meramente una hipótesis biológica, no un hecho.


Vale la pena que recuerde que micro-evolución o las variaciones en una misma especie exigen una escala de evolución totalmente distinta a la macro-evolución darwinista; en otras palabras estamos hablando de escalas inmensamente diferentes en su complejidad por obvias razones.


La crianza de animales domésticos jamás ha producido alguna especie nueva, por ejemplo la crianza de perros, gatos, aves, peces; etc. Nunca ellos han producido cambios macro-evolutivos, únicamente variaciones dentro de los límites de su propia especie.


Es indudable que la teoría de Darwin tiene un impresionante poder de explicación pero ¿Cómo sabemos que si es verdad? O es que únicamente tenemos que aceptar a priori y por fe lo que nos dicen los evolucionistas simplemente porque esta es una aceptación supuestamente “racional” aunque nunca sepamos si lo que ellos afirman fue posible en el pasado, o es posible ahora realmente, o si el argumento se queda en la imaginación.


Precisamente por esa razón existe un método científico que nos permite visualizar cuando estamos frente de un argumento científico, y cuando estamos frente de un argumento antojadizo prejuiciado basado en premisas que nadie sabe si son correctas o falsas. 1


La macro-evolución no se puede someter al rigor del método científico, es decir a la Observación, Inducción por las observaciones, Hipótesis, Probar la hipótesis por experimentación, Demostración (antítesis), Tesis.


DE PECES A ANFIBIOS


No se ha identificado ninguna especie de fósiles como antecesora de los anfibios; pero hay un orden extinto de peces conocido como los ripidistios que los darwinistas describen frecuentemente como un grupo ancestral, mas sin embargo para Bárbara J. Sthal en su obra Vertébrate History ninguno de los peces conocidos es considerado como directamente ancestral de los mas primitivos vertebrados terrestres.


En 1938 unos pescadores capturaron en el océano indico un celacanto, un antiguo pez que se creía que estaba extinto desde hacia unos setenta millones de años. Muchos paleontólogos consideraron que el celacanto estaba estrechamente relacionado con los ripidistios, sin embargo cuando se disecciono el moderno celacanto sus órganos internos no mostraron ninguna señal de estarse pre-adaptando para un medio terrestre y no dieron indicación alguna de cómo podría ser que un pez se transformase en anfibio.


La experiencia sugiere que un pez ripidistio podría ser igualmente frustrante para los darwinistas si se pudiera examinar partes blandas se su cuerpo.


DE ANFIBIOS A REPTILES


Tampoco existen candidatos satisfactorios para documentar esta transición, existen anfibios fósiles llamados seymouria que tienen algunas características esquelétales reptilianas, pero aparecen demasiado tarde en el registro fósil y la evidencia reciente indica que eran verdaderos anfibios.


En todo caso la transición es de tal tipo que seria difícil confirmar con fósiles, porque la diferencia más importante entre los anfibios y reptiles involucra las partes blandas no fosilizadas de los sistemas reproductivos.


Los anfibios ponen huevos en el agua y las larvas sufren una complicada metamorfosis antes de llegar a la etapa adulta. Los reptiles ponen un huevo con una cáscara dura y los jóvenes son una replica perfecta de los adultos ya al salir del cascarón.


No existe explicación alguna de cómo un anfibio pudiera haber desarrollado un modo reptiliano de reproducción mediante descendencia darwiniana.


Edgar Ramírez

Maestro de Educación Cristiana


Notas:


1 Filosofía naturalista supone que todo el reino natural es un sistema cerrado de causas y efectos materiales, por lo tanto todo puede ser explicado naturalmente, sin invocar por definición causas sobrenaturales.


Proceso a Darwin Phillip E Johnson Pág. 85 y 86


Lecturas recomendadas: EL RELOJERO CIEGO Y LAS ARDILLAS SUICIDAS

Porque le creo al diseño inteligente

Documental: La Clave del Misterio de la Vida

sábado, 9 de enero de 2010

Porque le creo al diseño inteligente

Creo en la teoría del diseño inteligente, porque no es atea mas bien agnóstica, lo cual da lugar para asegurar desde mi punto de vista como cristiano que el diseñador sea Dios, aunque la teoría en si misma no busque a priori un diseñador sobrenatural, sin embargo deja espacio para que un creyente como yo encaje en este espacio.


La evolución desde la perspectiva naturalista es un proceso ciego porque no ve mas adelante, no planifica consecuencias, no tiene propósitos a la vista; y por consecuencia lógica no es inteligente. ¿Será posible que un proceso así pueda diseñar un mecanismo funcional de supervivencia para todas las especies de seres vivos conocidos y por conocer?


Sí la evolución es cierta eso quiere decir que el diseño es posible sin inteligencia; sin embargo por definición un diseño es obra de una mente inteligente, sí el diseño que vemos en cada uno de los seres vivos es funcional, eso indica que no estamos hablando de diseño aparente como lo dicen los evolucionistas, y en realidad estamos enfrente de una verdadera obra de diseño inteligente.


El diseño solo puede ser obra de un agente inteligente, ni el azar, ni la selección natural, ni otro medio puede remplazar a un agente inteligente diseñador de las características propias de la biología; y esta aseveración la hago porque no existen evidencias empíricas que constaten que un proceso ciego no dirigido puede ser capaz de crear diseño o complejidad especificada; los evolucionistas creen que si, aunque en lo mas profundo de si mismos, saben que solamente por fe pueden asegurar que este argumento fuera de toda lógica, y sin una sustentación rigurosa pueda ser cierto.


Los evolucionistas están adoctrinando a las masas para que crean que la evolución ha diseñado todas las especies de seres vivos que conocemos, y que lo puede seguir haciendo, sin embargo la evolución por definición es un proceso no inteligente, entonces es una vil mentira pretender una evolución diseñadora, y aunque ellos aseguren que es un diseño es aparente, la funcionalidad de los diseños biológicos refutan la idea de un diseño aparente.


El diseño aparente es engañoso porque parece diseño pero no lo es, si todo fuera aparente lo que pensamos que fuera imposible en realidad fuera posible, por ejemplo nuestros pulmones aparentaran estar diseñados para vivir fuera del agua, sin embargo pudiéramos vivir meses en las profundidades del mar, lo cual no es cierto, puesto que nuestros pulmones están diseñados con tal precisión que no podemos vivir en las profundidades del mar; y si como los evolucionistas piensan que la selección natural nos podría ayudar a adaptarnos poco a poco a vivir en los océanos fuera cierto, tendríamos que tener pruebas contundentes de que un proceso así se pueda dar.


De lo contrario yo estoy seguro que en un proceso lento como lo describía Darwin, el hombre no podría transformarse en una especie marina; pues desde el primero que tratara de sumergirse en el agua con el fin de vivir en ella, hasta el último todos morirían ahogados.


El diseño aparente es una falsedad, la razón apunta a un diseño inteligente. "Porque habiendo conocido á Dios, no le glorificaron como á Dios, ni dieron gracias; antes se desvanecieron en sus discursos, y el necio corazón de ellos fué entenebrecido. Diciéndose ser sabios, se hicieron fatuos"


Edgar Ramírez

Maestro de Educación Cristiana

martes, 5 de enero de 2010

¿Esta el diseño inteligente basado necesariamente en la Biblia?


No. La idea de que los seres humanos pueden observar las señales del diseño inteligente en la naturaleza se remonta a los fundamentos de la ciencia y la civilización. En la tradición greco-romana, Platón y Cicerón, abrazaron las primeras versiones de un diseño inteligente.


En la historia de la ciencia, la mayoría de los científicos hasta la última parte del siglo diecinueve aceptaban alguna forma de diseño inteligente, como Alfred Russel Wallace, el co-postulador con Charles Darwin de la teoría de la evolución por selección natural.


En la tradición judeo-cristiana, por su parte, la idea de que el diseño se pueden distinguir en la naturaleza se pueden encontrar no sólo en la Biblia, tambien entre los filósofos judíos como Filón y en los escritos de los Padres de la Iglesia. La comunidad científica ha rechazado en gran medida el diseño en el siglo XX después que el neodarwinismo ha afirmado ser capaz de explicar el surgimiento de la complejidad biológica en el proceso "inteligente" de la selección natural actuando sobre mutaciones al azar.


En las últimas décadas, sin embargo, nuevas investigaciones y descubrimientos en campos como la física, la cosmología, bioquímica, genética y paleontología han causado que un número creciente de científicos y teóricos de la ciencia cuestionen el neo-darwinismo y propongan el diseño inteligente como la mejor explicación para la existencia de complejidad específica en todo el mundo natural.


Fuente: http://www.intelligentdesign.org/faq.php

Traducción: Edgar Ramírez

lunes, 4 de enero de 2010

Más allá de la mentalidad naturalista en las investigaciones sobre el origen de la vida

Dean H. Kenyon

Más allá de la mentalidad naturalista en las investigaciones
sobre el origen de la vida


Introducción

Si se acepta la concepción evolucionista general de la historia de la vida sobre la tierra, no es difícil creer que la vida debe haber surgido de manera natural1 por medio de evolución química. Si la vida se ramifico de modo natural a partir de organismos de una sola célula hasta la maravillosa complejidad de las formas de vida que tenemos en la actualidad, ¿por qué no pudieron los primeros paquetes mínimos de información genética (precisos para sustentar la vida) haber surgido de manera espontánea como resultado de las propiedades de la materia carbonacea? Y desde luego, si uno tiene esta mentalidad, es muy difícil poder ver cómo el origen de la vida puede haber sido por otra vía que por la de evolución química.

Desde un punto de vista naturalista, uno considera su investigación como un esfuerzo para encontrar caminos químicos posibles par el surgimiento de la vida. El objetivo es limitar el conjunto de caminos posibles y producir al menos un bosquejo de la transición de la no-vida a la vida. Es de suponer que muchos procesos químicos que tuvieron lugar en la superficie del globo primigenio serán parcialmente duplicados en las simulaciones de laboratorio.

Si, sin embargo, uno abriga dudas acerca de la perspectiva evolutiva general del origen de la vida y mantiene abierta la posibilidad de que alguna otra explicación pudiera ser correcta, queda en libertad para enfocar el problema del origen de la vida desde un ángulo distinto. Una manera de enunciar las presuposiciones de esta pesona sería ésta: La vida puede que haya surgido espontáneamente (de manera natural) en este planeta, o puede que no. Por causa de la necesidad metodológica (Kenyon y Steinman, 1969, pág. 31; Kenyon 1984a) uno podría suponer inicialmente que la vida surgió de manera natural. Podría entonces tratar de simular acontecimientos químicos y físicos que pudieran haber estado envueltos en un proceso así en la Tierra primitiva. Si aconteciera que algunos de los resultados de nuestros experimentos no son congruentes con la presuposición de un origen natural, entonces evaluaría de manera cuidadosa estos resultados a la luz de la posibilidad de que dieran apoyo a otra perspectiva general. Además, al interpretar los resultados de cualquier experimento de simulación en particular, uno debería tener cuidadosamente en mente los resultados de otros experimentos de este tipo, así como cualesquiera hechos relevantes químicos y físicos — incluyendo cualquier evidencia geoquímica que tuviera que ver con las condiciones de la simulación. En otras palabras, uno entretendría de manera seria la posibilidad de que los resultados experimentales refutaran la misma suposición de evolución química. Desde luego, hay lugar para esta apertura: no podemos tener la misma certidumbre acerca de nuestras explicaciones para el origen de la vida que la que pudiéramos esperar en «ciencia operativa», como han argumentado persuasivamente Thaxton et al. (1984, págs. 202-206).

Los experimentos de Miller

Algunos aspectos de la obra de Stanley Miller acerca del origen de la vida nos serán de ayuda para comparar las dos perspectivas generales anteriormente bosquejadas. Stanley Miller ha sido uno de los pioneros en estudios experimentales del origen de la vida. Él llevó los primeros experimentos sistemáticos de simulación hace más de 35 años (Miller, 1953). Desde entonces ha producido un cuerpo de investigación adicional (Miller, 1955, 1957; Ring et al., 1972; Ring y Miller, 1984) a lo largo de las líneas de su obra original: simulaciones de atmósfera primitiva empleando descarga eléctrica como fuente de energía. También ha escrito síntesis de la situación del campo de la «evolución química prebiótica» (Miller y Orgel, 1974; Miller, 1984). La obra de Miller ciertamente satisface el fructífero criterio de la buena investigación científica. Además, su método de «simular la totalidad» es quizá el enfoque más razonable para hacer estudios «de simulación».



Si uno desea saber si pudo haber tenido lugar un origen evolutivo químico de la vida, no puede simplemente dar por supuesto que sí tuvo lugar, y luego argumentar que las condiciones sobre la Tierra prebiótica tuvieron que ser tales que permitieran que esto tuviera lugar.

En sus artículos, Miller es precavido, y tiende a apegarse a los verdaderos datos de laboratorio cuando evalúa los resultados de los experimentos de evolución química. No es persona dada a hacer pretensiones excesivas acerca de progreso en el logro de posibles caminos prebióticos, y yo aprecio en gran manera su actitud realista. Contrasta de una manera refrescante con las extravagantes conclusiones de otros experimentadores. Aunque Miller cree que se ha hecho un progreso razonable acerca de posibles caminos de síntesis de biomonómeros prebióticos, y que se ha logrado un modesto progreso en al menos los inicios de síntesis de biopolímeros, reconoce que es poquísimo lo que se «conoce» más allá de esto.

Hasta aquí todo está muy bien, pero hay más. Miller, como los otros evolucionistas químicos, comienza dando por supuesto que algún proceso naturalista dio origen al primer ser vivo. Luego, arguyendo en base de las propiedades de compuestos orgánicos y de los resultados de experimentos de simulación, hace varias inferencias acerca de las condiciones en la superficie de la tierra primitiva. Por ejemplo, los compuestos orgánicos se descomponen en presencia de O2; por ello, el O2 tiene que haber estado prácticamente ausente de la atmósfera primitiva (Miller, 1984). Se mencionan otras razones para creer que la primitiva atmósfera de la tierra contenía muy poco O2, pero ninguna de ellas parece tan convincente como la acabada de citar.2

Si se acepta la posibilidad de que la vida se originara por medios no naturalistas, es apropiado razonar de manera diferente acerca de la cuestión del O2 en la atmósfera primitiva: la atmósfera primitiva puede haber o no haber contenido cantidades sustanciales de O2. Pero esta cuestión debe decidirse en base de evidencia independiente, no en base de los resultados de experimentos de simulación ni de las necesidades de la hipótesis de Haldane/Oparín (Kenyon, 1984b). Si uno desea saber si pudo haber tenido lugar un origen evolutivo químico de la vida, no puede simplemente dar por supuesto que sí tuvo lugar, y luego argumentar que las condiciones sobre la Tierra prebiótica tuvieron que ser tales que permitieran que esto tuviera lugar.

Al tratar de la temperatura de la Tierra primitiva, Miller (1984) dice lo siguiente:

La temperatura del océano primitivo no se conoce, pero se puede decir que la inestabilidad de varios compuestos y polímeros orgánicos constituye un argumento convincente de que la vida no pudo haber surgido en los océanos a no ser que la temperatura estuviera por debajo de los 25°C.

Una vez más se emplean aquí las necesidades de un origen evolutivo químico de la vida para limitar las condiciones primitivas de la superficie de la tierra. Pero, ¿no sería más razonable intentar sustentar un argumento acerca de la temperatura de los océanos primitivos con independencia de estas necesidades? Si no tenemos a mano la información necesaria para dar respuesta a esta pregunta, deberíamos suspender nuestro juicio.

Miller se muestra precavido acerca del tema de la composición de la atmósfera primitiva, pero se hace evidente la misma clase de razonamiento:

Alguna de la química orgánica [esto es, de los experimentos de simulación] hace predicciones explícitas acerca de los constituyentes de la atmósfera. Tales consideraciones no pueden demostrar que la tierra tuvo una determinada atmósfera primitiva, pero los condicionantes de la síntesis prebiótica debería ser una consideración principal. (Miller, 1984, énfasis añadido).

Aquí Miller se refiere al hecho experimental de que cuanto más reductora sea la atmósfera simulada (p.e., CH4, NH3, H2O frente a CO2, N2, H2O) tanto mayor la producción de compuestos orgánicos como los aminoácidos, los constituyentes básicos de las proteínas. Se considera que los resultados de los experimentos de simulación aportan un poderoso apoyo a la postura de que la atmósfera primitiva de la Tierra era reductora. Pero, una vez más, tal razonamiento es persuasivo sólo si uno da por supuesto que tiene que haberse dado una evolución química.




Aparato empleado en los experimentos de Miller de descargas eléctricas para conseguir aminoácidos.
(Según R. Jastrow, 1967, Red Giants and White Dwarfs. Nueva York: Harper and Row, pág. 134.)



Abundan ejemplos de este tipo de razonamiento, pero será suficiente con dos más (Miller, 1984). Por cuanto los estudios de laboratorio indican que es necesario un cierto nivel de NH4+ (alrededor de 0,01 M, que se corresponde con una presión parcial atmosférica de NH3 de alrededor de 4 x 10E6 atm a 25° C) para una síntesis eficaz de aminoácidos, se supone que al menos esta cantidad de NH4+ tuvo que haber estado presente en los océanos primitivos. En otros experimentos se mostró que los ribósidos de pirimidinas (componentes del ARN) no se forman en mezclas calentadas de ribosa y pirimidinas (mientras que las mezclas calentadas de ribosa y de purinas sí que dan ribósidos de purinas). Miller ve dos optativas aquí: 1) Quizá no se probaron las condiciones adecuadas, ó, 2) no hubo ribósidos de pirimidinas en los primeros organismos. La optativa 1 es posible, naturalmente, pero la optativa 2 exhibe la misma falacia argumental que nuestros primeros ejemplos. ¿Cómo pueden unos resultados negativos sugerir que un compuesto determinado no fue necesario para el origen de la vida? Una conclusión así sólo tiene sentido en base de la previa suposición de que la evolución química ha tenido que ocurrir, y que la «simulación» en cuestión duplica de una manera razonable los acontecimientos prebióticos en la Tierra primitiva.

Vale la pena enfatizar que la mayoría de los que están acutalmente llevando a cabo experimentos acerca del origen de la vida, si no todos, no sólo dan por supuesto que tuvo lugar un proceso evolutivo, sino que además consideran que están indagando los detalles de este pretendido proceso en lugar de estar generando un cuerpo de datos de laboratorio que, cuando sea añadido al conocimiento químico y físico ya existente, podría ayudar a decidir si la evolución química tuvo lugar o no tuvo lugar.

Los experimentos de Fox

Sidney Fox es otro experimentador que ha generado un cuerpo impresionante de investigación experimental sobre el origen de la vida (Fox, 1956, 1964, 1974, 1978, 1981; Fox y Dose, 1977; Fox y Harada, 1960; Fox y Nakashima, 1980; Fox y Yuyama, 1964). Su perspectiva básica parece ser algo como lo que sigue: El origen de la vida fue indudablemente por medios naturalistas. Los caminos más probables son los que se presentan en la teoría de origen por proteinoides, y hay un extenso sustento experimental para este punto de vista. La teoría abarca todo la gama de los eventos prebióticos, desde los gases primitivos hasta microsistemas orgánicos. El enfoque de Fox ha sido enormemente fructífero en la generación de experimentos, y prosigue la investigación a lo largo de estas líneas en muchos laboratorios por todo el mundo (Matsuno et al., eds., 1984).

El enfoque de Fox es muy diferente al de Miller. Miller acentúa la «simulación global». Esto es, él recrea lo que se supone fue la atmósfera primitiva, y la provee con posibles fuentes prebióticas de energía. No hay interferencia del investigador hasta que se analizan los productos del experimento. La marcha química de estos experimentos es bastante compleja, y aunque se producen muchos compuestos biológicos y no biológicos, de bajo peso molecular, la tendencia dominante de los procesos químicos es hacia la producción de material macromolecular no biológico (Folsome, 1979; Folsome et at., 1975; Kenyon, 1984b). Además, no se encuentran en estos experimentos ni proteínas ni ácidos nucleicos, y los aminoácidos son todos racémicos de una manera precisa, condición ésta que difiere marcadamente de la presencia exclusiva de L-aminoácidos en las proteínas de los organismos vivientes.


Aparato empleado para la síntesis termal de aminoácidos a partir de gases simples.
(Según Harada y Fox, 1965, en Origins of Prebiotic Systems. Nueva York: Academic Press, pág. 187.)


Fox, en cambio, destaca el papel prebiótico de una clase de biomonómero, esto es, de los aminoácidos. En los experimentos de formación de proteinoides emplea él sólo aminoácidos (por lo general la forma L) como reactivos iniciales. Una simplificación tan artificial del sistema reactivo cae de inmediato bajo sospechas. ¿Por qué no habría habido presentes también muchos otros tipos de compuestos junto con los aminoácidos? Algunos de estos, especialmente aldehidos y azúcares, habrían desde luego reaccionado en reacción cruzada con aminoácidos (vía la reacción de Maillard, Ellis, 1959) para formar material macromolecular insoluble no biológico en lugar de proteinoides (Kenyon, 1984a). ¿Por qué, entonces, no se hacen experimentos en los que se añadan aldehidos y/o azúcares a los aminoácidos? ¿Quizá porque con toda certeza se generaría material no biológico intratable, y se desalentaría la futura experimentación? Evidentemente, Fox da por supuesto que las intensas reacciones cruzadas de interferencia, como las que aparecen en los experimentos de Miller, no fueron importantes en la evolución química prebiótica, a pesar de que se sabe que la reacción de Maillard tiene lugar en un margen muy amplio de condiciones de reacción (Ellis, 1959; Nissenbaum et al., 1975).

La anterior discusión de los problemas en enfoques empíricos actuales acerca del origen de la vida, naturalmente, deja de ser completa. Para análisis más extensos de fallos en la investigación sobre evolución química, se remite al lector a Kenyon (1984a, 1984b) y a Thaxton et al. (1984).


La atmósfera primitiva puede haber o no haber contenido cantidades sustanciales de O2. Pero esta cuestión debe decidirse en base de evidencia independiente, no en base de los resultados de experimentos de simulación ni de las necesidades de la hipótesis de Haldane/Oparín.

El origen de la información genética y del sistema de síntesis de proteínas

Desde mi punto de vista, el mayor reto a cualquier teoría naturalista de biogénesis es el problema del origen de la información genética. Este problema, enunciado con brevedad, es como sigue: ¿Cómo unas secuencias específicas de bases conteniendo una información biológicamente relevante se acumularon de manera espontánea (naturalísticamente) en polinucleótidos sobre la Tierra prebiótica? Estas secuencias tienen que haber llegado a abarcar todas las necesidades de la célula mínima, y, por tanto, todas tienen que haberse juntado dentro del mismo pequeñísimo volumen.

El problema conceptual es abrumador. Para que la información biológica funcione en el estado de vida, tiene que ser traducida a las secuencias de aminoácidos de al menos varios cientos y posiblemente varios miles de diferentes enzimas y otras proteínas. La maquinaria molecular para la duplicación, transcripción y traducción de la información genética (y al menos se precisa de 70 proteínas específicas sólo para estas funciones) tiene que estar ya toda en funcionamiento para que el sistema efectúe su ciclo completo de funciones la primera vez. Considerando la cantidad total de secuencias posibles de las bases en un polidesoxiribonucleótido lo suficientemente largo para codificar todos los enzimas y otras proteínas necesarias para el estado de vida (Ambrose, 1982, pág. 135), la probabilidad de formar incluso una pequeña fracción de la información necesaria por procesos naturalistas —incluso a lo largo de períodos miles de veces más largos que toda la duración que se supone al cosmos— es virtualmente nula (Eden, 1967; Hoyle y Wickramasinghe, 1981, págs. 23-33). Las minúsculas indicaciones experimentales de ordenación en secuencias no aleatorias ya sea en polinucleótidos, ya en polipéptidos (Fox, 1978) en estudios de «simulación» son totalmente inadecuados para afrontar este problema (cf. Yockey, 1977, 1981). El problema no es sencillamente la demostración de alguna ordenación no aleatoria, sino la de demostrar una ordenación biológicamente relevante.

Luego, naturalmente, existen los problemas previos de la acumulación espontánea de elementos constitutivos de los ácidos nucleicos (nucleótidos), y la incorporación de sólo los nucleótidos naturales en moléculas primitivas de ácidos nucleicos. Shapiro (1984) ha presentado un convincente argumento de que tales acontecimientos habrían sido enormemente improbables en la Tierra prebiótica.

Algunos científicos mantienen que ya se ha logrado un significativo progreso experimental acerca del problema del origen de la información genética. Yo clasificaría a Fox entre los que pertenecen a este grupo. Su creencia es que una mayor investigación acerca del modelo del proteinoide dará finalmente la respuesta: Puede que se precise de tiempo, pero ya tenemos claves experimentales indicando el camino (Fox, 1981). Los proteinoides mismos fueron los primeros portadores significativos de información biológica.

Otros investigadores han destacado la enorme dificultad del problema, respondiendo con una variedad de propuestas y posiciones diferentes.

Kuppers (1983, pág. 279) declara que «La probabilidad de que un sistema genéticamente integrado se monte espontáneamente por pura casualidad es insignificantemente pequeña. Esto es cierto incluso de la síntesis al azar de una pequeña molécula de enzima optimizada para alguna función biológica». Tanto Kuppers (1983) como Eigen (1971; Eigen et al., 1981) han respondido a este reto desarrollando unas (similares) complicadas teorías acerca del origen naturalista de la información genética basadas en el concepto del «hiperciclo». Se conciben los primitivos hiperciclos como agrupaciones acopladas de moléculas de ARN auto-duplicantes y polipéptidos catalizadores asociados. Se afirma que estos sistemas químicos, al principio relativamente sencillos, tienen la propiedad de evolucionar espontáneamente hacia sistemas moleculares genéticos integrados, esto es, las primeras células vivas.

Por atractivas que puedan ser estas ideas de Eigen y Kuppers, el sustento experimental de las mismas es desde luego bien parco. Además, esta línea de pensamiento parece adolecer de un fallo fatal en cuanto a que no puede explicar el origen del ARN y de las proteínas catalíticas que necesita para el surgimiento de los hiperciclos. Eigen y Kuppers dan por supuesto que los experimentos de evolución química han mostrado cómo tales moléculas pudieron haber surgido en la Tierra primitiva, pero la verdad es que no existe ninguna evidencia que sustente tal tesis. Toda la información química de que disponemos arguye intensamente en contra de una aparición prebiótica espontánea de ácidos nucleicos (Shapiro, 1984). Admiro los esfuerzos que estos experimentadores han hecho y que creen que deben continuar, pero dudo de que sus presentes perspectivas tengan mucho que ver con el verdadero origen de la vida.

Cairns-Smith (1982) también reconoce claramente la seriedad del problema. El actual sistema genético molecular no se pudo desarrollar espontáneamente en la Tierra primitiva. ¿Brotó entonces la primera vida de manera naturalista? Sí, pero los primeros organismos eran sistemas inorgánicos basados en minerales de arcilla. Posteriormente, el sistema carbonáceo ocupó el campo. Ésta es una idea novedosa, y merece más estudio por parte tanto de creacionistas como de evolucionistas químicos. Hay posibilidades aquí para experimentos significativos.

Monod (1972) argumentaba a lo largo de las siguientes líneas básicas. El origen naturalista del primer sistema genético era sumamente improbable. Pero estamos aquí y el origen de la vida tiene que haber sido un acontecimiento o proceso naturalista. ¿Qué otra cosa pudo ser? Por ello, el origen de la vida fue de hecho un acontecimiento (o conjunto de acontecimientos) muy raro, de baja probabilidad. Monod pudiera estar en lo cierto, pero no tenemos la posibilidad de demostrar la corrección de su postura, porque estamos tratando aquí con lo que viene a ser un «milagro naturalista». Naturalmente, la conclusión del creacionista de que la primera información genética provino de un origen sobrenatural tampoco está sujeta a una verificación experimental directa.

Moviéndonos a lo largo de nuestra gama de posturas acerca del problema del origen de la información genética llegamos a Hubert Yockey, aunque podría ser situado algo más adelante. Yockey parece considerar totalmente inadecuados todos los escenarios naturalistas propuestos hasta ahora para poder dar cuenta de ninguna cantidad significativa de información genética o de información biológica almacenada en polipéptidos (Yockey, 1981). Como mucho, ve un cierto potencial para producir una pequeña proteína aislada. Sus cálculos probabilísticos tienen en cuenta el hecho de que hay 39 isómeros ópticos de los 20 aminoácidos constituyentes de las proteínas, punto éste no destacado por otros autores (Yockey, 1977).

Crick reconoce el problema de un origen naturalista de la vida en la Tierra primitiva, pero no lo descarta. Sugiere él la posibilidad alternativa de que la primera vida (microbiana) en la Tierra puede haber llegado de otras partes en el cosmos, quizá transportada en una nave espacial no tripulada (Crick, 1981, págs. 141-153). Esta solución, llamada «panspermia dirigida», nos deja con el enojoso problema de cómo surgió la vida en el planeta desde el que fueron enviados los microbios. Quizá fue por panspermia dirigida, y así ad infinitum.

Hoyle y Wickramasinghe, en una notable serie de libros (p.e., Hoyle, 1983; Hoyle y Wickramasinghe, 1981), han desarollado la postura de que la vida no pudo surgir espontáneamente (esto es, al azar) en ningún lugar del cosmos. Alguna clase de inteligencia tiene que haber conducido el proceso. Pero no queda claro del todo cómo debemos concebir esta inteligencia. En el libro El Universo Inteligente (1983, pág. 136) Hoyle dice: «La inteligencia responsable de la creación de la vida basada en el carbón en la teoría cósmica queda firmemente dentro del Universo y es subordinada a él». Él distingue de manera clara esta inteligencia inmanente del concepto de un Dios sobrenatural creador fuera del espacio y del tiempo.



Aparato empleado para la síntesis de aminoácidos mediante rayos ultravioleta de lámpara de mercurio.
(Según Kenyon y Steinman, 1969. Biochemical Predestination, Nueva York: McGraw-Hill, pág. 135.)


Mi propia postura acerca de este tema se puede bosquejar de la siguiente manera: No creo que el sistema de codificación genética y de síntesis de proteínas pudo haberse desarrollado de manera naturalista a partir de configuraciones materiales más simples. Cuanto más aprendemos acerca de los detalles moleculares del sistema, tanto más fuerte se hace esta posición. Cuando se toman en cuenta todas las líneas pertinentes de evidencia y se afrontan de manera franca todos los problemas, creo que debemos llegar a la conclusión de que la vida debe su origen a una fuente externa a la naturaleza (Kenyon, 1984b). Algunas de las principales líneas de evidencia y de razonamiento que sustentan esta postura son como siguen:

(1) La virtual imposibilidad de un origen espontáneo de la información genética, incluso en 10 o 20 mil millones de años.

(2) El hecho de que la tendencia dominante en las «simulaciones del total» es hacia la producción de materiales macromoleculares no biológicos intratables (Folsome, 1979; Folsome et al., 1975; Kenyon, 1984b). En estos experimentos no se encuentran biopolímeros. Predominan las reacciones cruzadas interferidoras en las simulaciones más «realistas».

(3) Los experimentos de simulación producen rutinariamente mezclas racémicas de compuestos orgánicos (Dickerson, 1978; Folsome, 1979). Todos los intentos experimentales de encontrar una base naturalista plausible par la acumulación preferencial primigenia de L-aminoácidos han fracasado (Bonner, 1972; Bonner et al., 1980).

(4) La evidencia geoquímica es congruente con la conclusión de que hubo cantidades significativas de O2 en la primitiva atmósfera de la tierra (Clemmey y Badham, 1982; Dimroth y Kimberley, 1976). Este O2 habría eliminado cualquier pretendida evolución química en sus más primitivos estadios.

Finalmente, llegamos a A.E. Wilder-Smith, que desde luego reconoce el problema del origen de la información genética (Wilder-Smith, 1970). Él observa que los experimentos de «simulación» ideados para hallar posibles caminos prebióticos de síntesis de componentes del sistema genético molecular son a menudo sumamente complejos y que se apartan significativamente de las condiciones prebióticas «razonables». Por ejemplo, las mezclas reactivas iniciales son artificialmente simplificadas para asegurar la formación de productos de interés. No estamos viendo en ello lo que pueda hacer una materia carbonácea relativamente carente de ayudas con un aporte de energía. Más bien estamos manipulando de manera deliberada las condiciones experimentales para poder tener un control significativo sobre el resultado (cf. Thaxton et al., 1984, págs. 104-110).

También es evidente un control inapropiado en los experimentos de proteinoides de Fox, que comienzan con mezclas reactivas simplificadas artificialmente: esto es: sólo con aminoácidos. Se podría decir que cuanto más interferimos de esta forma aplicando «tecnología» química, tanto más nuestras actividades (aunque muy remotamente) se asemejan a las de alguna agencia sobrenatural que trajo a la existencia la primera vida. Los reactivos químicos dejados a sí mismos (esto es, en ausencia de una información genética preexistente) no llegan a la vida. Se precisa de una manipulación externa conductora.3 Es a esto a lo que señala toda nuestra evidencia experimental, y es desde luego la conclusión del mejor razonamiento teórico. Mantener la creencia en una biogénesis naturalista, sabiendo lo que sabemos acerca de las propiedades de la materia y de la energía, equivale « ... simplemente a arrojar la toalla científica» (Wilder-Smith, 1981, pág. 146).

Conclusiones

Es difícil comprender por qué unos científicos están dispuestos a admitir el pensamiento de que una inteligencia de alguna clase (dentro o fuera del universo) estuvo involucrada en la aparición de la primera vida, mientras que otros aparentemente no lo están, y aquí no voy a proponer una explicación de ello. Pero lo que queda ilustrado con la gama de puntos de vista descritos en la anterior sección es que hay un margen de posiciones intermedias que cubren la distancia intelectual entre investigadores como Fox o Miller, por una parte, y otros como Hoyle, Kenyon o Wilder-Smith por la otra. Por ello, no es necesario salir del mundo racional para dirigirse en dirección de una comprensión científica francamente «teísta» del origen de la vida, a no ser, naturalmente, que uno considere cualquier desviación del «optimismo naturalista» como irracional y anti-intelectual.

La conclusión de que la vida demanda una creación sobrenatural (o al menos una inteligencia creadora dentro del universo) les parecerá prematura a muchos, incluso si se conceden algunos méritos a las principales críticas y argumentaciones positivas creacionistas. Y seguirá habiendo los que querrán proseguir con sus actuales enfoques, sin importar lo que muestren los resultados. Siempre podrán decir: «Todavía no hemos encontrado las condiciones experimentales correctas». O, «Sólo hemos estado haciendo experimentos específicamente relacionados con el problema del origen de la vida durante 30 años. Dadnos tiempo. A fin de cuentas, se trata de un problema muy difícil. Al final encontraremos una descripción evolucionista química plausible». O, «Es muy poco lo que se conoce actualmente del sistema genético molecular».

Consideremos lo que podría suceder a las tendencias en la investigación del origen de la vida si de repente todos los miembros del ISSOL (International Society for Study of the Origin of Life - Sociedad Internacional para el Estudio del Origen de la Vida) decidieran considerar seriamentee la posibilidad de que la vida hubiera sido creada por un agente inteligente. Supongamos también (para combinar lo ridículo con lo absurdo) que decidieran probar y asumir una actitud mental en la que verdaderamente no estuvieran entregados ni a la postura evolucionista ni a la creacionista. Por extraña que pueda parecer esta sugerencia, me parece que constituye exactamente el tipo de nuevo principio que necesitamos para el problema del origen de la vida en la actualidad.

Como mínimo, una reorientación de pensamiento de este tipo generaría probablemente unas nuevas discusiones de carácter notable. Por ejemplo, podrían aparecer listas como ésta en las pizarras de los laboratorios:

(1) No hay demostración de transición de lo inanimado a materia viviente en ausencia de sustancias preexistentes portadoras de información genética.

(2) No hay demostración en laboratorio de estados precursores realistas.

(3) No hay ninguna descripción teórica convincente de posibles estados precursores.

(4) No hay registro fósil de estados precursores, incluyendo la inexistencia de evidencia geoquímica de un «caldo orgánico prebiótico» (Corliss et al., 1981; Nissenbaum et al., 1975; Thaxton et al., 1984, pág. 57).

(5) No hay neobiogénesis (origen de la vida hoy día).

(6) No hay evidencia de vida extraterrestre ni de estados materiales precursores encontrados en la exploración espacial hasta el día de hoy.

En base de una lista así, se podría pasar a considerar cuestiones como las siguientes: ¿Es posible mostrar experimentalmente que la materia y la energía no pueden organizarse por sí mismas en un sistema vivo, si no hay materia viva ya presente? El fracaso en demostrar la transición no constituye prueba suficiente, desde luego, para excluir la posibilidad. ¿Existen criterios formales útiles que nos puedan servir de ayuda para determinar si algún sistema natural recibió su diseño impuesto desde fuera, o si el orden se generó de manera natural y espontánea? ¿Es el sistema genético molecular en realidad a este respecto como un sistema complejo manufacturado, como afirman los creacionistas? (para un tratamiento preliminar de esta cuestión, véase Parker, 1980, págs. 2-15). Si es así, ¿cuáles son las implicaciones de tal conclusión para la planificación de experimentos acerca del origen de los sistemas de codificación genética y de síntesis de proteínas?

La discusión a lo largo de estas líneas llevaría naturalmente a las siguientes cuestiones de mayor entidad: ¿Qué sucedería a la investigación sobre el origen de la vida en el laboratorio en que uno trabaja, si se llega a aceptar la tesis creacionista de los orígenes biológicos (Kenyon 1984b)? ¿Cesaría del todo? ¿No quedaría uno entonces limitado, por lo que respecta a las tareas experimentales, a problemas de ciencia operativa (Thaxton et al., 1984, págs. 8, 204)? Si todos aceptáramos este punto de vista, ¿qué sucedería con nuestras publicaciones y nuestras carreras?

Quizá sería más prudente comenzar con una reorientación más limitada del pensamiento. Quizá algunos equipos de investigación podrían tener a un científico creacionista, o al menos a alguien abierto a la posibilidad de una explicación no naturalista de los orígenes, que tuviera parte en la planificación de los experimentos. Se podría dar la sugerencia de modificar algunos de los experimentos de Fox añadiendo, por ejemplo, aldehídos y azúcares. O podrían repetirse los experimentos de Miller con cantidades significativas de O2 presentes en el aparato, con la precaución de que no haya H2 en la mezcla inicial de gases, para impedir una explosión.4 De esta manera, el trabajo experimental podría continuar muchos años. Concedo que si uno ya ha llegado a la conclusión de que la vida debe haber sido creada de manera sobrenatural, no va a demostrar mucho entusiasmo en la prosecución de mucho más trabajo experimental acerca del tema. Pero si uno adopta una actitud más agnóstica, entonces podría interesarse en llevar a cabo experimentos adicionales.

Más tarde o más temprano surgiría la cuestión de quién o qué creó la vida. ¿Está la inteligencia creadora totalmente dentro del cosmos, o es ella (Él) el mismo que el Dios trascendente de la Biblia? Y luego tenemos la cuestión de cómo aquella agencia inteligente creó la vida (o incluso el mismo cosmos). Pero desde luego los detalles de cómo una inteligencia sobrenatural creó la realmente la vida no son susceptibles de indagación por medio del método científico, y esto es anatema para muchos científicos. Comentando acerca de la evidencia de un propósito inteligente inmanente en el universo, y la desgana de muchos científicos a aceptar tal perspectiva, Hoyle (1983, pág. 9) escribía:

Esto es precisamente lo que los científicos ortodoxos no están dispuestos a admitir. Porque podría resultar que hubiera —a falta de una palabra mejor— connotaciones religiosas, y porque los científicos ortodoxos están más interesados en impedir un regreso a los excesos religiosos del pasado que en buscar la verdad, la perspectiva nihilista descrita previamente ha dominado el pensamiento científico a lo largo del siglo pasado. (Énfasis añadido.)


Los científicos ortodoxos están más interesados en impedir un regreso a los excesos religiosos del pasado que en buscar la verdad.

Quizá tendremos que afrontar a su debido tiempo la intensa posibilidad de que el problema del origen de la vida revela una limitación del mismo método científico. Si el método científico no puede resolver todos los problemas (y, ¿quién mantiene que puede resolverlos todos?), ¿por qué entonces no podría ser que la gran cuestión de los detalles físicos del origen de la vida sea uno de estos problemas que está más allá del alcance de nuestra metodología? Y en realidad, ¿cómo podemos eliminar esta posibilidad, dada la actual situación en los estudios acerca del origen de la vida? Antes que reconocer reconocer este tipo de limitaciones, muchos preferirían seguir esforzándose, tejiendo una creciente red de improbabilidades relacionadas, de énfasis mal situados, y de extrapolaciones injustificadas, sólo para crear la ilusión de que no hay problemas ahí. Pero bien al contrario hay muchas dificultades en esta área de investigación, y ya es hora que las afrontemos, tal como lo han hecho Thaxton y sus colegas de manera valerosa. Pero las posibles consecuencias no son insignificantes, y creo que esto tiene que ser reconocido a cierto nivel por parte de los que ahora están llevando a cabo investigaciones acerca del origen de la vida.



Notas

1. Un proceso «naturalista» es aquel que no precisa de «ayuda» desde una fuente sobrenatural, sino que tiene lugar de manera espontánea en virtud de las propiedades químicas y físicas de la materia y energía en el sistema. Vuelve al texto

2. Siguiendo este enfoque, yo hubiera podido llegar a la conclusión de que el O2 estaba presente en la atmósfera primordial debido a que se precisa de O2 para la formación de microesferas de aldocianoina (Kenyon y Nissenbaum, 1976; Pollack y Heiderer, 1979). Vuelve al texto

3. Esto es especialmente evidente en el caso del origen de las preferencias de isómeros ópticos. Las resoluciones ópticas eficaces en laboratorio exigen, todas ellas, una interferencia del investigador impermisible en experimentos de simulación prebiótica (Wilder-Smith, 1981, págs. 15-23). Vuelve al texto

4. En recientes versiones del experimento de simulación tipo Miller se omite de todas maneras el H2 en muchas ocasiones por razones de tipo teórico. Debo mi reconocimiento al Prof. Thwaites por señalarme aquí el peligro potencial. Vuelve al texto



Referencias

Ambrose, E.J. (1982). The Nature and Origin of the Biological World. Halsted Press, New York.

Bonner, W.A. (1972). Origins of Molecular Chirality. En: Exobiology, C. Ponnamperuma, ed., págs. 170-234, North Holland, Amsterdam.

Bonner, W.A., Blair, N.E. y Lemmon, R.M. (1980). The Radioracemization of Amino Acids by Ionizing Radiation: Geochemical and Cosmochemical Implications. En: Limits of Life: Proceedings of the Fourth College Park Colloquium on Chemical Evolution, C. Ponnamperuma y L. Margullis, eds., págs. 183-194, D. Reidel, Dordrecht.

Cairns-Smith, A.G. (1982). Genetic Takeover and The Mineral Origins of Life. Cambridge University Press, Cambridge.

Clemmey, H. y Badham, N. (1982). Oxygen in the Precambrian Atmosphere: An Evaluation of the Geological Evidence. Geology, 10, 141-146.

Corliss, J.B., Baross, J.A. y Hoffman, S.E. (1981). A Hypothesis Concerning the Relationship Between Submarine Hot Springs and the Origin of Life on Earth. Oceanologia Acta, SP, 59-67.

Crick, F. (19810. Life Itself: Its Nature and Origin. Simon and Schuster, New York.

Dikerson, R.E. (1978). Chemical Evolution and the Origin of Life, Scientific American, 231, n(o) 9, 70-86.

Dimroth, E. y Kimberley, M.M. (1976). Precambrian Atmospheric Oxygen: Evidence in the Sedimentary Distributions of Carbon, Sulphur, Uranium and Iron. Canadian Journal of Earth Sciences, 13, 1161-1185.

Eden, M. (1967). Inadequacies of Neo-Darwinian Evolution as a Scientific Theory. En: Mathematical Challenges to the Neo-Darwinian Interpretation of Evolution, P.S. Moorhead y M.M. Kaplan, eds., págs. 5-12, Wistar Institute Press, Philadelphia.

Eigen, M. (1971). Selforganization of Matter and the Evolution of Biological Macromolecules. Naturwiss. 58, 465-523.

Eigen, M., Gardiner, W., Schuster, P. y Winkler-Oswatitsch, R. (1981). The Origin of Genetic Information. Scientific American, 244, n(o) 4, 78-94.

Ellis, G.P. (1959). The Maillard Reaction, En: Advances in Carbohydrate Chemistry, M.L. Wolfram, ed., Vol. XIV, págs. 63-134. Academic Press, New York.

Folsome, C.E. (1979). The Origin of Life: A Warm Little Pond. Freeman, San Francisco.

Folsome, C.E., Allen, R.D., y Ichinose, N. (1975). Organic Microstructures as Products of the Miller-Urey Electric Discharges. Precam. Res., 2, 263-275.

Fox, S. W. (1956). Evolution of Protein Molecules and Thermal Synthesis of Biochemical Substances. American Scientist, 44, 337-347.

Fox, S.W. (1964). Thermal Polymerization of Amino Acids and Production of Formed Microparticles on Lava. Nature, 201, 336-337.

Fox, S.W. (1974). The Proteinoid Theory of the Origin of Life and Competing Ideas. American Biology Teacher, 36, 161-181.

Fox, S.W. (1978). The Origin and Nature of Protolife. En: The Nature of Life, W.H. Heidcamp, ed., págs. 23-92, University Park Press, Baltimore.

Fox, S.W. (1981). Origins of the Protein Synthesis Cycle. Int. J. Quantum Chem. QBS, 8, 441-454.

Fox S.W. y Dose, K (1977). Molecular Evolution and the Origin of Life, 2(a) Ed., Marcel Dekker, New York.

Fox, S.W., y Harada K. (1960). The Thermal Copolymerization of Amino Acids Common to Protein. J. Am. Chem. Soc., 82., 3745-3751.

Fox, S.W., y Nakashima, T. (1980). The Assembly and Properties of Protobiological Structures: The Beginning of Cellular Peptide Synthesis. BioSystems, 12, 155-166.

Fox, S.W., y Yuyama, S. (1964). Dynamic Phenomena in Microspheres from Thermal Proteinoid. Comp. Biochem. Physiol., 11, 317-321.

Hoyle, F. (1983). The Intelligent Universe: A New View of Creation and Evolution. Holt, Rinehart and Winston, New York.

Hoyle, F., y Wickramasinghe, N.C. (1981). Evolution from Space. J.M. Dent, Londres.

Kenyon, D.H. (1984a). A Comparison of Proteinoid and Aldocyanoin Microsystems as Models of the Primordial Protocell. En: Molecular Evolution and Protobiology, K. Matsuno, K. DOse, K. Harada y D.L. Rohlfing, eds., págs. 163-188. Plenum Press, New York.

Kenyon, D.H. y Nissenbaum, A. (1976). Melanoidin and Aldocyanoin Microspheres: Implications for Chemical Evolution and Early Precambrian Micropaleontology, J. Mol. Evol., 7, 245-251.

Kenyon, D.H. y Steinman, G. (1969). Biochemical Predestination, McGraw-Hill, New York.

Kuppers, Bernd-Olaf (1983). Molecular Theory of Evolution: Outline of a Physico-Chemical Theory of the Origin of Life. Springer-Verlag, Berlín.

Matsuno, K., Dose, K., Harada, K., y Rohlfing, D.L., eds., (1984). Molecular Evolution and Protobiology. Plenum Press, New York.

Miller, S.L. (1953). A Production of Amino Acids under Possible Primitive Earth Conditions. Science, 117, 528-529.

Miller, S.L. (1955). Production of Some Organic Compounds under Possible Primitive Earth Conditions. J. Am. Chem. Soc. 77, 2351-2361.

Miller, S.L. (1957). The Mechanism of Synthesis of Amino Acids by Electric Discharges. Biochem. Biophys. Acta, 23, 480-489.

Miller, S.L. (1984). The Prebiotic Synthesis of Organic Molecules and Polymers. En: Aspects of Chemical Evolution, C. Nicolis, ed., págs. 85-107, John Wiley and Sons, New York.

Miller, S.L. y Orgel, L.E. (1974). The Origins of Life on the Earth. Prentice-Hall, Englewood Cliffs, New Jersey.

Monod, J. (1972). Chance and Necessity, Knopf, New York.

Nissenbaum, A., Kenyon, D.H. y Oró, J. (1975). On the Possible Role of Organic Melanoidin Polymers as Matrices for Prebiotic Activity. J. Mol. Evol. 6, 153-170.

Parker, g.E. (1980). Creation: The Facts of Life. CLP Publishers, San Diego.

Pollock, G.E. y Heiderer, R. (1979). Aldocyanoin Microspheres: Partial Amino Acid Analysis of the Microparticulates Formed From Simple Reactants Under Various Conditions. J. Mol. Evol., 13, 253-264.

Ring, D., Wolman, Y., Friedmann, N. y Miller, S.L. (1972). Prebiotic Synthesis of Hydrophobic and Protein Amino Acids. Proc. Nat. Acad. Sci. U.S.A., 69, 765-768.

Sagan, C. (1980). Cosmos. Random House.

Shapiro, R. (1984). The Improbability of Prebiotic Nucleic Acid Synthesis. Origins of Life, 14, 565-570.

Thaxton, C.B., Bradley, W.L., y Olsen, R.L. (1984). The Mystery of Life's Origin: reassessing Current Theories. Philosophical Library, New York.

Wilder-Smith, A.E. (1970). The Creation of Life: A Cybernetic Approach to Evolution. Harold Shaw, Wheaton.

Wilder-Smith, A.E. (1981). The Natural Sciences Know Nothing of Evolution. Master Books, San Diego.

Yockey, H. (1977). A Calculation of the Probability of Spontaneuos Biogenesis by Information Theory. J. Theoret. Biol. 67, 377-398.

Yockey, H. (1981). Self-Organization Origin of Life Scenarios and Information Theory. J. Theoret. Biol. 91, 13-31.


© SEDIN 1997


Autor:
Dean H. Kenyon
Departamento de Ciencias Biológicas
Universidad Estatal de San Francisco
San Francisco, California 94132

FUENTE: ORIGINS RESEARCH, Vol. 12 - Número 1, Primavera/Verano 1989

Traducción del inglés: Santiago Escuain
© Santiago Escuain 1997, por la traducción
© Copyright SEDIN 1997 para el formato electrónico - www.sedin.org. Este texto se puede reproducir libremente para fines no comerciales y citando la procedencia y dirección de SEDIN, así como esta nota en su integridad.

SEDIN
Servicio Evangélico - Documentación - Información
Apartado 126
17244 CASSÀ DE LA SELVA
(Girona) ESPAÑA